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Pedro José Triest



PEDRO JOSÉ TRIEST (1760–1836) fundador

Pedro José Triest, llamado por muchos el Vicente de Paúl belga, marcó un camino de Caritas y tejió una red de instituciones para el cuidado de los pobres. Después de la Revolución francesa, curante la cual había vivido en la durante cinco años en Ronse como sacerdote, Triest fue la primera persona que inició varias iniciativas en la región de Gante. Aquellas iniciativas van a comprometer plenamente a la Iglesia una vez más, e incluso ejercer un liderazgo eclesial en el cuidado de los pobres y de los enfermos. Ya en 1800, Triest inaugura en Ronse un taller para huérfanos. Tres años después, siendo párroco de Lovendegem, funda con un grupo de mujeres una congregación para el cuidado de los pobres, de los enfermos y para la educación de los niños. Es su intención de incorporar esta iniciativa local con las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl. Sin embargo, esto no es aceptado por las Hijas de la Caridad. El obispo, Mons Fallot de Beaumont, decide reconocer esta congregación bajo el nombre de las Hermanas de la Caridad de Jesús y María. Triest. En la regla que escribe para ellos, Triest establece un equilibrio entre la contemplación de san Bernardo y el compromiso caritativo activo de san Vicente de Paúl. Notado por su dedicación, está llamado a Gante, junto con sus hermanas, para asumir el cuidado de los enfermos incurables en la vieja abadía de Ter Haegen. El 26 de diciembre de 1806, se le designa oficialmente como Superior general de las Hermanas, y se le otorga el título honorario de Canónigo de la Catedral de San Bavónel 14 de enero de 1807.

1807 será un año extraordinario para los 47 años del fundador: el 11 de julio de 1807, está encargado del Hospital Civil de la Biloque. Menos de una semana más tarde, está nombrado miembro del "Comité de Orden y Economía ", a fin de supervisar mejor la gestión de las diferentes instituciones de caridad de la ciudad. El 17 de octubre de 1807, se le designa como miembro de la Comisión de los Hospicios Civiles de Gante y del Comité de Socorro a los pobres. Finalmente, el 12 de diciembre del mismo año, es nombrado como administrador de los "Pequeños Hospicios" y los expósitos y niños abandonados. Por lo tanto, Triest ocupa un puesto en la estructura de la coordinación y la gestión de los servicios para los pobres y enfermos de la ciudad de Gante. Ocupará esas funciones por unos 30 años. En ese mismo año, el 28 de diciembre de 1807, también inicia una segunda congregación con unos cuantos hombres jóvenes, en la Biloque, donde el cuidado a los ancianos dejaba mucho que desear. Esos jóvenes serán conocidos como los Hermanos Hospitalarios de San Vicente, y más tarde como los Hermanos de la Caridad. Serán reconocidos como comunidad religiosa el 26 de noviembre de 1811. Con ellos, Triest se hará cargo en 1815 del cuidado de los enfermos mentales en el Castillo "Gerardo el Diablo". Al hacerlo, llamará la atención pública sobre la condición de los enfermos mentales. Triest y sus congregaciones también se preocuparán de la educación de las personas con discapacidades. En 1815, las Hermanas de la Caridad abrirán su primera escuela; y los Hermanos de la Caridad seguirán su ejemplo un año después la Byloke. En 1820, se iniciarán proyectos de una escuela para niñas sordas y, en 1825, para niños sordos. Para los cuidados a domicilio, Triest fundará una tercera congregación en 1825: los Hermanos de San Juan de Dios. Un año antes de su muerte, en 1835, fundará una cuarta congregación: las Hermanas de la Infancia de Jesús para la ayuda y el cuidado de los niños expósitos y abandonados. Triest fallece en Gante el 24 de junio de 1836. Será nombrado "Servidor de Dios" en 2001.

UNA ALTA SENSIBILIDAD HACIA LOS POBRES

Ya desde joven, Trieste manifiesta una extraordinaria sensibilidad hacia los pobres. Sus biógrafos mencionan cómo, siendo estudiante en Geel, compró con sus ahorros comida para los enfermos mentales. También, como joven sacerdote, lo vemos cuidar de los hijos de madres solteras, y cuando, en 1795, surge un brote de fiebre tifoidea en Malinas, trabaja día y noche para cuidar de los enfermos hasta que cae víctima de la enfermedad y tuvo que guardar cama durante meses. En Ronse, los cinco años durante los cuales Triest tuvo que vivir en la clandestinidad fueron determinantes para él. Se consolidó su vida espiritual, y lo que estaba presente en él como una actitud de base se convirtió en una decisión consciente: el amor de Dios lo llevó a dedicar su vida sirviendo al prójimo, especialmente a los más necesitados. Su valor se manifestó cuando, en Ronse, a pesar del riesgo de ser detenido, atendrá a la esposa enferma del Brigadier Cotton en el mismo recinto del cuartel. Las palabras que utilizará en su primer sermón público son bastante conmovedoras: "Además de mi enseñanza y de mi ejemplo, mi deber es mi servicio: Debo darles mi atención, mi trabajo, mi descanso, no sólo una vez, sino siempre, día y noche". Por así decirlo, su enseñanza, su ejemplo y su servicio expresan su misión y el programa que inspirará el resto de su vida. Al momento en que, finalmente, la situación le permite ampliar los servicios a los pobres, sus biógrafos escriben: "Desde hace mucho tiempo el Espíritu de Dios le había inspirado con gran y ardiente celo junto con el carácter vivo, que era una prueba seria para él durante muchos años, porque él miraba el mal sin poder remediarlo." "Al Padre Triest ya viejo, le gustaba referirse a ese momento decisivo. El hablaba con lágrimas de la bondad de Dios que había alentado su celo y que apoyaba su esfuerzo constante por el bienestar del prójimo".

UN HOMBRE CON UNA VISION CLARA DEL CUIDADO DE LOS POBRES

Desde el punto de vista de los pobres, se puede describir a Triest en cuatro palabras: el amor es el manantial; el servicio es el camino; la atención completa es el método; y la alegría de la resurrección es la perspectiva.

El amor como manantial

"Nada es más fuerte que el amor por que es la fuente de todas las cosas. Te digo que el amor tiene un poder especial para mover a alguien y conquistar su espíritu, porque su elocuencia llega a lo más profundo de los corazones". De su relación con Dios, Triest entiende que, finalmente, todo es amor. Así resulta que usará la fuerza del amor de Dios para ayudar a su prójimo. Un amor arraigado en el amor divino. "El que confía en su propio poder se engaña a sí mismo. Para amar con toda el alma, debemos confiar en la gracia, recurrir constantemente a Dios misericordioso. Siempre hacer nuestras obras de caridad en espíritu de fe, nuestra mente fijada en Dios. Dar nosotros mismos; y cuando estamos cansados y exhaustos de dar, ir al Señor, llamar a la puerta de nuestro único Maestro. Porque sólo en el Señor se encuentra la verdadera salvación." Movido por ese amor, Triest también intenta servir a Jesús mismo en los pobres. El amor al prójimo se convierte en un encuentro con Dios. "Vayan al enfermo con humildad y respeto, véanlo como si fuera Cristo mismo sufriendo. Si algunas enfermedades les desaniman a ustedes, entonces deben apoyarse en la fuerza de la fe. El amor nos da fuerzas que la naturaleza no puede proporcionar."

Servicio como ruta de acceso

En su declaración de misión de 1802, Triest ya habla del servicio como la continuación de su enseñanza y de su ejemplo. Les dice a sus feligreses: "Mi deber en tercer lugar, queridos amigos, es el servicio, en otras palabras, les debo mis vigilias, mi atención, mi trabajo, mi descanso, no sólo a horas fijas, pero en cada momento, cada día y cada noche, incluso si los caminos son largos, malogrados y barrosos. Llámenme cuando quieran y no tengan miedo de molestarme. Soy feliz cuando, a imitación de Jesucristo, mi Señor, puedo sacrificar mi descanso, mi salud e incluso mi vida." Después, él cumplirá estas palabras como una regla de vida. Una conocida historia es la de Triest renunciando a su propia cama por una persona enferma mientras se pasaba varias noches en una silla. El cuidado de los enfermos también debe llevarse a cabo en este espíritu de servicio. "A fin de observar fielmente la promesa de servir a los enfermos, no basta con querer servir a unos sí y a otros no, dar con entusiasmo a unos todo lo que necesitan y servir a los demás a medias. Deben tener para cada uno el mismo amor y la misma atención". Este servicio se expresa en la misma sensibilidad que encontramos en san Vicente. "Tratar a todos con gentileza y amabilidad. Tratar de servir y agradar a la medida de lo posible. Ayudar a los enfermos y a los pobres con el mayor cuidado y la máxima atención."

Atención completa como método

Triest también toma en consideración al hombre completo en todas sus necesidades. Esta atención completa es muy bellamente expresada en una carta a las Hermanas de la Caridad el 30 de diciembre de 1828. "De hecho, ustedes imitan a la Providencia divina, por que alimentan a los pobres de Jesucristo, traen el maná sobre los hambrientos, sacian la sed de los sedientos. ¿Conocen la situación de miseria de los desgraciados, de los pobres y enfermos que nunca disfrutan de un día agradable, para quien, por así decirlo, el sol no brilla y la tierra, que produce flores solamente para los ricos, sólo produce espinos y abrojos; personas desafortunadas que, despojados de todo, parecen estar más muertas que vivas? ¿Dar a la gente la ropa con la que pueden cubrirse a sí misma, los medicamentos para curar sus enfermedades, si no completamente, al menos para mitigarlos, proporcionándoles una cama, para que su cuerpo herido y enfermo pueda descansar; atender a sus heridas sucias y malolientes para aliviarlas: no es eso crear un sol para ellos, y producir una tierra nueva? ¿No es como resucitarles y arrancarles de las garras de la muerte?" Cada acto de cuidado de los pobres debe basarse en el conocimiento de la persona. Y, por supuesto, en la atención del dolor físico serán tratadas también las necesidades psicológicas y sociales.

La alegría de la Resurrección como perspectiva

Sin embargo, la perspectiva última es la alegría de la Resurrección: arrancarlos de las garras de la muerte, creando un sol para ellos. Para Triest, la atención a los pobres ya es para ellos una imagen de la resurrección, dándoles una nueva esperanza, a pesar de su pobreza y de sus sufrimientos. La resurrección está fomentada a través de obras concretas de misericordia donde ya uno puede experimentar lo que significa vivir como el pueblo de los resucitados.

CONCLUSIÓN

El proceso de beatificación del Siervo de Dios, Pedro José Triest fue inaugurado en 2001. Ya podemos rezar con estas palabras: En una época revuelta, él abrió su corazón al amor de Dios y movido por la caridad, dio a los pobres, enfermos, marginados y excluidos el mejor de su vida hasta el fin. Desea que participen también en la alegría de la resurrección. Trazó un sendero de iniciativas de caridad. ¡Que su ejemplo nos inspire a comprender y testimoniar que Dios es amor!



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