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Protréptico de Aristóteles



El Protréptico o Exhortaciones[1]​ (en griego Προτρεπτικός, en latín Protrepticus) de Aristóteles es el título de una de las obras perdidas de juventud de este filósofo. Constituye una exhortación a la filosofía, perteneciente a los textos "exotéricos" de Aristóteles dedicados a un gran público y fue posiblemente escrita cuando todavía era miembro de la Academia de Platón.[2]

Durante la antigüedad, el Protréptico fue posiblemente el escrito más admirado e imitado de Aristóteles. A partir de la difusión de los escritos privados de Aristóteles (llamados usualmente "esotéricos"), sus obras públicas fueron cayendo en el olvido, y no han llegado íntegras a nosotros. Del Protréptico solamente tenemos los fragmentos que se han conservado en las obras de otros autores antiguos.

El hecho de que la obra fuera dedicada a Temisonte, el rey de los chipriotas,[3]​ hace suponer a algunos que pudo ser escrita poco antes del año 351/350 a.C., cuando las colonias griegas en esa isla intensificaron sus relaciones con Atenas, previendo la inminente entrada en guerra contra los persas. La hipótesis se ve reforzada por el hecho de que el Protréptico parece contener una respuesta a la Antídosis de Isócrates, en la que había un ataque a la filosofía, y que fue escrita un poco antes, en el año 352 a.C.[4]​ Quizá el Protréptico fue uno de los últimos escritos exotéricos.[5]

Hay dificultades en definir su contenido al no poseer testimonios directos sino pasajes. Los fragmentos más extensos del Protréptico de Aristóteles nos han llegado en otra obra del mismo título, escrita por Jámblico y se cree que lo escribió teniendo como modelo al de Aristóteles.[6]​ Por eso muchos editores actuales del Protréptico siguen el orden de los fragmentos conservados en Jámblico. El texto se parece a su obra Eudemo y no se sabe si se escribió a modo de diálogo.[7]

De todos modos parece claro que tanto que Aristóteles sostuvo la existencia del alma en el cuerpo como una penosa condena.[6]​ La sabiduría se concibe platónicamente como un saber exacto que es a la vez teórico y práctico.[8]

La obra muestra la superioridad de la filosofía a partir de una concepción finalista de la vida humana: el ser humano se caracteriza por la racionalidad, y por ello la realización plena de su vida consiste necesariamente en el ejercicio de la razón. El modo más alto del ejercicio de la razón viene representado por aquel tipo de saber que no se busca en función de otros, sino por sí mismo. Y este saber es la filosofía.

La aparente inutilidad de la sabiduría muestra su superioridad, pues muestra que ella no está en función de otros objetivos o saberes, sino que se busca por sí misma. Sin embargo, esto no significa que la filosofía no sea útil para la vida humana, de modo que quienes la ejercen pueden llevar una vida virtuosa y feliz. La sabiduría, en cuanto conocimiento del recto uso de los bienes, transforma la filosofía en el medio indispensable para que el hombre alcance la virtud y, de este modo, llegue a tener una vida plena, es decir, feliz.[10]

En el Protréptico aparecen ya algunas de los conceptos claves de la filosofía aristotélica, como la distinción entre acto y potencia, por más que la obra todavía refleje la influencia del platonismo.

Cicerón escribió un diálogo, el Hortensio, que era más o menos una paráfrasis retórica del Protéptico. En las Confesiones, San Agustín que fue precisamente esta obra ciceroniana la que causaría más admiración entre todos los estudiosos tanto de retórica como de filosofía y precisamente sitúa en ella el impulso personal que le llevó a la filosofía.[11]​ El filólogo Werner Jaeger declaró: "En el Protréptico encontramos al hombre que aprendió a ver el mundo con los ojos de Platón".[12]

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