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Quema prescrita



La quema prescrita, también conocida como incendio prescrito, quema controlada o ecoquema, es una técnica de supresión y mitigación de incendios forestales descontrolados mediante incendios controlados del material combustible acumulado. En la naturaleza, la lucha contra incendios requiere de técnicas, equipos y entrenamiento diferentes de los empleados por las brigadas de bomberos de las áreas urbanas.

El uso de la quema prescrita, que usaron otras civilizaciones como una herramienta para evitar males mayores, se originó cuando los humanos adquirieron la habilidad de provocar y de extinguir incendios. Algunos incendios eran suprimidos mientras otros eran fomentados para quemar materia orgánica. Los pueblos originarios de América y los europeos colonizadores utilizaban incendios para mejorar pastizales duros e incomibles por la hacienda, en otros brotes más tiernos que crecían después de la quema.

En Estados Unidos, el Parque nacional Yellowstone se establece en 1872 siendo el primer parque en el mundo. En los siguientes años, la administración del parque languideció hasta 1886 cuando al U.S. Army se le asignó la responsabilidad para su protección. Al arribar al parque, el Ejército halló numerosos focos ígneos quemándose tanto en áreas desarrolladas como en áreas sin control.

La Oficina de Comando decide que los incendios provocados por humanos a lo largo de caminos eran de más riesgo, por lo que la autoridad se concentró en su supresión, pero no contaban con los suficientes soldados para luchar en todos los incendios. Así, se toman las primeras decisiones concienzudas de una autoridad federal de atacar a ciertos incendios y dejar a otros quemarse. Esta política de supresión ígnea fue también aplicada a los parques nacionales Sequoia, General Grant, y Yosemite al ser establecidos en 1890, y las patrullas del Ejército se inician para el resguardo antiincendio, el movimiento de hacienda, y el talado ilegal.[1]

El Servicio Forestal de Estados Unidos fue establecido en 1905. Su primera y primaria acción fue la supresión de todo foco ígneo en las reservas forestales administradas. En 1916, el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos se establece y toma a cargo lo que venía manejando el Ejército. Y siguiendo directivas del Forest Service, el combate y supresión de incendios sería la única política de incendios, permaneciendo en parques nacionales por las siguientes cinco décadas. Algunos ingenieros forestales cuestionaron la lógica económica de tales esfuerzos de supresión de focos. Sin embargo, el extensísimo incendio de 1910 sobre 1,2 millones de hectáreas solidificó al Forest Service como la organización de control primario del incendio, permaneciendo como la única política de incendios de todas las agencias de manejo de tierras hasta fines de los años 1960.[2]

La extinción completa de focos fue su objetivo, incluso cuando tales tempranos esfuerzos eran poco menos que exitosos, hasta el advenimiento de los vehículos, de mejores equipamiento, y de calles cortafuegos (véase Fire trail) durante los años cuarenta.[2]​ Algunos expertos aprobaban el encendido de incendios de baja intensidad en remotas áreas a menos que estuvieran en riesgo valiosos recursos o servicios, y para 1934 se implementó la política de extinguir todo incendio hacia las 10.00 del siguiente periodo de incendio.[1][3]​ Así hasta resultó en acumular combustible en algunos ecosistemas tales como en bosques de Pinus ponderosa y Pseudotsuga.[2]

Esta política comenzó a cuestionarse en los años 1960, cuando se realizaba en viejas sequoias que habían crecido en los bosques de California, debido a que el incendio fue siempre una parte esencial de su ciclo de vida. En 1962, el Ministerio del Interior consulta a un comité para entender en los problemas del manejo de los incendios en los parques nacionales. Este comité, nombrado por el ministro A. Starker Leopold, no confinó su informe al incendio, sino que lo amplió a un punto de vista ecológico, tratando a los parques como ecosistemas. La entrada en vigor de la Wilderness Act de 1964 mejoró el manejo de estos procesos naturales, incluyendo a los incendios.[3]

En 1968, el Servicio de Parques Nacionales cambió su política reconociendo al incendio como un proceso ecológico. Los incendios se plantean como siguiendo un curso y con un manejo del incendio con objetivos aprobados de manejo. Algunos parques establecieron programas de uso del incendio, y las políticas fueron gradualmente cambiando desde un «control de incendios» a un «manejo de incendios». El Servicio Forestal legisló similares medidas en 1974 cambiando también sus política de control hacia manejos, permitiendo incendios de aclareo en áreas rurales. Esto incluyó a los incendios causados naturalmente (por ejemplo, por rayos) y los intencionales ecoquemas.[1]​ En 1978, el Servicio Forestal abandonó la política de la hora 10.00 en favor de una nueva que recomienda el uso del incendio por prescripción.[1][3]

Con tres eventos entre 1978 y 1988 se precipita una mejor política del uso del incendio, revisada en 1989: el incendio de Ouzel en Rocky Mountain National Park, el incendio del Yellowstone de 1988 dentro y alrededor del Yellowstone National Park, y el incendio del Canyon Creek en el Bob Marshall Wilderness del Bosque Nacional Lewis and Clark. En todos los tres casos, se efectuaron «incendios monitorizados» hasta en áreas riesgosas desarrolladas. Mientras el incendio del Yellowstone de 1988 fue causado por incendios escapados de incendios prescritos, más tarde las investigaciones probaron que la política del incendio prescrito había sido apropiada, aunque necesitaba mejoras.[3]

Las Secretarías de Agricultura y del Interior convinieron en revisar la política de incendio evaluando las del National Park Service and Forest Service. El grupo evaluador reafirmó la fundamental importancia del rol del incendio natural, y recomendando planes de manejo del incendio para direccionar claros criterios decisorios, y mejorar la cooperación interagencias. Los programas de uso del incendio se reiniciaron lentamente después de la revisión de 1989. Finalmente los programas del Forest Service and National Park Service comenzaron a crecer, al aumentar el número de incendios y el incremento del área quemada.[1]

El incendio del Cañón Sud se hizo controversial. Fue encendido por relámpagos en una zona de exclusión del incendio el 2 de julio de 1994. La acción de supresión se llevó a cabo en el incendio dentro de los primeros dos días de su inicio, pero dos días después un reagravamiento por viento mató a 14 bomberos. Se formó un grupo interagencias, que generó un informe en agosto. Citaron varias causas directas y contribuyentes de las muertes incluyendo la conducta del incendio, perfiles del personal, y procedimientos de manejo de los incidentes. Este incidente del Cañón Sud llevó a entender por primera vez las políticas federales de manejo del incendio en décadas. El informe reiteraba que la primera prioridad de todos los programas federales del incendio era la «lucha contra el incendio» (fire fighting) y la seguridad pública. En relación con los incendios prescritos y con los naturales, el informe estatuía que, «el incendio prescrito se usará para proteger, mantener, y mejorar recursos y, tan cercanamente posible, cumplir funciones de rol natural ecológico». En 1998 se generó una nueva guía procedimental que usaba el término «uso del incendio en terrenos silvestres» para describir lo previamente hecho en incendios prescritos naturales. En 1995 se revigorizaron las políticas de ese tipo de programas de «uso del incendio», desarrollando manejos para posibilitar la mejora continua.[1][4][5]

Los beneficios de manejo de incendios comenzaron a presentarse, como ocurrió en el incendio de 2000 en Hash Rock, que quemó todo el Mill Creek Wilderness en el Ochoco National Forest, de Oregon, hasta su supresión. Cuando este incendio alcanzó al de Mill Creek de 1996, que había sido manejado bajo el Programa de Uso del incendio en terrenos silvestres, se operó con las nueva guía. Los programas de incendios, actualmente varían entre las varias Agencias federales, parcialmente debido a diferentes influencias tales como proximidad de áreas peligrosas cerca de zonas urbanas.[1]

Las políticas de exclusión de incendios de los organismos canadienses de gestión de incendios forestales comenzaron alrededor de la década de 1900, centrándose en ataques agresivos para limitar las zonas quemadas por los incendios forestales. Los esfuerzos actuales reconocen al incendio como un componente natural de los sistemas forestales.[6]

Los incendios forestales han desempeñado un papel importante en Australia debido a las condiciones áridas, similares a las del oeste de Estados Unidos. Los servicios de bomberos más importantes encargados de la supresión de incendios forestales son:

El Departamento de Parques y Vida Silvestre de la Región de la costa sur ha comenzado el 22 de abril de 2015, su programa de quema prescrita de otoño austral, en el Parque nacional Torndirrup adyacente al asentamiento Goode Beach;[7]​ tal programa ayudaría a reducir la carga de combustible forestal.

La primera prioridad es la protección de la vida humana ―tanto de los bomberos como de los civiles―. Al llegar a la escena del incendio, un equipo de bomberos establecerá una o varias zonas de seguridad, vías de evacuación, verificará el funcionamiento de la comunicación y designará miradores. ( En Estados Unidos, estos cuatro factores se conocen como LCES (lookouts, communications, escape routes, safety zones: miradores, comunicaciones, vías de escape, zonas de seguridad). Esto permite que los bomberos se involucren en un incendio con opciones para retirarse en caso de que la situación se vuelva insegura. Aunque se deben designar otras zonas de seguridad, las zonas ya quemadas suelen ofrecer un refugio a salvo del incendio, siempre y cuando se hayan enfriado lo suficiente, sean accesibles, y hayan quemado suficientemente su combustibles para no reavivarse. Se debe informar continuamente las nuevas fuentes de peligro de incendios y cualquier otra información pertinente.[8]

Se pone un gran énfasis en la seguridad y en evitar quedar atrapado (cualquier situación en la que se vuelve imposible escapar del fuego). La prevención de esta situación se ve reforzada con una lista de 10 «órdenes de incendio» y 18 «situaciones de alerta» que los bomberos deben tener en cuenta, que advierten de situaciones potencialmente peligrosas. En última instancia, todo bomberos terrestre forestal debe tener un refugio contra incendios. En una situación ineludible, el refugio le proporcionará una protección limitada contra el calor radiante, el calor convectivo, y el aire sobrecalentado.[9]

También existen peligros más allá del incendio, por ejemplo: árboles peligrosos inestables, animales, cables eléctricos, material explosivo sin detonar, materiales peligrosos, caída de escombros, y rayos (relámpagos).[8]

Otros recursos se clasifican de acuerdo a su importancia o valor. Estos incluyen, entre otros: la seguridad y la salud humana, el costo de la construcción, el impacto ecológico, social y legal y los costos de la protección. También se considera la defendibilidad, ya que se invertirá más esfuerzo en salvar una casa con techo de madera que una con techo de losa, por ejemplo.[3][10]

Las quemas prescritas como simulacros[11]​ para la formación: Es imprescindible una completa formación del bombero forestal en las labores de extinción de un incendio forestal, puesto que de ello depende la seguridad y eficacia de las actuaciones. La formación teórica de los componentes se realiza en las universidades y escuelas con ponencias de los mejores ingenieros, gestores, analistas y directores de extinción pero la formación práctica es más complicada. La única forma legal de entrenamiento con fuego real es la realización de quemas prescritas. Mediante estas quemas, el personal de extinción (desde ingenieros hasta bomberos o peones forestales) puede observar el comportamiento del fuego, los patrones de propagación y otras características que pueden extrapolarse a incendios forestales de gran magnitud. Esta es una forma segura y eficaz de aprender y además, de esta manera, se gestionan los combustibles del monte disminuyendo la posibilidad de gran incendio forestal. Además, con estas quemas se pueden realizar diversos simulacros como de emergencia y puede servir a la gente como concienciación de que es una técnica eficaz para el aprendizaje del personal y también para gestionar los combustibles del monte. El establecimiento de adecuadas políticas de detección precoz, mediante guardas forestales y vigilancia de los bosques, de tal modo que se pueda sofocar el mayor número posible de conatos de incendio antes de que crezcan hasta cubrir extensiones considerables. La formación en quemas prescritas en diversos países europeos[12]​ es más reciente que en USA, Canadá o Australia.

La gestión de cualquier número de recursos en áreas de diferentes tamaños en un terreno frecuentemente muy accidentado es extremadamente difícil. Un comandante de incidentes se encarga del comando general de un incidente. En Estados Unidos, el Sistema de Comando de Incidentes designa comandante al primer oficial que llega a la escena, que tenga suficiente formación. El tamaño del incendio, medido en hectáreas o km² dictará la clase de nivel del comandante de incidente requerido. En casos de incendios más grandes, uno o varios equipos de gestión de incidentes ayudan a cumplir con las prioridades más complejas del comandante del incidente. Provee personal de apoyo para manejar tareas tales como la comunicación, el modelado del comportamiento del incendio, y la interpretación de mapas y fotografías. En Estados Unidos, la coordinación de la gestión entre los incendios la realiza principalmente el NIFC (National Interagency Fire Center: Centro Nacional Interinstitucional de Incendios).[13]

Agencias específicas y diferentes equipos de manejo de incidentes pueden incluir un número de diferentes personas con diferentes responsabilidades y diferentes títulos. Un oficial de información de incendios en general ofrece informes para el público acerca de los incendios. Los jefes de sección y los jefes de división sirven para administrar las secciones y las divisiones, respectivamente. Se convocan investigadores para determinar la causa del incendio. Oficiales de prevención, tales como guardabosques, pueden patrullar sus áreas jurisdiccionales para enseñar la prevención de incendios y evitar que sucedan incendios causados por el hombre.[8]

La información sobre incendios puede ser comunicada en muchas formas. Radios, vocalmente, con señales visuales tales como humaredas y espejos, literatura IAP y con planes de acción de incidentes, terminales de PC de pantalla táctil, etc.[14]​ El sistema USFS Visual Signal Code (código de señales visuales USFS) proporciona símbolos que se utilizan para comunicar desde el suelo al aire, mientras que las aeronaves pueden utilizar señales mediante la basculación de las alas, haciendo distintos ruidos con el motor o haciendo círculos para comunicarse con tierra.[8]

Los bomberos que trabajan en Estados Unidos solo sofocan un incendio cuando se ha vuelto incontrolable. Por el contrario, los incendios o partes de incendios que hayan sido previamente encendidos por los bomberos podrán, por decisión de la dirección, ser tratados como situación del uso del incendio y dejarse quemar sin restricciones.

Todas las actividades de extinción de incendios se basan en un punto de anclaje (como un lago, un río, una línea de rocas, una carretera o cualquier línea natural o artificial que corte los incendios). Desde una línea de anclaje, los bomberos pueden trabajar para contener un incendio forestal sin que el incendio los supere.

Los grandes incendios a menudo se convierten en extensas campañas. En ese caso se deben construir campamentos de incendio temporales para proporcionar comida, duchas, y descanso a los equipos de bomberos.

Las condiciones climáticas y de combustible son grandes factores en las decisiones que se toman sobre el incendio. En Estados Unidos, el ERC (Energy Release Component: componente de liberación de energía) es una escala relativa al potencial energético del combustible de la zona. El BI (Burning Index: índice de quemado) relaciona la longitud de las llamas con la velocidad y la temperatura de propagación del incendio. El HI (Haines Index: índice de Haines) registra la estabilidad y la humedad del aire sobre el incendio. El Keeth-Byrum Dought Index relaciona la velocidad con que pueden encenderse los combustibles y en qué porcentaje se deberían quemar. El LAL (Lightening Activity Level: nivel de actividad de rayos) categoriza el potencial de rayos en seis clases.[8]

Los modelos de combustible son designaciones de combustible específicas determinadas por el potencial de quemado de energía. Categorizado en 13 clases, que van desde la «hierba corta» (modelo 1) al «amontonamiento de troncos» (modelo 13). Los modelos de números más bajos se queman a intensidades más bajas que los números altos.

Ataque directo es cualquier tratamiento que se aplica directamente al combustible en proceso de quemado, mojando, sofocando, o extinguiendo químicamente el incendio o separando físicamente el combustible quemado del que todavía no se ha quemado. Esto incluye el trabajo de autobombas urbanas y de bombas forestales, personal de bomberos y aviones del agua o la aplicación de ignífugo directamente al combustible en proceso de quemado. Para la mayoría de las instituciones, el objetivo es construir una línea alrededor de todo el incendio destinado a ser suprimido.

Las tácticas indirectas de preparación de la supresión son las que se mantienen a una cierta distancia del incendio que se aproxima. De esta manera se pueden construir también líneas de incendio. Algunos ejemplos son la reducción de combustibles, las líneas indirectas de incendio, las líneas de incendio de contingencia, el incendio de retaguardia y humectantes combustibles no quemados. Este método puede permitir una planificación más eficaz. Puede permitir líneas de incendio colocadas más idealmente en los combustibles más ligeros utilizando barreras naturales contra el incendio y condiciones de trabajo más seguras para los bomberos en áreas menos llenas de humo y menos calientes. Sin embargo, también puede permitir más superficie quemada, grandes incendios más calientes, y la posibilidad de la pérdida de tiempo construyendo líneas de incendio que no se utilizarán.[8]

Los intentos de controlar los incendios forestales pueden incluir también el control de las áreas a las que estos se pueden extender, mediante la creación de «líneas de control»: límites que no contienen material combustible. Estas líneas se pueden crear quitando los materiales combustibles mediante el uso de herramientas y equipos. También se pueden crear mediante back fire, creando incendios pequeños y de baja intensidad usando bengalas o driptorchs. Los incendios resultantes pueden ser extinguidos por los bomberos o, idealmente, dirigidos de tal manera que se encuentren con el incendio principal; en ese momento ambos incendios se quedan sin material inflamable y por lo tanto se extinguen. Además, se pueden utilizar espuma de extinción de incendios, geles polímeros superabsorbentes y retardantes de incendios a largo plazo. Tales compuestos reducen la inflamabilidad de los materiales ya sea por el bloqueo físico del incendio o mediante el inicio de una reacción química que detiene el fuego.

Lamentablemente, cualquier método puede fallar en caso de aparición de vientos erráticos o de alta intensidad o cambios bruscos en el clima. El cambio de vientos puede hacer que los incendios cambien de dirección y se alejen de las líneas de control. Los vientos de alta intensidad pueden hacer que las brasas ardientes vuelen a través del aire y superen los cortaincendios, y que los árboles ardiendo se caigan y cualquier material en combustión ruede por encima de la línea, anulando efectivamente la barrera.

La amenaza de los incendios forestales no cesa después de que se han apagado las llamas, ya que los combustibles pesados pueden seguir ardiendo de manera desapercibida durante varios días.[15]​ Es durante esta fase en que se trata de enfriar el exterior del área quemada por el incendio, o bien toda el área quemada completa para evitar que se encienda otro incendio.

Las líneas de incendio construidas, las áreas desforestadas exprofeso, las zonas de seguridad y otros recursos contra incendios pueden dañar los sistemas del suelo, favoreciendo la erosión superficial y la formación de barrancos y quebradas generadas por el agua. La pérdida de la vida vegetal provocada por el incendio también puede contribuir a la erosión. Algunas medidas, como la construcción de diques, el plantado de árboles y vegetales y la adición de escombros a los suelos expuestos ayudan a reducir este problema.[16]

La expansión de la urbanización y otras actividades humanas en las zonas adyacentes a los bosques es la razón principal de las pérdidas estructurales catastróficas que se experimental en los incendios forestales.[17]​ Se ha criticado el desarrollo continuo de medidas de extinción de incendios en la «interfaz urbano-forestal» y la reconstrucción de las estructuras destruidas por los incendios.[9]​ Comunidades como Sídney y Melbourne (en Australia) se han construido en un marco de combustibles forestales altamente inflamables. La Ciudad del Cabo (Sudáfrica) se encuentra en las cercanías del Parque nacional de Table Mountain. Desde los años noventa hasta 2007, en el oeste de Estados Unidos se construyeron más de 8,5 millones de viviendas nuevas en la interfaz urbano-forestal.[18]

La acumulación de combustible puede resultar en costosos incendios devastadores a medida que nuevas casas y ranchos se construyen junto a las áreas silvestres. Sin embargo, el crecimiento de la población en estas zonas marginales desalienta el uso de las técnicas actuales de gestión de combustible. El humo de los incendios es irritante y contaminante. Existe oposición a los intentos por disminuir la carga de combustible en los bosques debido a la conveniencia de las zonas boscosas naturales. Los objetivos contra incendios forestales pueden ser resistidos todavía más debido a la protección de especies en peligro de extinción y la conservación del hábitat.[18]​ El beneficio ecológico del incendio suele ser anulado por los beneficios económicos de proteger los edificios y las vidas.[19]​ Además, las políticas federales que cubren áreas forestales suelen ser distintas de las políticas locales y estatales que rigen las áreas urbanas.[1][3]

En Estados Unidos y Canadá, la creencia de que la extinción de incendios ha reducido considerablemente la superficie media anual quemada es ampliamente sostenida por los administradores de recursos, y a menudo se piensa que es evidente por sí misma. Sin embargo, esta creencia ha sido objeto de debate en la literatura científica.

El equipo de protección personal generalmente se encuentra estandarizado para un determinado tipo de dotación. Los bomberos, por ejemplo, requieren más equipo de protección debido a que entran en contacto directo con el fuego y el humo. Por lo general, todos los bomberos, independientemente de la asignación, requieren botas durables para incendios de ocho pulgadas de altura, guantes, pantalones y camisa Nomex, casco, agua potable, protección para los ojos y un refugio de protección contra el fuego.[8][20][21]

En Estados Unidos, las credenciales y el nivel de entrenamiento de los bomberos se muestran en su tarjeta roja. Por ejemplo, un aserrador tendrá una calificación de talador en su tarjeta roja, que designará el tamaño de los árboles que ha sido entrenado para talar. Un bombero entrenado como técnico médico de emergencia tendrá una certificación EMT (emergency medical technician) en su tarjeta. Generalmente se muestran también las categorías del NWCG (National Wildfire Coordinating Group: grupo nacional de coordinación de incendios forestales) y los estándares de calificación del IFPM (Interagency Fire Program Management: gestión del programa interinstitucional de incendios). Como mínimo, se muestra la aprobación de la prueba de capacidad de trabajo, que demuestra que el individuo es físicamente capaz de realizar las tareas apropiadas.[20][22]

Por lo general, las organizaciones de lucha contra incendios forestales utilizarán grandes grupos de 20 o más personas que viajan en vehículos hacia el incendio. Aunque estos equipos pueden variar por encima o por debajo de 20 bomberos, son generalmente son llamados equipos de «veinte hombres». En Estados Unidos, estos equipos son nombrados de la siguiente manera, que define en gran parte la formación:

Algunos miembros del personal están organizados en equipos de ataque rápido. Típicamente consisten en grupos de cinco a ocho bomberos. Al igual que los equipos más grandes, se presentan en vehículos.

Los bomberos paracaidistas (en inglés smokejumpers: ‘los que saltan al humo’) son bomberos altamente calificados especialmente entrenados en tácticas de extinción de incendios forestales. Generalmente saltan con paracaídas en zonas alejadas para combatir los incendios forestales y están preparados para trabajar en zonas remotas durante periodos prolongados de tiempo con poco apoyo logístico.

El uso de recursos contra incendios entregados con helicópteros varía según la agencia. A menudo, los equipos helitack realizan tareas similares a otros equipos de ataque inicial. Dos o tres bomberos serán enviados a un incendio recién informado. Los grupos helitack se utilizan generalmente para el ataque inicial contra incendios donde es difícil que accedan otros bomberos, o en incendios extendidos que requieren apoyo aéreo para derramar agua, entregar cargas, traer y llevar grupos de bomberos, o hacer reconocimiento aéreo. El ataque inicial típico de un equipo helitack implica volar al incendio en helicóptero y pasarse de uno a tres días (aunque a veces mucho más) hasta apagar completamente el incendio antes de ir caminando hasta la carretera más cercana para ser recogidos.

Cuando no hay carreteras en las cercanías, una manera muy eficaz de combatir un incendio forestal es hacer bajar (mediante la técnica de rápel, o descenso con cuerdas) bomberos forestales desde un helicóptero. Estos bomberos realizan acciones supresoras contra el incendio, o bien, si el incendio fuera demasiado grande, despejan una zona de aterrizaje seguro para recibir bomberos adicionales. Estos bomberos suelen llevar 15 kg de equipo personal, más un máximo de 150 kg de equipos contra incendio, que bajan del helicóptero. Las alturas desde la que hacen rápel pueden oscilar entre 10 m (en caso de arbustos continuos altos) a 75 m (sobre arboledas). Cuando los bomberos completan la supresión de incendios, normalmente se dispone transporte terrestre para recogerlos en la carretera más cercana. Estas cuadrillas llevan motosierras, herramientas de mano, radios, e incluso pueden tener bolsas de 75 galones (284 L) de agua, conocidos como blivets, traídos para ayudar a combatir el incendio. Cuando no hacen rápel, el equipo funciona como un equipo helitack y puede volar o caminar a cualquier incendio regular.

Cuando se requiere agua para rellenar las máquinas apagaincendios, el reparto de agua es vital. Los típicos camiones aguateros llevan 4500 L de agua para el reposte. Además de suministrar directamente a los bomberos, los camiones pueden llenar los embalses de agua para helicópteros, cuando un lago o embalse no se encuentra cerca.

La función principal de los equipos pesados de supresión de incendios forestales es a través de la aplicación de equipo pesado de construcción para mover grandes cantidades de tierra o eliminar la vegetación. Algunos ejemplos son los bulldozers y los arados tractor.

Además de aeronaves utilizadas para el despliegue de personal de tierra, los grupos de extinción de incendios podrán utilizar helicópteros y aeroplanos de ala fija (fixed wing) especialmente equipados en apagado aéreo del incendio para apagar las áreas inaccesibles a los vehículos con agua o productos químicos retardadores de llama.

Una serie de herramientas se utilizan en extinción de incendios forestales. Algunos ejemplos incluyen:



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