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Principio de solidaridad



En la doctrina social de la Iglesia católica se entiende por principio de solidaridad la consideración del conjunto de aspectos que relacionan o unen a las personas, la colaboración y ayuda mutua que ese conjunto de relaciones promueve y alienta.[1]

A la luz del creciente grado de interdependencia y globalización de las relaciones entre Estados, empresas e individuos, lo que este principio promueve es una colaboración, interacción y servicio que parta de los valores evangélicos y contribuya al crecimiento, progreso y desarrollo de todos los seres humanos. Esta doctrina señala que tal solidaridad es necesaria especialmente para con los más necesitados sean países o personas.

Es en la encíclica Sollicitudo rei socialis donde se plantea más a fondo la noción y el alcance del principio de solidaridad:

El Papa Juan Pablo II sostuvo que en el mundo separado en dos bloques de aquel entonces se dificultaba el ejercicio de la solidaridad por obra de auténticas estructuras de pecado[2]​ y que por tanto, había que rehacer las relaciones de interdependencia entre personas y países por medio de estructuras de solidaridad.

Más aún, llega a afirmar que la solidaridad, como principio de la doctrina social, se relaciona y tiene vínculos con los demás principios o líneas de inspiración cristiana como el destino universal de los bienes, el bien común, la igualdad en la fraternidad de todos los hombres, etc. Se propone así como la virtud que deben ejercer de los cristianos en relación con la sociedad para de algún modo pagar la deuda que tienen con ella por las condiciones que esta ofrece de desarrollo y vida humana.



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