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Perseidas



Las perseidas, popularmente conocidas como las lágrimas de San Lorenzo,[1]​ son una prolífica lluvia de meteoros anual durante los meses de julio y agosto.

Las perseidas son también conocidas en los países de tradición católica con el nombre de lágrimas de San Lorenzo,[2]​ porque el 10 de agosto se celebra su santoral. En la Edad Media y el Renacimiento las perseidas tenían lugar la noche en que se le recordaba, de tal manera que se asociaron con las lágrimas que vertió san Lorenzo al ser quemado en una parrilla.

El registro más antiguo que se tiene de la actividad de las perseidas es del año 36 d. C., de los anales históricos chinos donde se cita un pico de meteoros en esas fechas.[3]​ Pero no fue hasta 1835 cuando el astrónomo belga Adolphe Quetelet muestra que se produce una lluvia de meteoros, de forma cíclica en agosto, con su radiante en Perseo.[4]

Si bien las percibimos como estrellas fugaces, se trata de partículas de polvo del tamaño aproximado de un grano de arena que deja el cometa Swift-Tuttle en su órbita alrededor del sol.[5]​ El efecto luminoso se produce cuando estos granitos atraviesan la atmósfera terrestre, atraídas por nuestro planeta, y se volatilizan. Lo hacen a unos 210.000 kilómetros por hora.

Su período de actividad es largo y se extiende entre el 16 de julio y el 24 de agosto. Su máximo es entre el 11 y el 13 de agosto con tasa horaria zenital (THZ) 100, lo que le convierte en la tercera lluvia del año (después de las cuadrántidas y las gemínidas), aunque las perséidas son las más populares por ser visibles desde el hemisferio norte durante el verano.

A pesar de que deben su nombre a la constelación de Perseo, lo cierto es que poco tienen que ver con ella. Sí, porque el cuerpo progenitor de las Perseidas es el cometa 109P/Swift-Tuttle.[5]​ Fue descubierto por Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle el 19 de julio de 1862, posee un diámetro de 26 kilómetros y su órbita alrededor del Sol tiene un período de 135 años.[6]

Su última aparición tuvo lugar en 1992, produciéndose en 1993 un pico de actividad con THZ 300. Desde entonces, la actividad ha descendido progresivamente hasta el nivel normal de la actualidad.[7]

En 2009, hubo un paso hacia una corriente de detritos de mayor densidad poblacional, por lo que la THZ fue de 173.



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