Quinto Horacio Flacco cumple los años el 8 de diciembre.
Quinto Horacio Flacco nació el día 8 de diciembre de 65.
La edad actual es 1959 años. Quinto Horacio Flacco cumplió 1959 años el 8 de diciembre de este año.
Quinto Horacio Flacco es del signo de Sagitario.
Quinto Horacio Flaco Venusia, hoy Venosa, Basilicata, 8 de diciembre de 65 a. C.-Roma, 27 de noviembre de 8 a. C.), conocido como Horacio, fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina.
(Fue un poeta reflexivo, que expresaba aquello que deseaba con una perfección casi absoluta. Los principales temas que trató en su poesía son el elogio de una vida retirada («beatus ille») y la invitación de gozar de la juventud («carpe diem»), temas retomados por poetas españoles como Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León. Escribió, además, epístolas (cartas), las últimas de las cuales, dirigida «A los Pisones», es conocida como Arte poética.[cita requerida]
Era hijo de un esclavo liberto, si bien nació cuando su padre ya gozaba de la libertad. Su padre, aunque pobre, invirtió mucho dinero en la educación de su hijo, acompañándolo a Roma donde inició sus estudios de Gramática con Orbilio y, es probable, los de retórica con Heliodoro. A los 20 años se trasladó a Atenas para estudiar griego y Filosofía en la Academia con Teomnesto, donde tomó contacto por primera vez con el epicureísmo. Horacio siempre reconoció los cuidados y el gran sacrificio que su padre hizo por él, su relación es uno de los más bellos episodios de amor filial que sobreviven del periodo clásico.
Tras el asesinato de Julio César, se unió al partido republicano, formando parte del ejército que Marco Junio Bruto preparaba en Grecia para oponerse a los triunviros Octavio, Lépido y Marco Antonio, siendo nombrado tribuno militar. El ejército republicano fue derrotado en la doble batalla de Filipos (42 a. C.), en la cual, dadas sus escasas aptitudes militares, hubo de escapar para salvar así su vida. Cuando Octavio decretó una amnistía a favor de aquellos que habían luchado en su contra, Horacio decidió volver a Roma. Conoció entonces la noticia de la muerte de su padre y la confiscación de sus propiedades. Sumido en la pobreza, consiguió no obstante trabajo como escribano de cuestor, un puesto que le permitió practicar su arte poético.
Con el tiempo, Horacio fue ganando el respeto y la admiración de los círculos literarios romanos, al que pertenecían Virgilio y Lucio Vario Rufo, quienes le presentaron a Cayo Mecenas (38 a. C.), amigo y consejero de César Augusto. El emperador le brindó su protección, llegó a ofrecerle un puesto como secretario personal, si bien Horacio declinó debido a sus principios epicúreos. Mecenas llegó a convertirse en su protector y amigo personal, y obsequió a Horacio con una finca en Tiber, en las montañas Sabinas (33 a. C.), donde el poeta se retiró a redactar sus obras. Su amistad fue tal que fueron enterrados uno junto al otro.
Su obra poética no se redujo al subgénero de la lírica, sino que también tocó otros aspectos del conocimiento. Los críticos proponen dos periodos de su producción.
Un primer período en el que compuso las Sátiras, una poesía donde da una versión de la cultura humana y una visión del comienzo de la humanidad, y que presenta abundantes elementos autobiográficos que persiguen un fin moral. También compuso los Epodos, composiciones de carácter lírico en las que tampoco está ausente la crítica social. El epodo es una composición de origen griego destinada al insulto y al improperio. Algunos de los epodos de Horacio conservan este carácter, pero otros son de carácter eminentemente lírico. Destaca aquel cuyo comienzo, Beatus ille, ha dado nombre a un tema literario, la alabanza de la vida en el campo.
En el segundo periodo escribiría las Odas y las Epístolas. Las odas son composiciones de carácter lírico que constituyen la obra cumbre de la lírica latina. Son cuatro libros con un total de 104 odas. En ellos se jacta de haber sido el primero en trasplantar al latín la lírica eolia en su conjunto, imitando los temas y los metros líricos griegos, sobre todo de Alceo, Safo y Anacreonte. Horacio tiene conciencia de que sus odas son lo mejor de su obra y afirma que serán más duraderas que el bronce.
En las Odas el componente fundamental es el lírico. Podemos agrupar las odas en varios grupos temáticos: alabanza de Augusto, elogio de la amistad, tema filosófico y moral, el amor, y finalmente el campo y la naturaleza. Expone el poeta su filosofía de la vida: hay que saber hacer uso de las riquezas y ser generoso; no hay que dejarse abatir por la adversidad y debe uno gozar de los bienes presentes, que son precarios; lo mejor para ser feliz es la «áurea medianía» («aurea mediocritas»). Hay una invitación a gozar del momento presente, ya que el día de mañana es incierto: «carpe diem». Este tema tendrá gran fortuna en la literatura universal.
Las Epístolas son la poesía de la reflexión moral y filosófica. Entre estas últimas destaca Epistula ad Pisones, más conocida como Arte poética, en la que sienta principios de preceptiva literaria que han tenido durante siglos pervivencia en nuestra cultura.
Los temas y tópicos creados por Horacio gozarán de un respaldo universal a lo largo de la literatura posterior a su fallecimiento. Esencialmente partiendo desde el Renacimiento es difícil no hallar una sola composición influida por los tópicos o las formas horacianas. Así, destacan poetas como Ronsard, Petrarca o Garcilaso, que se vieron envueltos por la dulzura y las reflexiones horacianas. En España podemos encontrar grandes influencias horacianas en Fray Luis de León, que prácticamente lo parafrasea en algunas de sus poesías, José Cadalso o Leandro Fernández de Moratín; e incluso otros autores que seguirán el camino labrado por el poeta romano. Algunos poetas ingleses se verán también influidos por Horacio, como John Keats o John Milton.
Más adelante, en la Generación del 27, también encontraremos influencias horacianas en poetas como en el vallisoletano Jorge Guillén. Su figura sigue asociada hoy día a los tópicos a los que le asoció la Edad Media, y que ahora pueden considerarse casi más medievales que plenamente romanos: la «aurea mediocritas», el «carpe diem» y el «beatus ille». No obstante, la vitalidad de Horacio, pese a cierto anacronismo en su perspectiva que revela el siglo XXI, sigue activa como uno de los clásicos latinos más extraordinarios, junto a otros como Cicerón, Virgilio, Ovidio y demás artistas inmortales.
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