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Pensar rápido, pensar despacio



Pensar rápido, pensar despacio, escrito por Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía, reúne el resultado de décadas de investigación del autor, a menudo en colaboración con el psicólogo Amos Tversky. Las tres fases de su carrera están presentes: sus primeros trabajos sobre sesgos cognitivos, su desarrollo de la teoría prospectiva y sus últimos estudios sobre la felicidad. El contenido del libro está organizado en torno a las dicotomías existentes entre:


En la primera parte del libro, Kahneman describe las dos formas diferentes en que la mente crea el pensamiento:

Kahneman detalla una serie de experimentos que arrojan luz sobre áreas en las que el Sistema 1 parece dominar frente a un Sistema 2 que tiende a ser perezoso. Estudia en particular sesgos cognitivos tales como confundir causalidad con casualidad, llegar a conclusiones precipitadas, exagerar el efecto de las primeras impresiones, confiar en exceso en los datos conocidos sin tomar en cuenta otros datos también disponibles, y otros.

La segunda parte del libro explica por qué cuesta tanto a los humanos pensar estadísticamente. Kahneman lo explica usando la teoría prospectiva que él mismo desarrolló. Según Kahneman, la teoría de la utilidad de Daniel Bernoulli, hasta entonces dominante y que asume que el agente en teoría económica es racional y egoísta, no refleja el comportamiento real de la gente porque no tiene en cuenta los sesgos cognitivos. Cuando nuestro comportamiento refleja la teoría de la utilidad, actuamos como Econs; en la vida normal, sin embargo, actuamos simplemente como Humanos. Algunos de los sesgos en la toma de decisiones que Kahneman ha estudiado experimentalmente y presenta en esta sección son:

En sus estudios sobre la felicidad, en la tercera parte del libro, Kahneman propone una nueva manera de medir el placer y el dolor, calculándolo momento a momento y luego sumando todos los datos del período estudiado. Con anterioridad, la única manera de calcularlo era a través de sondeos y encuestas, que podían mostrar solo cómo se había recordado, no cómo se había vivido. Los resultados de ambas maneras de medir, una basada en la experiencia y otra en el recuerdo, raramente coinciden. La conclusión a la que llega Kahneman es que el yo que recuerda no toma en cuenta la duración de la experiencia, sino que la valora tomando en cuenta solamente su punto más alto (o más bajo) y el momento final.

El libro recibió el Premio al Libro de Los Ángeles Times en 2011[1]​ y de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de 2012. Fue señalado como unos de los mejores libros de 2011 por el New York Times Book Review,[2]​ The Economist[3]​ y The Wall Street Journal.[4]



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