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Poesía de la conciencia



Poesía de la conciencia es una de las etiquetas con las que se alude a las poéticas que practican una oposición al capitalismo en su fase global y postmoderna. Aunque el significado y alcance de este marbete son parcialmente ambiguos, se puede datar la emergencia de este movimiento de la poesía española contemporánea en la década de 1990. Como elementos fundacionales, en esas fechas, cabe tener en cuenta, entre otros, la publicación del volumen Poesía y poder,[1]​ la aparición en la revista Ínsula de un monográfico dedicado a Los compromisos de la poesía española[2]​ o la organización de los encuentros anuales Voces del extremo en Moguer, Huelva, a cargo del poeta y ensayista Antonio Orihuela a través de la Fundación Juan Ramón Jiménez.

Considerada ampliamente, esta etiqueta engloba tanto a las obras concretas de diversos autores, como a los intentos críticos de organización de estos mismos autores de una poética teórica general que acoja las distintas opciones estéticas y políticas de sus miembros. Con las mismas pretensiones, han sido utilizados otros rótulos, entre los que se puede señalar poesía de la conciencia crítica, escritura del conflicto, nueva poesía social, literatura activista, poesía en resistencia o voces del extremo.

La amplitud del término "poesía de la conciencia" supone, a un mismo tiempo, tanto una inevitable ambigüedad como la exacta demarcación de un grupo de poetas con claros intereses comunes y relaciones intelectuales intensas. La convivencia y cooperación de este grupo de poetas se hace evidente al contemplar una vida intelectual colectiva aglutinada alrededor de proyectos comunes: antologías poéticas, organización de encuentros, foros y páginas web, referencias cruzadas y colaboraciones en prácticas de escritura colectiva. En común también poseen, como se ha señalado anteriormente, una clara, aunque diversa, consideración anticapitalista de las prácticas literarias.

Precisamente la participación en actividades colectivas, y cierta conciencia de adscripción a un grupo, es lo que impulsa a algunos de estos autores a la búsqueda de una poética teórica aglutinante. Sin embargo, las diferencias de los individuos y colectivos que conforman este grupo imposibilita que tal tarea teórica global sea posible sin ambigüedades ni conflictos. No pocos de los autores de la poesía de la conciencia niegan, precisamente, su pertenencia a grupo alguno, aunque sea notable su participación en él. Poetas como Antonio Orihuela rechazan, por ideológicamente determinadas, precisamente las categorías teóricas de grupo, generación o movimiento literario.[3]​ Considera Orihuela que tales etiquetas subrayan la concepción exclusivamente literaria en detrimento de la dimensión de transformación política y social. Esta negación de la existencia de un movimiento o generación literaria se acompaña, por otra parte, de una intensa cooperación grupal en torno a las prácticas poéticas críticas con el capitalismo. Antonio Orihuela encabeza, precisamente, la organización de no pocas de las actividades de tendencia aglutinadora del grupo, como los encuentros Voces del extremo que, anualmente, auspicia la Fundación Juan Ramón Jiménez en la localidad de Moguer. Estos encuentros propician, en declaraciones de Orihuela, la visibilidad política de unas prácticas poéticas socialmente combativas.

Una nota característica de los autores de la poesía de la conciencia es la consideración de la dimensión social y política como núcleo de la naturaleza humana. Poetas como Enrique Falcón o Jorge Riechmann han polemizado sobre el uso, también ideológicamente determinado, del adjetivo "político" o "social" aplicado a este tipo de poesía. Afirman Falcón y Riechmann (inter alii) que toda escritura está política y socialmente determinada, por lo que al calificar a las prácticas poéticas combativas con el capitalismo como "políticas", se vendría a señalar falsamente al resto como "no políticas" o "neutrales".[4]

Parecido rechazo suscita la etiqueta compromiso. Por una parte, para algunos de estos autores, este término evoca una práctica de la poesía supeditada a unas instrucciones políticas previamente determinadas, al modo de cierta poesía comprometida de los años 50 del siglo XX. Por otra parte, por motivos semejantes a los anteriormente expuestos, otros autores consideran que toda poesía está comprometida con unos u otros posicionamientos políticos y sociales. Así, el colectivo Alicia bajo cero se encargó de señalar el compromiso político de la poesía de la experiencia con el capitalismo,[5]​ mientras que Antonio Orihuela ha argumentado la existencia del mismo tipo de connivencia en el realismo sucio español de los años 90.[6]

Otros poetas del grupo, como Jorge Riechmann confirman estas ideas, pero redundando en la existencia de lo específicamente poético. Esta dimensión, según Riechmann superaría sin negar la dimensión política emancipatoria de los discursos poéticos:[7]

Siempre dentro de este amplio marco de combatividad política contra el capitalismo, las diferencias formales, de contenido e ideológicas entre los miembros del grupo no acaban aquí. David González o Antonio Orihuela practican y defienden un realismo en que la palabra se utiliza como un arma de comunicación eficaz. Por ello, acuden a mecanismos de sencillez sintáctica y claridad enunciativa que aseguren cierta performatividad factual. Son especialmente significativas, en el caso de David González, la predisposición de su escritura hacia el autobiografismo y, en el caso de Antonio Orihuela, la presencia de la Historia en sus poemas.

Por otra parte, otros miembros del grupo, mayoritariamente aglutinados en torno a la Unión de escritores del país valenciano, defienden una poética de desarticulación de la realidad capitalista a través de una radical desestructuración del lenguaje. Para autores como Antonio Méndez Rubio, desde una perspectiva de centralidad del lenguaje en la confrontación política, cercana a posturas de Deleuze, Derrida o Michel Foucault, las notas características del realismo social, como la claridad enunciativa o el autobiografismo, no sólo no ayudan a la transformación social, sino que, de alguna manera, la obstaculizan. Este autor, confrontando "el lenguaje de la realidad" y "la realidad del lenguaje", afirma:[8]

Para Antonio Orihuela, autor de formación marxista y doctor en Historia, la posición de Antonio Méndez asume una deriva postmoderna que restaría performatividad factual a la escritura poética y la sustraería del curso histórico. Advierte que colocar al lenguaje en el centro de la conflictividad social presupone eliminar los componentes de materialismo dialéctico realista de la poesía y, por tanto, cualquier posibilidad de emancipación:[9]

Enrique Falcón encuentra rasgos comunes entre ambas posturas, así como evidentes posibilidades de mutuo entendimiento y enriquecimiento. Así, al justificar la nómina de la antología de poesía de la conciencia Once poetas críticos de la poesía española reciente, antología en la que conviven Antonio Orihuela y Antonio Méndez, afirma:

De nuevo Jorge Riechmann intenta proponer una percepción superadora de esta tensión o conflicto entre la claridad performativa materialista y la deconstrucción lingüística:[10]

Por otra parte, Josu Montero incluye a estas dos corrientes de la poesía política, rotuladas como "subversión lingüística" y "realismo crítico", en una tercera que rozaría o incluiría el realismo sucio:[11]

Araceli Iravedra incluye también al realismo sucio en la nómina de una nueva poesía social a partir de los noventa, aunque haciendo ciertas distinciones entre un realismo crítico, de corte social y política, y un realismo sucio, de bases escépticas y raigambre nihilista.[2]

Precisamente, autores como David González ha insistido en que sus prácticas poéticas son más cercanas a las de una poesía de combate político que a las del realismo sucio.

La polémica se extiende aquí a dos extremos. Por una parte, la mayor parte de los autores de la poesía de la conciencia consideran a la poesía de la experiencia como una manifestación de conformidad con la política capitalista de la sociedad del espectáculo. El volumen crítico Poesía y poder de la Unión de Escritores del País Valenciano viene, precisamente, a tratar de demostrar este punto.[1]​ Por otra parte, Orihuela, en polémica con un artículo de López Merino,[12]​ ha descalificado la consideración de que las prácticas de realismo social anticapitalista se subordinen al marbete crítico "realismo sucio". Distingue Orihuela en el realismo sucio componentes de un nihilismo misántropo, individualista y desesperanzador al servicio de la ideología postmoderna capitalista dominante. Por ello, para este autor, que el realismo crítico se trate de incluir como una subcategoría del realismo sucio es un intento de neutralizar la carga de transformación social del primero en detrimento del éxito inocuo del segundo[13]

Para unos autores y para otros del grupo de la poesía de la conciencia, la mayor visibilidad editorial de la poesía de la experiencia como del realismo sucio es prueba de la vehiculación, a través de ambas corrientes, de la ideología dominante. En el terreno de la narrativa está representado por figuras como Francisco Casavella, Rafael Chirbes, Emilio Morote Esquivel o Daniel Ruiz García.

Ideológicamente, la procedencia de los autores se entronca con diferentes tradiciones de la izquierda histórica moderna y postmoderna, desde el comunismo y el anarquismo, hasta el situacionismo o referencias a posiciones cercanas a la postmodernidad foucaultiana o deleuziana. Por ello, algunos autores pueden acudir a fuentes de la poesía social de los cincuenta y sesenta (como Blas de Otero, Gabriel Celaya o Pablo Neruda), mientras que otros lo rechazan al considerarlos modelos superados o limitados ideológicamente.

Todas estas disensiones marcan característicamente la ambigüedad con que los autores del grupo se refieren a la poesía de la conciencia, mientras que su evidente cohabitación, intereses comunes y necesidades organizativas políticas señalan su unidad. Cabe señalar algunos hitos de esa unidad: su participación en antologías (como Feroces -DVD editores-, Poemas para cruzar el desierto -Línea de fuego-, Once poetas críticos españoles -Baile del sol-, Material inflamable para manos incendiarias -MLRS-, entre otros), reunión en diversos encuentros (como el mencionado Voces del extremo, los Foros sociales de las artes, o los recitales de poesía contemporánea organizados por el colectivo sevillano La palabra itinerante en la Sala Imperdible), las constantes mutuas referencias en sus trabajos críticos y poemarios o su participación en webs como el Manual de Lecturas Rápidas para la Supervivencia.

Tal vez la obra crítica de Enrique Falcón, expresada en distintos artículos, introducciones a antologías y estudios críticos, sea la que más significativamente trata de aunar las diferentes dimensiones y disensiones. A este respecto, resulta especialmente alumbrador un artículo en constante construcción, que bajo el título genérico de "No doblar las rodillas", aparece en su última versión en la antología "Once poetas críticos en la poesía española reciente". Precisamente Falcón ha utilizado, más o menos regularmente, los términos poesía de la conciencia, poesía de la conciencia crítica o poesía crítica en la medida en que el despertar de un cierto tipo de conciencia, más o menos crítica, aparece como objetivo o lugar común de este grupo de poetas.

También Prieto de Paula confirma la existencia de una nueva tendencia poética, a la que llama precisamente poesía de la conciencia, en un proceso de pugna con la poesía de la experiencia:[14]

Dado que con las etiquetas poesía de la conciencia, "escritura del conflicto", "nueva poesía social", "literatura activista", "poesía en resistencia" o "voces del extremo" se menciona a un nutrido número de creadores con más de una década de vida de grupo, los nombres que aparecen en ella deben considerarse más o menos nucleares. La lista resulta ampliable a otros poetas en capas sucesivas de alejamiento en los intereses políticos y la colaboración en proyectos comunes.

1993

1994

1995

1997

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2000

2001

2002

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2017




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