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Pro lege Manilia



En defensa de la Ley Manilia, (en latín Pro Lege Manilia, conocido también como Sobre el mandato de Gneo Pompeyo, en latín De imperio Gn. Pompei) fue un discurso pronunciado por el orador romano Marco Tulio Cicerón en el 66 a. C. con respecto a la Ley Manilia, que proponía conferirle a Pompeyo el Grande el mando de la tercera guerra mitridática.[1]​ El discurso como objetivo principal potenciar el entusiasmo por Pompeyo que los oyentes ya tenían.[2]​ impulsar su carrera política hacia el consulado, el cual consiguió en 63 a. C.[3]

La lex Manilia proponía conferir todos los poderes militares y civiles de las provincias de la Asia. Pompeyo se había mostrado austero en el gobierno de las provincias que tenía bajo su dominio y como general había tenido muchos éxitos y triunfos entre los cuales se encontraba la derrota de las últimas fuerzas piratas mientras se encontraba al cargo del ejército a Cilicia.[4]​ En solo tres meses, consiguió someterlos, muchos de ellos se rindieron, y en vez de castigarlos siguiendo la tradición romana los trató con moderación y los estableció en ciudades despobladas.[5]

Si se aprobaba la propuesta de Cayo Manilio, sería la primera persona desde la fundación de Roma que acumulaba tanto poder, por eso, muchos senadores se oponían. Entre los opositores se encontraban Quinto Lutacio Cátulo y Quinto Hortensio, que denunciaron el peligro que supondría otorgarle un poder ilimitado, que a la vez era incompatible con las instituciones romanas.[6]

Durante las Guerras mitridáticas se había confiado la dirección del ejército romano a varios generales y todavía no habían conseguido el triunfo. Cayo Manilio propuso la investidura de Pompeyo debido a sus múltiples éxitos y triunfos en otras campañas bélicas.[7]

En aquel momento, Cicerón era pretor del pueblo romano. Desde el inicio de su carrera política había ido contra la oligarquía representada por Sila y sus leyes. Necesitaba alguien que encarnara estos ideales para impulsar su carrera política hacia el consulado, el cual consiguió en 63 a. C.[3]​ Por este motivo, accedió a defender la Lex Manilia.[3]

La defensa que pronunció Cicerón se basaba fundamentalmente en tres argumentos:[8][9]

Los argumentos sobre los cuales planteó su propuesta eran sencillos pero conmovedores y tenían como objetivo principal potenciar el entusiasmo por Pompeyo que los oyentes ya tenían. Debido a sus triunfos, Pompeyo era tenido en gran consideración y aprecio por los ciudadanos. Esto era tanto así que se cree que la Lex Manilia hubiera sido aprobada sin la intervención de Cicerón.[2]

Pro Lege Manilia se puede dividir en siete partes:[10][11]

Logró potenciar el entusiasmo por Pompeyo que los oyentes ya tenían debido a que Pompeyo era tenido en gran consideración y aprecio por los ciudadanos. Esto era tanto así que se cree que la Lex Manilia hubiera sido aprobada sin la intervención de Cicerón.[12]​ El discurso de Cicerón gustó. Pompeyo fue investido general del ejército.[13]

Como general, la primera medida que tomó Pompeyo fue asegurarse la amistad del rey Fraates III de Partia, quien tenía poder sobre Tigranes. Mitrídates VI propuso la paz pero Pompeyo no la aceptó. Mitrídates se retiró con su ejército hacia la frontera de Armenia pero el ejército romano lo atacó; solo escaparon el rey y una pequeña parte del ejército. Mitrídates huyó.[14]Pompeyo derrotó a Mitrídates y dejó organizadas las provincias de la Asia.

Los códices que han transmitido este discurso son:[15]



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