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Pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco



Las Pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco son una zona arqueológica y sitio de pinturas rupestres y petroglifos, que constituyen un conjunto de murales precolombinos característicos del estilo "Gran Mural" que floreció en el centro de la península de Baja California en México, durante la época precolombina de Aridoamérica.

Su interés radica en la belleza de las pinturas, su amplia distribución, y su gran antigüedad. Es probable que los portadores del estilo "Gran Mural" hayan sido los antiguos californios, antepasados de los pueblos amerindios cochimíes, de los cuales no se conoce su nombre, estos grupos dejaron testimonio en cuevas durante varias épocas, siendo las más antiguas de hace más de 10,500 años.[1]​ Estos pueblos evolucionaron, teniendo su mayor auge de población y estilo cultural entre el siglo I. a.C y XIV d.C., reduciendo su población drásticamente tras la conquista española, hasta su extinción en el siglo XIX[2]​ .

Se trata de un sitio rupestre con una alta integridad y conservación dada las condiciones semidesérticas y primigenias de la zona, a la cosmogonía de los antiguos pobladores que solían conservar estos sitios, al aislamiento que vivió durante la época colonial y a la baja densidad actual de población.

Las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1993.

Las pinturas rupestres se encuentra ubicadas en múltiples sitios dentro de la Sierra de San Francisco, en el corazón de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno en el norte de Baja California Sur, dentro del municipio de Mulegé. Se puede acceder a ellas a través de la Carretera Federal no. 1. El área de pinturas es muy extensa, dado que en realidad se trata de una porción más de una infinita cadena de áreas arqueológicas de la península; si bien estas se distribuyen sobre 12 cañones principales, siendo la zona de visita principal la que se encuentra cercana al Valle de Santa Martha.

Existen datos en la Reserva de la Biosfera del El Vizcaíno, que estiman al menos 2000 sitios con evidencias humanas, siendo el sitio de mayor concentración la Sierra de San Francisco, con al menos 300 sitios entre cuevas de pinturas rupestres, zonas de petroglifos, o ambas. Las pinturas se encuentran en las paredes laterales de refugios rocosos en los barrancos de difícil acceso de la zona montañosa. Las del área de San Francisco están divididos en cuatro grupos principales: Guadalupe, Santa Teresa, San Gregorio y Cerritos. Los sitios más importantes son la Cueva del Batequi, Cueva La Pintada, la Cueva de la Natividad, el Cerro de Santa Marta, la Cueva de la Soledad, la Cueva de las Flechas y las Grutas del Brinco.

El área de mayor influencia de los grupos humanos en la región se extendía desde San Javier y La Purísima al sur de la Reserva hasta el extremo norte de la península de Baja California. Poco se sabe acerca de este grupo, aparte del hecho de que inmigraron desde el norte.

El arte rupestre prehistórico de la Sierra de San Francisco fue reportado por primera vez por el jesuita Francisco Javier Clavijero en un escrito en Roma en 1789. Otros estudios fueron llevados a cabo por el erudito y antropólogo neerlandés Herman Frederik Carel ten Kate en 1874 (a la par del ornitólogo estadounidense Lyman Belding, el cual estaba interesado por las aves de la región), y el erudito francés León Diguet entre los años 1889 y 1905. En el siglo XX las investigaciones fueron realizadas por Georges Enguerrand, Barbro Dahlgren, Stanley Gardner, Harry Crosby y Javier Romero. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se ha encargado del registro, difusión y preservación del área.

Las pinturas fueron hechas con pigmentos minerales y reflejan un peculiar arte abstracto que mayormente representa la interacción del hombre con la naturaleza; así como una evidente interpretación de las fuerzas energéticas, mágicas e inmateriales, que difícilmente pueden ser interpretadas bajo la visión actual occidental.

Los motivos son muy variados e incluyen seres humanos (hombres, mujeres y niños) y las distintas especies de flora y fauna de la región, incluyendo conejo, puma, lince, venado, borrego cimarrón, ballena, tortuga, atún, sardina, pulpo, águila y pelícano. Los elementos abstractos van desde soles, círculos, triángulos y contrastes de colores dentro de una misma figura, así como figuras yuxtapuestas. La representación frecuente de armas en figuras humanas tras de animales en movimiento, da testimonio de la caza y la guerra. Algunos humanos formando conjuntos hace pensar en rituales o celebraciones.

La gama de colores cubre todo el espectro, al igual que las técnicas de representación utilizadas, pero predominan los colores negro, rojo, amarillo y blanco. Este arte rupestre ha sido objeto de análisis detallados en los últimos años, resultando en importantes conocimientos sobre la organización social y religiosa de los pueblos prehistóricos de la zona, así como sobre sus hábitos alimenticios.

También llama la atención el tamaño de las pinturas, muchas de ellas en tamaño natural, o a escala mucho mayor, característico del estilo "Gran Mural".

Pinturas en la reserva "El Vizcaino", México. Se aprecia una ballena y un conejo entre otros animales

Réplica de las pinturas en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México

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