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Península ibérica



¿Dónde nació Península ibérica?

Península ibérica nació en Francia.


La península ibérica[n 1]​ se encuentra situada en el sudoeste de Europa; está rodeada por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico uniéndose al resto del continente por el noreste. Es una de las tres grandes penínsulas meridionales de Europa, junto a la itálica y la balcánica y mide aproximadamente 596 740 km².[cita requerida] Tradicionalmente se ha establecido la frontera de la península en la cordillera pirenaica, si bien el istmo se encuentra situado en la línea recta que une el punto central de los golfos de Vizcaya y León —entre las respectivas costas de las ciudades de Bayona y Narbona—, quedando por tanto comprendida una franja meridional de territorio francés al sur del istmo.[1]

Ocupan casi toda la superficie peninsular dos países, España y Portugal, además de Andorra, el territorio británico de Gibraltar y, de forma parcial, los departamentos franceses de la zona pirenaica, si bien estos últimos, convencionalmente, no se tienen en cuenta. Históricamente, se ha denominado «península ibérica», «Iberia», «península hispánica»[n 2]​ o «península hespérica»[n 3]​ al territorio continental situado «más allá» de los Pirineos. La expresión «península ibérica» fue acuñada por primera vez por el geógrafo francés Jean-Baptiste Bory de Saint-Vincent en su obra Guide du voyageur en Espagne del año 1823.[3]

En la actualidad, en español recibe el nombre de «península ibérica». Distintos nombres de este accidente geográfico en otras lenguas y dialectos hablados en mayor o menor medida en el territorio serían el de «Península Ibérica» (portugués, gallego, asturiano y extremeño), «Península Ibèrica» (valenciano, catalán), «Iberian Peninsula» (inglés), «Péninsule ibérique» (francés), «Peninsula Iberica» (aragonés y occitano) e «Iberiar penintsula» (euskera).

Antaño, historiadores y geógrafos de cultura griega, como Heródoto, Estrabón y Apiano, la denominaron «Iberia». Los escritores romanos a su vez le daban el nombre de «Hispania».

Su nombre proviene del río Íber, probablemente el actual Ebro, aunque también pudiera ser otro río de la provincia de Huelva, donde textos muy antiguos citan un río Iberus y un pueblo al que llaman iberos. En un principio, en la Grecia arcaica los griegos pudieron llamarla «Hesperia», ya que Hesperia era descrita como la zona más occidental del Mediterráneo, aunque no se sabe con certeza si se refiere a la actual España, Marruecos o ambas. Más tarde los griegos pasarían a llamarla «Iberia».[4]

Polibio, un historiador griego del siglo II a. C. que vivió un tiempo en la península, escribe:

Estrabón dedica el Libro III a la península ibérica.

Apiano de Alejandría (siglo II), en su Historia romana, escribe:

La historiografía se refiere a ella también con otros vocablos, según el contexto histórico: «Celtaria», «Celtiberia», «Tierra de Tartessos», «Sefarad», «Al-Andalus», etc. Algunos eruditos, como Dámaso Alonso, estimaban que el nombre de Península Hispánica sería más adecuado.[n 4]

Iberia fue el nombre dado por los griegos a la península, aunque la parte que más conocían era la zona meridional mediterránea, en torno al río Íber. Hispania era el nombre utilizado por los romanos para designar a la península ibérica, posiblemente de origen púnico (véase Origen del nombre de Hispania).

Tras la conquista musulmana recibió el nombre de al-Ándalus, pasando a ser parte de la provincia norteafricana del Califato Omeya (711 a 1492) para más tarde convertirse en el Emirato de Córdoba y posteriormente en el Califato de Córdoba independiente del Califato Abasí. Con la disolución del Califato de Córdoba en 1031, el territorio se dividió en los primeros reinos de taifas, periodo al que sucedió la etapa de los almorávides, los segundos reinos de taifas, la etapa de los almohades y los terceros reinos de taifas.

Más adelante, después de la unión dinástica de las Coronas de Corona de Castilla y Aragón y las conquistas de Granada y la mayor parte del Reino de Navarra, se empezó a llamar España a los territorios resultantes, por simplificación entre los no españoles, aunque la unificación jurídica de todos estos reinos no estuviera consolidada hasta el siglo XVIII, con los Borbones.

Hasta finales del siglo XVII, inicios del siglo XVIII, todos los pueblos de la península ibérica se consideraban españoles, como actualmente los diversos pueblos de Escandinavia se consideran escandinavos, o los de la península balcánica se consideran balcánicos.[cita requerida] Con dificultad los portugueses se sintieron obligados a dejar de llamarse también españoles, a fin de no ser tomados por castellanos, a medida que se desarrollaba la castellanización de otros reinos de la antigua Hispania.

Por la manifiesta imposibilidad histórica, política y cultural demostrada de continuar llamando a los portugueses «españoles», sin que pudieran ser confundidos con los castellanos por otros pueblos que gobernaban dentro y fuera de la península hispánica, se empezó, desde entonces, a utilizar la expresión "ibérico" para designar a los "dos pueblos" de la península hispánica, ahora preferentemente llamada por el neologismo península ibérica. Este proceso fue paralelo y similar al que surgió en el exterior de llamar español al idioma castellano, convertido en la única lengua oficial por el gobierno español, hasta que cambiaron la designación oficial del Estado, con la creación de la denominación oficial: Reino de España en el siglo XVIII, y el cambio del título de los reyes de León, Castilla, Aragón, Sicilia, etc. para los reyes de España con fines simbólicos de unificación administrativa y para la nueva presentación internacional de la monarquía de la meseta.[5]

La península tendría unos 622 918 km², incluyendo cerca de 40 000 km² correspondientes a la parte al sur del istmo, pero al norte de los Pirineos, territorio francés.[6]​ Si se excluye esa zona el área ascendería a unos 582 918 km².[6][7]

Dentro de sus límites geográficos se encuentran España peninsular, Portugal continental, Andorra y Gibraltar, además de la mencionada franja meridional francesa. Por el sur, la península está separada de África (Marruecos y Argelia) por el mar Mediterráneo (que en esta zona se denomina mar de Alborán) y el océano Atlántico, siendo el estrecho de Gibraltar el límite entre ambos. El punto más alto es el Mulhacén de una altitud de 3478,6 m sobre el nivel del mar. El río más largo es el Tajo, con una longitud de 1007 km (731 km en España y 275 km en Portugal).

El geógrafo griego Estrabón, hablando de la península ibérica, la compara con una piel de toro:

Por su extensión, la península ibérica ocuparía, en caso de ser reunificada bajo un mismo Estado (como lo estuvo entre 1580 y 1640, con la excepción de Andorra), el lugar 48 como país más grande del mundo y por su población ocuparía el lugar número 24.

No hay un consenso científico sobre donde está situado el centro geográfico de la península ibérica.[6]​ Tradicionalmente las localidades madrileñas de Getafe, con el cerro de los Ángeles como punto geodésico, y Pinto, en la confluencia de las calles Maestra María del Rosario y del Hospital, se disputan desde hace siglos dicho reconocimiento. Sin embargo más recientemente han salido otros estudios que situarían el centro geográfico en la provincia de Toledo.[8][9]

Su topografía tiene como principal característica que la mayor parte de su superficie está configurada como una meseta, con ligera pendiente hacia poniente; esta tiene una altura media de seiscientos metros sobre el nivel del mar; el litoral es rocoso y con acantilados al norte, nordeste, noroeste y sureste, siendo más suave la mayor parte del litoral este y sur.

Los principales ríos de la península ibérica son, en orden descendiente de longitud, el Tajo, el Ebro, el Duero, el Guadiana y el Guadalquivir. Todos ellos tienen más de seiscientos kilómetros de longitud cada uno.

La geología de la península ibérica responde a una larga historia geológica, desde los tiempos proterozoicos hasta la actualidad, reflejando fusiones y roturas de continentes, apertura de océanos e importantes episodios orogénicos. Las huellas y cicatrices de esta historia configuran la corteza continental, la estructura y naturaleza de las rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias que componen la península así como los actuales relieves.

Su aislamiento geográfico ha permitido el desarrollo de una flora y fauna características que incluyen un importante número de taxones endémicos. Como dato interesante hay que destacar que en España hay 17 804 millones de árboles y que cada año crecen una media de 284 millones más, según un estudio elaborado por la Sociedad Española de Ciencias Forestales en septiembre de 2009.[14]

España es el segundo país de la Unión Europea con más superficie forestal, un total de 26,27 millones de hectáreas o el 57 % de su territorio, siendo la superficie arbolada, según el tercer inventario forestal, de 14,73 millones de ha y el resto de matorral mediterráneo.[n 5]

La flora de la península, por sus condiciones biohistóricas, geográficas, geológicas, orográficas, etc., es una de las más ricas y variadas de toda Europa, comparable a la de países mediterráneos como Grecia e Italia e incluso de mayor diversidad; se calcula que incluye más de 8000 especies de plantas, muchas de ellas endémicas.

El Mediterráneo ha estado sometido en el pasado a grandes alteraciones de clima y vegetación, unido a unas variaciones, a veces muy grandes, en el nivel del mar y a variaciones en las posiciones relativas de las masas continentales (placas europea y africana). Con la entrada de plantas y el aislamiento, debido a las fluctuaciones marinas o a las periódicas glaciaciones, se puede encontrar una variada diversidad de especies vegetales.

La península ibérica, situada en una importante vía de paso entre África y Europa, se vio enriquecida con la llegada, según cambiaba el clima, de plantas esteparias, termófilas, xerófilas, orófilas y boreo-alpinas, muchas de las cuales lograron mantenerse después, gracias a la diversidad de medios que existen en las cadenas montañosas, que les permiten subir en altitud si el clima se va haciendo más cálido, o descender si se vuelve más frío. La complejidad geológica de la mayoría de las montañas ibéricas, especialmente de las Béticas, Sistema Ibérico y Pirineos, aumentó aún mucho más el número de nuevos medios a que adaptarse e hizo posible la diversidad y riqueza de la flora actual.

La región eurosiberiana está representada por la zona atlántica, que se extiende desde el norte de Portugal, la mayor parte de Galicia, Principado de Asturias, Cantabria, País Vasco, noroeste de Navarra y Pirineos occidentales y centrales. No obstante, su influencia en forma de comunidades o especies concretas se extiende en muchos puntos hacia el interior, especialmente en la las mitades norte y occidental. Se caracteriza por un clima húmedo, suavizado por la influencia oceánica, con inviernos templados-fríos y con una estación seca poco acentuada.

La vegetación está representada por bosques caducifolios de robles (Quercus petraea) y carballos (Quercus robur), con fresnedas de Fraxinus excelsior y avellanares en los suelos más frescos y profundos de fondo de valle. El piso montano se caracteriza por la presencia de hayedos y a veces, en los Pirineos, por abetales de Abies alba; estos hayedos y abetales ocupan las laderas frescas y con suelo profundo de las montañas no muy elevadas. La influencia mediterránea se siente en la presencia de encinares con laurel, que se sitúan en las crestas y laderas más cálidas, especialmente sobre suelos calizos, donde se acentúa la sequedad.

El aprovechamiento por el hombre a través de la historia ha transformado muchos de estos bosques en prados, que conservan en sus lindes restos de los setos o especies del primitivo bosque. La orla natural está formada por setos y espinares que se instalan en los calveros y partes aclaradas; están integrados por rosas silvestres, zarzas, endrinos, majuelos y otros arbustos más o menos espinosos; también pueden representar este papel, los piornales y retamares. Los siguientes son los principales bosques de esta zona.

La fauna de la península ibérica presenta una amplia diversidad que se debe en gran parte a dos factores, la posición geográfica de la península ibérica, entre el Atlántico y el Mediterráneo y entre África y Eurasia, y la gran diversidad de hábitats y biotopos, consecuencia de una variedad considerable de climas y regiones bien diferenciadas.

Entre los grandes carnívoros destacan dos especies desaparecidas de buena parte de Europa occidental: el oso pardo, que sobrevive en la cordillera Cantábrica y en ciertos enclaves pirenaicos, y el lobo ibérico, subespecie endémica de la península ibérica. Aunque el carnívoro más emblemático es sin duda el lince ibérico, el félido más amenazado de todo el continente europeo. Mucho más numerosas son las poblaciones de gato montés, de zorro rojo y las de algunos mustélidos: el tejón, el turón y la comadreja; algo menos numerosas son las de nutria, marta y garduña. Los vivérridos están representados por la jineta; y los herpéstidos, por el meloncillo.

Los herbívoros están representados por especies bastante extendidas, como algunos cérvidos: el ciervo común, el gamo y el corzo. Hay poblaciones endémicas de cabra montés y reductos pirenaicos y cantábricos de rebeco. También está ampliamente extendido el jabalí.

La península ibérica tenía una población en 2020 de 53 626 758 habitantes, sumadas las poblaciones de la España peninsular, Portugal continental,[17]​ Andorra y Gibraltar.

Densidad de población en 2020

Madrid
Madrid
Barcelona
Barcelona
Valencia
Valencia
Sevilla
Sevilla

Zaragoza
Zaragoza
Málaga
Málaga
Lisboa
Lisboa
Murcia
Murcia

Madrid
Madrid
Barcelona
Barcelona
Lisboa
Lisboa

Valencia
Valencia
Sevilla
Sevilla
Porto
Oporto

La península ibérica comprende gran parte de España, Portugal, Andorra y Gibraltar. Históricamente, se ha denominado península ibérica al territorio continental europeo que está situado al sur de los Pirineos.

Enciclopedia Ger Archivado el 10 de diciembre de 2007 en la Wayback Machine.



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