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Portezuelo (Cáceres)



Portezuelo es un municipio español de la provincia de Cáceres, Extremadura.

Está situado en la falda norte de la cordillera Oretana. Pertenece al partido judicial de Cáceres y a la mancomunidad de la Rivera de Fresnedosa.

El término municipal de Portezuelo tiene los siguientes límites:

El origen de la población es aún hoy desconocido, si bien se sabe que la zona estuvo habitada desde la prehistoria, ya que en sus inmediaciones se ha hallado dólmenes prehistóricos. A su vez se tiene constancia de que cerca del lugar geográfico que hoy ocupa el pueblo hubo asentamientos mineros romanos. A su vez se tienen indicios de que en la época visigoda hubo una ciudad de esta civilización en el cerro próximo de Macailla, por lo que una de las hipótesis que tiene más fuerza es que fueran habitantes de la misma los que se trasladaron a las inmediaciones del castillo de Portezuelo una vez que este fue construido, dando origen a la localidad tal y como hoy se conoce.[1]

A la caída del Antiguo Régimen la localidad se constituye en municipio constitucional en la región de Extremadura, Partido Judicial de Garrovillas[2]​ que en el censo de 1842 contaba con 100 hogares y 548 vecinos.[3]

La principal actividad económica de la localidad es la ganadería. La gran cantidad de encinas y alcornoques que rodean a la misma permite la explotación de dehesas dedicadas al ganado vacuno, porcino, ovino y caprino. Además en sus inmediaciones se sitúan numerosas huertas lo que hacen que la agricultura sea también muy importante para la localidad.

Cuando el relente de la helada deja caer su carámbano la noche del 19 de enero, todos los portezueleños acuden a la iglesia parroquial. Va a comenzar "La Velá". La gente se arremolina alrededor de San Sebastián y San Fabián. Cantan hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Importante -demasiado importante- es que, durante estos actos en el exterior de la iglesia, arda una hoguera a su puerta, grandiosa fogata que llega a alcanzar impresionante altura.

Al amanecer del día 20, le toca espantar la helada al tamborilero. Es la hora de la “Alborá”. Gaita y tamboril tocan a diana. Los portezueleños soñolientos y algo resacosos de la jarana nocturna, abren los ojos. Pronto se esfuma la pereza y se prepara el “remú”, la ropa vistosa y limpia que sólo se pone en determinadas festividades Cuando el sol sube más de dos palmos por cima de la sierra, dos hombres acompañan al tamborilero. Se va casa por casa, realizando una cuestación. Hay que pedir "Iimohna pa loh sántuh bendítuh".

Llega la misa. Se pasa, posteriormente, a la procesión, "los santos" van a recorrer todos y cada uno de los hogares de Portezuelo. Las dos pequeñas tallas de los Santos Mártires, llevadas en andas, con fanática fe por los hijos de Portezuelo, franquean todas las puertas y penetran en todas las viviendas. Son horas de emoción, de lágrimas y escalofríos, de recuerdos hacia los que se fueron para siempre y para el portezueleño de la emigración, el que no pudo venir a ver a los santos de su devoción.

La pólvora de las escopetas inunda la atmósfera. y docenas de cohetes revientan en lo alto cada vez que los Santos entran o salen de una casa. Hay cánticos y vivas. Todo se entremezcla en un confuso desorden organizado.

Larga y monótona es la procesión para el profano, pero para los vecinos de Portezuelo el tiempo se les escapa a todo correr. Las seis de la tarde se echan encima y el cortejo va llegando a la plaza. Aún no es hora de comer. Y en la plaza, se celebran las pujas. ¡A ver quién da más! Los que pregonen la cantidad más alta, se quedarán con las "piernas" de las andas y las llevarán hasta la iglesia.

Muere la procesión y la copla se deshace en el aire:

"Recorridos los hogares y de nuevo en vuestra casa, derramad sobre este pueblo muchas bendiciones santas.

Los hijos de Portezuelo, que lejos de aquí se encuentran, el día 20 de enero os honran con su presencia."



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