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Plan de los Comisarios de 1811



El Plan de los Comisionados de 1811, es un plan urbanístico de la ciudad de Nueva York. A este plan se le considera «el documento más importante en el desarrollo de la ciudad de Nueva York».[1]​ Este plan ha sido descrito como abarcando la «predilección republicana por el control y el equilibrio ... [y] la desconfianza a la naturaleza».[2]​ Los comisionados para el diseño de los planos fueron John Randel Jr.[nota 1]​; quien era el comisionado principal, Gouverneur Morris,[nota 2]John Rutherfurd [nota 3]​ y Simeon De Witt.[nota 4]​ Desde sus primeros días el plan fue criticado por su monotonía y rigidez, en comparación con los patrones de calles irregulares de las ciudades más antiguas; pero en los últimos años se le ha visto más favorablemente por parte de los planificadores urbanos.[3]

Las calles del bajo Manhattan se habían desarrollado en su mayor parte ‘orgánicamente’ como la colonia de Nueva Ámsterdam [nota 5]​ los caminos eran una mezcla de carriles, calles cortas y senderos formados al azar al paso de los nativos y los animales.[4]​ La casualidad y la propiedad sin ningún orden era la regla general hasta 1800, cuando el Consejo Municipal de Nueva York comenzó a legislar sobre el paisaje, promulgando regulaciones para mantener una claridad de las calles y exigiendo que las nuevas calles a crear debían ser aprobadas con antelación. Se comenzaron a establecer impuestos a los propietarios para asumir el costo de mantenimiento de las calles. A partir de 1803, el Concejo Municipal comenzó la clausura a las calles que no servían a ningún propósito público y asumió la responsabilidad de la construcción de las calles; que hasta ese momento habían sido creadas por particulares.[5]

Andrew Haswell Green informó en 1865 que se aprobaron treinta y ocho (38) leyes estatales que modificaban el trazado original de 1811. La mayor alteración al plan de los comisarios fue la creación del Central Park con una dimensión de ochocientos cuarenta y tres (843) acres entre la Calle 59 y la Quinta Avenida y la Calle 110 con la Octava Avenida.

El diseño presentado por la comisión fue muy criticado desde el principio, no solo porque no respetaba la topografía original de la isla; sino también porque no tenía en cuenta los ideales clásicos sobre la belleza y era bastante monótono en su regularidad. También fue muy criticado por el hecho de que su diseño responde exclusivamente a intereses económicos.

Entre los muchos críticos al diseño del plan se encontraban Edgar Allan Poe y Alexis de Tocqueville; quienes creían que fomentaba «una implacable monotonía».[6][7]

Walt Whitman editor de The Brooklyn Eagle decía de este plan: «Nuestros perpetuos apartamentos muertos y calles cortandose en ángulos rectos, son ciertamente la última cosa en el mundo coherente con la belleza de la situación».[6]




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