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Pedro Urbano González de la Calle



Pedro Urbano González de la Calle (Madrid, 12 de noviembre de 1879-México, 1966) fue un helenista, latinista y lingüista español.

Era hijo de Petra de la Calle Corisco y del catedrático de Filosofía e intelectual krausista Urbano González Serrano, un discípulo dilecto de Nicolás Salmerón y tío de Ángela Barnés (la hermana de Pedro Urbano casó con el ministro socialista de Educación Francisco Barnés Salinas, hermano del famoso pedagogo Domingo Barnés). Publicó Sebastián Fox Morcillo: Estudio histórico-crítico de sus doctrinas (Madrid, 1903), que dos años antes le había valido un premio de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y se doctoró en Filosofía y Letras (1904) en la Universidad Central. Ese mismo año obtuvo por oposición la cátedra de lengua y literatura latinas de la Universidad de Salamanca (1904-1926), y allí se dedicó a investigar el Humanismo español; como fruto de estos desvelos publicó dos libros en 1928, uno sobre Benito Arias Montano y otro sobre Francisco Sánchez de las Brozas. Apoyó al rector Unamuno cuando este fue destituido en 1914.

Marchó a Madrid gracias a una excedencia que logró para dar clases en la cátedra de Lengua y Literatura Latina que vacaba desde el fallecimiento de Julio Cejador y luego fue profesor auxiliar de la Universidad Central (1926-1932), en la que logró luego cátedra de numerario de lengua y literatura latinas y sánscrito (1933-1936); luego fue decano de la Universidad de Salamanca y enseñó sánscrito en la Universidad de Valencia, para al fin explicar Poesía Latina e Historia de la Filología en la Universidad de Barcelona (1937-1939). Se exilió al acabar la Guerra Civil, no sin participar antes en la fundación de la revista Emerita, donde publicó algunos artículos. Por entonces sentía interés por la Estilística y estudiaba la obra de Benedetto Croce y Eduard Norden.[1]​ Llegado a Colombia a principios de 1939, hasta diciembre de 1949 tuvo la cátedra de lingüística general, latín, gramática histórica del castellano y sánscrito de la Escuela Normal Superior de Bogotá y fue además profesor encargado de latín (1946-1948) en el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Colombia y profesor de latín de ese mismo Instituto, luego Facultad en 1949. En 1940 fue llamado como colaborador técnico del Instituto Rufino José Cuervo, en que estuvo trabajando hasta 1949; tradujo del alemán la Historia de la Literatura Latina de Friedrich Leo (Bogotá, 1950). Ese año marchó a México y trabajó para la U.N.A.M. primero como investigador del Colegio de México y luego como profesor de Lingüística general y Sánscrito. Fue miembro de la Société des Études Latines de París y Corresponding Number de la Hispanic Society of America. De su rigor nos dejó testimonio una de sus alumnas, la arabista manchega, también republicana exiliada, Manuela Manzanares de Cirre:

También de ese mismo rigor fue testigo Guillermo Díaz-Plaja, cuando escribió:

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