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Piquetero



Se conoce como movimiento piquetero al movimiento de trabajadores desocupados surgido en Argentina a mediados de la década de 1990. El crecimiento de la desocupación y los índices de pobreza que fueron en aumento luego de la práctica de políticas y recetas neoliberales crearon un caldo de cultivo en el país para el surgimiento de múltiples protestas y formas de organización de trabajadores que perdían su empleo y corrían el serio riesgo de quedar excluidos del mercado laboral.

La denominación "piquetero" proviene del hecho de que los movimientos de desocupados principalmente tienen como forma de protesta social, la instalación de piquetes en lugares estratégicos, para imposibilitar total o parcialmente la circulación por calles, caminos o rutas.

Según Luis Oviedo, militante y dirigente del Partido Obrero, se trata de una transformación genuina del movimiento obrero y las masas explotadas en Argentina ya que nace de una necesidad vital de las masa trabajadora (no solo de los desocupados) por la lucha contra la desocupación, tomando gran dimensión en la época de Menem ante el abandono de los desocupados y de la no escucha de dichos pedidos por parte de la burocracia oficial de los sindicatos.[1]

Nacidos como una agrupación ad hoc formada para canalizar la protesta contra los despidos de trabajadores en la empresa del Estado Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF, luego absorbida en el conglomerado internacional Repsol YPF) en Cutral Có y Plaza Huincul (Neuquén), los cortes de ruta («piquetes») realizados como medio de protesta dieron su nombre a los numerosos movimientos de desempleados que se han institucionalizado progresivamente, formando la contrapartida obrera a los cacerolazos empleados por la clase media para expresar su descontento con la acción gubernamental.[2]

Los movimientos de desocupados han jugado un papel político importante en estos últimos años, trabando alianzas con los principales operadores políticos —en especial las distintas facciones del peronismo y los distintos movimientos de izquierda, lo que a la vez ha dado lugar a una cierta fragmentación de estos y a su reintroducción en las reglas del juego político tradicional argentino, en que las organizaciones de trabajadores desempeñaron un papel importante. Desde la derecha política[3]​ y la clase media han sido objeto de críticas a veces feroces, acusándolos de estar asociados a la delincuencia organizada y promoviendo la toma de medidas violentas contra sus manifestaciones, calificadas de «criminales».[3]

Los primeros piquetes se produjeron con la pueblada de Cutral Có y Plaza Huincul de 1996, como protesta contra los despidos de trabajadores de YPF en la ciudad neuquina de Cutral-Có, donde la casi totalidad de la población dependía de ella para sus ingresos, se encontraban sus familias y otros sectores sociales de las localidades cuya economía dependía del petróleo (docentes, comerciantes, etc.)[4]​. Los manifestantes expresaron su rechazo con cortes en RN 22, impidiendo la circulación de camiones y logrando finalmente la renuncia del gerente que había ordenado la reducción de personal. A diferencia de los piquetes históricos, empleados por los trabajadores para cerrar el acceso a las fábricas en casos de huelga, los piquetes neuquinos convocaron no solo a los obreros mismos, sino a sus familias y a otros actores políticos; el ejemplo de Laura Padilla, una maestra local que fue uno de los líderes del movimiento en Cutral-Có, es solo uno entre numerosos casos similares.[5]

Otras localidades neuquinas adoptaron la metodología, que pronto se extendió por el resto del país. En 1997 los desempleados del Gran Buenos Aires, en especial los partidos más afectados fueron Florencio Varela y La Matanza donde se realizaron 23 cortes de ruta, que se sumaron a otros 54 en el resto del país. Simultáneamente, los movimientos locales comenzaron a adquirir características organizativas propias, dando lugar a los primeros Movimientos de Trabajadores Desocupados. Surgen de esta manera el M.T.D "Teresa Rodríguez" [6]​en homenaje a la trabajadora que fuera asesinada el 12 de abril de 1997 por la policía en una protesta que se llevaba a cabo en la ciudad de Cutral Có, el M.T. D "Aníbal Verón", el M.T. D "General San Martín" en la provincia de Chaco y otros movimientos que simplemente llevaron y llevan el nombre M.T.D. Aníbal Verón fue el símbolo de un país y una sociedad que se resquebrajaba en los comienzos del nuevo siglo. Fue un referente cesanteado de la empresa de transporte Atahualpa de Tartagal y trágicamente asesinado de un balazo[7]​ en la cara el 10 de noviembre del 2000.

La Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) —una confederación sindical opuesta a la CGT y dirigida por Víctor de Gennaro— agrupó en un primer momento muchas de las propuestas, que reforzaron el proyecto político del Frepaso a través de la acción del Frente Nacional contra la Pobreza.[8]



Las condiciones socioeconómicas son la causa principal del fenómeno y el camino de su solución: el deterioro acelerado de la calidad de vida de estos sectores, acostumbrados a tiempos mejores, crea un clima de alta frustración y protesta.

En los últimos años estas organizaciones aumentaron a un ritmo de progresión geométrica. Pasaron de ser la expresión inorgánica de una protesta legítima, a movimientos más o menos organizados y con capacidad de acción política.[cita requerida]

Hoy los piqueteros, que se organizan en principio en pequeñas agrupaciones zonales, confluyen luego en organizaciones coordinadoras, las que a su vez están nucleadas en tres bloques.[9]

El movimiento piquetero fue objeto de la violencia estatal y ha sido reprimido en varias oportunidades por los gobiernos de turno -sean locales, provinciales o nacionales- provocando en muchas de esas represiones muertes y/o heridos.

El piquete como método de protesta se ha extendido entre la población general ante distintos conflictos que son desatendidos por las autoridades correspondientes, como los ocurridos tras los reiterados prolongados cortes de luz en la Ciudad de Buenos Aires.[19]

En el país de la industria, la desocupación alcanzó el 50%. Ante la crisis extrema que generó el cierre de fuentes de trabajo, las mujeres tuvieron que tomar en sus manos la subsistencia familiar.[20]​ Las mujeres Argentinas son impulsadas a organizarse y salir a la calle, motivadas por el hambre que sufren sus hijos.

Las mujeres serán el componente principal de los movimiento piqueteros y desocupados. En la medida que el hombre fue perdiendo el empleo y con ello el rol tradicional de sostén de hogar, muchas mujeres salieron a hacerse cargo del mantenimiento de las familias,pero a su vez decidieron no quedarse de brazos cruzados y tomaron las calles, plazas, rutas, reclaman salud, educación, trabajo y vivienda dignas.[21]

Aunque todos los estudios coinciden en que las mujeres han sido las que mayoritariamente “pusieron el cuerpo” en estos cortes de ruta y movilizaciones que dieron origen al movimiento piquetero, lo cierto es que se encuentran invisibilizadas. Los liderazgos reconocidos, incluso por los propios integrantes del movimiento, son mayoritariamente masculinos. Sin embargo, aunque poco visibilizadas, las mujeres tuvieron durante este período un papel protagónico que rompió con los estereotipos propios de la “domesticidad”.[4]

Las mujeres piqueteras se organizan y ponen en funcionamiento comedores, para poder alimentar a sus hijos, organizan trueques, comedores comunitarios, jardines de infantes, huertas comunitarias. Si bien las piqueteras han asumido roles y actividades que históricamente fueron asignadas a las mujeres, hacerlo fuera del hogar le da otro significado. En primer lugar, logran que dichas tareas sean vistas como un trabajo. En segundo lugar, ha hecho que estas mujeres sientan que sus actividades tienen influencia más allá de sus hogares. Finalmente, estas actividades ha contribuido a la organización colectiva.[22]

Para algunos autores, la presencia de las mujeres en el movimiento piquetero es precedida por la existencia del movimiento en sí mismo y consideran que es allí donde mayoritariamente, ellas realizan sus primeras experiencias de participación pública en la vida comunitaria. Esa participación se encuentra signada por una ambivalencia permanente, sustentada en una suerte de movimiento pendular entre acciones femeninas de carácter asistencialista (ilustrada por la experiencia de las “manzaneras”, en el caso del conurbano bonaerense, y la naturalización del rol femenino de “cuidar de los otros”) y acciones orientadas a politizar su rol de madres y la problemática del hambre. Ello entonces habría permitido a las mujeres interpelar al Estado bajo esa dirección.[23]



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