"Pecadores en las manos de un Dios airado" es un sermón escrito por el teólogo calvinista estadounidense Jonathan Edwards, predicado el 8 de julio de 1741 en Enfield, Connecticut. Como otros sermones y escritos de Edwards, combina una vívida presentación del infierno con observaciones del mundo y citas de la Biblia. Se trata del sermón más famoso de Edwards, y a menudo es estudiado y analizado por teólogos e historiadores, proporcionando un ejemplo sobre la teología del "Gran Despertar" de entre 1730 - 1755.
"No existe nada que pueda salvar a los pecadores del infierno, sólo el deseo de Dios."
La mayor parte del texto del sermón consiste en diez "consideraciones":
Una iglesia de Enfield, Connecticut, no había sido afectada por el Gran Despertar de Nueva Inglaterra. Jonathan Edwards fue invitado por el pastor de esa iglesia para que predicara. El objetivo de Edwards era presentar a los feligreses los horrores del infierno, el peligro del pecado y el terror de condenarse. Edwards describe la precaria posición de quienes no siguen la urgente llamada de Cristo para recibir el perdón.
"Pecadores en las manos de un Dios airado" es un sermón típico del Gran Despertar, enfatizando la creencia de que el infierno es un lugar real. Jonathan Edwards esperaba que la visión y mensaje de su sermón despertarse a su audiencia a la horrible realidad que les esperaba si continuaban sin Cristo.
La idea subyacente es que Dios ha dado a la humanidad una oportunidad para rectificar sus pecados. Edwards dice que es la voluntad de Dios lo único que impide que los pecadores sean arrojados a las profundidades del infierno. Este acto ha proporcionado a la humanidad una oportunidad de corregir sus actos y regresar a Cristo. En la parte final de "Pecadores en las manos de un Dios airado," Edwards demuestra su argumento teológico mediante la Biblia y la historia bíblica. La explicación es extensa, mencionando historias y ejemplos de toda la Biblia. El sermón finaliza con una última advertencia: Por lo tanto, que todos los que se encuentren fuera de Cristo, despierten ahora y huyan de la ira que está por llegar. Sin mencionarlo explícitamente, Edwards da una sensación indirecta de esperanza a quienes se encuentran en el presente fuera de Cristo. Sólo regresando a Cristo se puede evitar el terrible destino presentado por Edwards.
Jonathan Edwards fue interrumpido muchas veces antes de finalizar el sermón por personas lamentándose, llorando y gritando "¿Qué debo hacer para salvarme?." El sermón de Edwards todavía continúa siendo uno de los principales ejemplos de los sermones del Gran Despertar y todavía se utiliza en estudios académicos y religiosos. Aunque ha recibido numerosas críticas, todavía continúa siendo leído actualmente, más de 270 años después.
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