El puente de la Culebra es una obra arquitectónica del siglo XVIII, que se encuentra en la ciudad española de Madrid. Fue construido en el parque de la Casa de Campo, sobre el cauce del arroyo de Meaques, afluente del río Manzanares y éste del río Jarama.
El puente se emplaza en la zona conocida como El Zarzón, en el extremo suroccidental del recinto. Se encuentra próximo a la confluencia del camino de Prado Rodajos, que aparece hacia el sur, y de la carretera de El Zarzón, situada al oeste. A sus pies se halla el "Estanque Chico", formado por las aguas represadas del arroyo de Meaques.
El puente de la Culebra fue levantado en el año 1782, a instancias del rey Carlos III, siendo la obra artística más representativa de las que perduran en toda la Casa de Campo y un curioso ejemplo de arquitectura barroca italiana en Madrid. Llamado originalmente "Puente Estrecho", esta construcción empezó a ser conocida con su nombre actual por las formas ondulantes de sus pretiles, que asemejan una serpiente reptando.
Su autor es Francesco Sabatini, uno de los arquitectos del Palacio Real de Madrid, quien proyectó este diseño para impedir el acceso de carruajes a la Casa de Campo, una zona forestal históricamente adscrita a la Corona Española. Probablemente esta obra, situada lejos de los caminos más transitados, es la más decorativa y menos funcional de todas las que construyó el arquitecto italiano en la Casa de Campo.
Fue uno de los cinco puentes que realizó el citado arquitecto sobre el arroyo de Meaques. Además del de la Culebra, sólo se conservan otros dos, el de la Agachadiza y el del Álamo Negro (antes llamado del Batán), con uno de sus tres ojos originales cegados y toda su estructura primigenia de ladrillo recubierta de cemento.
Construido en estilo barroco, con clara influencia italiana, el puente combina el ladrillo rojo, presente en sus arcos, con el granito, que domina su parte superior, a partir del saliente instalado sobre la línea de imposta. Sus pretiles están ardonados con diez pináculos de piedra.
El puente fue objeto en septiembre de 2003 de un acto de vandalismo, al ser sustraídos los diez pináculos de granito que adornaban sus pretiles, de los que sólo aparecieron tres en las inmediaciones. Al año siguiente, el ayuntamiento invirtió 32 000 euros en la restauración del puente y los pináculos desaparecidos fueron sustituidos por reproducciones fidedignas.
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