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Príapo



En la mitología griega, Príapo (en griego antiguo: Πρίαπος [Príapos]) es un dios menor rústico de la fertilidad, tanto de la vegetación como de todos los animales relacionados con la vida agrícola. Era adorado como protector de los rebaños de cabras y ovejas, de las abejas, del vino, de los productos de la huerta e incluso de la pesca.

Príapo se solía representar con un enorme falo en perpetua erección o en posición fálica, símbolo de la fuerza fecundadora de la naturaleza. Los romanos solían colocar en sus jardines estatuas de Príapo, normalmente con la forma de toscas hermas de madera de higuera, manchadas de bermellón (de aquí que el dios fuese llamado ruber o rubicundus), con un enorme falo erecto, llevando fruta en su ropa y una hoz o una cornucopia en la mano. Su función era la de garantizar una abundante cosecha. Príapo alejaba el mal de ojo y su estatua protegía las huertas de los ladrones. Como otras divinidades protectoras de las artes agrícolas, se le creía poseedor de poderes proféticos, y a veces se le menciona en plural.

Sin embargo, otros muestran cómo los poetas inventaron situaciones cómicas y obscenas para Príapo, otorgándole un prominencia literaria mayor de la que gozó en los ritos y la religión, si bien las figuras fálicas enmascaradas destacaban en muchas ocasiones festivas, tanto en Grecia como en el mundo romano.

Según algunos mitógrafos, sus lugares originarios de culto eran las ciudades de Asia Menor situadas en el Helesponto, particularmente Lámpsaco. Por esto a veces era llamado «Helespóntico».[1]​ Más tarde, su culto se difundiría por Grecia e Italia. Los poetas griegos más antiguos, como Homero o Hesíodo, no mencionan a Príapo y Estrabón[2]​ afirma expresamente que sólo tardíamente fue objeto de adoración divina.

Príapo tenía tantos rasgos en común con los otros dioses de la fertilidad que los órficos le identificaban con sus místicos Dioniso, Hermes, Helios y demás. Las leyendas áticas le relacionan con seres tan sensuales y licenciosos como Conisalos, Ortanes, Fonile y Ticone. En cierta manera su equivalente en la mitología romana, donde fue mucho más popular que en la griega, era Mutinus Mutunus, la personificación del poder fructífero de la naturaleza.

Luciano cuenta en Sobre la danza que Príapo era considerado en Bitinia un dios guerrero, un tutor rústico del infante Ares.

Príapo suele ser considerado hijo de Dioniso y Afrodita. Se dice que esta había cedido a los abrazos de Dioniso, pero durante la expedición de este a la India le fue infiel y vivió con Adonis (quien sería su padre según un escolio Sobre Licofrón señalado por Kerényi 1951). A la vuelta de Dioniso Afrodita volvió a su lado, pero pronto le abandonó de nuevo y marchó a Lámpsaco para dar a luz al hijo del dios. Hera, decepcionada por la conducta de Afrodita, la tocó y su poder mágico hizo que alumbrase un hijo extremadamente feo y con unos genitales inusualmente grandes. En Helicón (Beocia) el escritor y viajero Pausanias señalaba una estatua de Príapo que era «digna de verse»:

Sin embargo, según otras fuentes Príapo era hijo de Dioniso y de una náyade o de Quíone y dio su nombre a la ciudad anatólica de Príapo, actual Karabiga,[4]​ mientras otras también le describen como hijo de Adonis con Afrodita,[5]​ de Hermes,[6]​ o de un padre de largas orejas, esto es, de Pan o de un sátiro.[7]

En los Fastos de Ovidio, la diosa Hestia cayó dormida ebria en un banquete, y Príapo aprovechó esta oportunidad para intentar violarla. Con sigilo se le acercó, y justo cuando iba a abrazarla uno de los burros de Sileno (anfitrión del banquete) alertó al resto de invitados con «estridentes rebuznos». Lotis se despertó y rechazó a Príapo, pero su auténtica salvación fue ser transformada en flor de loto. Para hacerle pagar por estropearle esta oportunidad, Príapo mató al burro. Esta anécdota servía para explicar por qué en la ciudad de Lámpsaco, donde Príapo era adorado entre la descendencia de Hermes,[8]​ se sacrificaban burros como libación.

Además de la anterior, otras leyendas explicaban el por qué de estos sacrificios. Según una de ellas, Hestia fue avisada por un burro cuando Príapo iba a violarla (y por esto mismo en la fiesta de Hestia se coronaba a los asnos con flores). Otra leyenda cuenta que el origen está en una pelea que Príapo tuvo con un asno (al que Dioniso había concedido el don de la palabra) sobre el tamaño de sus respectivos miembros viriles. Príapo ganó y mató al asno, aunque luego sintió pena y lo subió a las estrellas.[9]

En las excavaciones de Pompeya se descubrió un famoso fresco de Príapo pintado en las paredes del vestíbulo de la casa de los Vettii. Se cree que la función de este fresco era contrarrestar al mal de ojo de los envidiosos de la riqueza de los Vettii, dos acaudalados comerciantes de la ciudad que gastaron grandes sumas en decorar su mansión.




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