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Rayuela (novela)



Rayuela es la segunda novela del escritor argentino Julio Cortázar. Escrita en París y publicada por primera vez el 18 de febrero de 1963, constituye una de las obras centrales del boom latinoamericano y de la literatura en español.[1][2][3]

Narra la historia de Horacio Oliveira, su protagonista, y su relación con «la Maga». La historia pone en juego la subjetividad del lector y tiene múltiples finales. A esta obra suele llamársela «antinovela», aunque el mismo Cortázar prefería denominarla «contranovela». Significó un salto al vacío que lo distanció de la seguridad controlada de los cuentos fantásticos de su primera época como escritor para adentrarse en una búsqueda sin hallazgos a través de preguntas sin respuesta.[4]

Si bien el estilo que se mantiene a lo largo de la novela es muy variado, según el propio Cortázar la obra «de alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura».[5]

Con un total de 155 capítulos, Rayuela, puede leerse de varias maneras:

El tablero de dirección constituye la primera página de Rayuela, y en esta el autor nos propone dos maneras de leer. La primera propuesta es la forma corriente (empezando por el capítulo 1, siguiendo por el 2 y así sucesivamente) hasta llegar al capítulo 56. La segunda manera es empezar en el capítulo 73 y seguir el orden propuesto en cada uno de los capítulos.

Contar el argumento de Rayuela de una manera lineal es, con toda seguridad, un reduccionismo que aleja al lector del sentido de la obra, pues excluye el vasto universo psicológico de los personajes y las complejas relaciones de estos con temas como el amor, la muerte, los celos y el arte, entre otros.

Teniendo esto en consideración, a continuación se presenta un resumen del argumento de la obra, el cual se divide en tres partes:

La historia se desarrolla en París (Francia), donde Horacio Oliveira, el protagonista, vaga por los puentes de la ciudad en busca de su amante, una mujer uruguaya de nombre Lucía (más conocida a lo largo de la novela como la Maga). La relación de ambos es apasionada pero asimétrica: la Maga, de temperamento pasional, está enamorada de Horacio, más analítico y frío, mientras que él parece no querer involucrarse emocionalmente con ella. Oliveira disfruta de la compañía de la Maga, pero es un hombre de una educación privilegiada que adora las discusiones intelectuales, mientras que la Maga, menos educada que él, apenas si puede participar en estas.

Ambos se reúnen frecuentemente con unos amigos en común, los miembros de un grupo apodado Club de la Serpiente, un círculo de artistas, escritores y músicos que se la pasan bebiendo y escuchando música mientras discuten de arte, literatura, filosofía, arquitectura y otros temas. En las discusiones se suele hablar de un escritor de apellido Morelli, quien insiste en la necesidad de romper con las formas lingüísticas del momento —que él siente gastadas por su abuso. El grupo salta de un tema a otro con relativa facilidad, pero la Maga, que no ha leído tanto, generalmente necesita que le expliquen los conceptos discutidos. Su manera de ser tan vivaz la aleja del grupo y es el presagio de su eventual distanciamiento de este. El club, sin embargo, demuestra afecto por Lucía, pero casi siempre de una manera condescendiente.

Horacio y la Maga llevan ya algún tiempo viviendo juntos, pero Rocamadour, el bebé de la Maga cuidado por una niñera en el campo, se enferma y ella tiene que traérselo a vivir con ellos.

La salud del infante es muy delicada como para mejorar en aquel apartamento frío y hacinado, pero a Lucía le aterra la idea de enviarlo a un hospital. Esto provoca que el infante se enferme gravemente. Mientras tanto, Oliveira resiente cada vez más la situación, pues él no había accedido a vivir con un bebé. Durante una pelea Horacio da a entender que podría dar por terminada la relación. La Maga rompe en llanto. Oliveira sale del apartamento, tal vez con la intención de visitar a Pola, una amante. No está seguro de si regresará o no.

Después, mientras recorre las calles sin rumbo fijo, el protagonista es testigo de cómo un automóvil atropella a un hombre mayor. Otro testigo afirma que la víctima es un escritor que vive cerca del lugar. Llega una ambulancia y se lleva al herido.

Empieza a lloviznar. Horacio continúa en sus melancólicas cavilaciones. Queda impresionado por cómo los paramédicos trataron a la víctima del accidente de un modo tan mecánico. En el afán de refugiarse del mal tiempo, se parapeta en la entrada de un teatro y decide entrar a ver el concierto de piano anunciado en el lugar, de una tal madame Berthe Trepat.

En el teatro, Oliveira escucha las composiciones de Trepat, que le parecen mal escritas y peor interpretadas. El resto de la audiencia simplemente se sale a medio concierto. Todo indica que a Horacio le simpatiza la mujer, cuyo fracaso contrasta irónicamente con su porte orgulloso. Le ofrece acompañarla a su casa bajo la lluvia mientras ella le cuenta de sus problemas con Valentín, su pareja, que debe estar en la casa con uno de sus amantes; al llegar, Horacio se ofrece a buscar un hotel para la señora, y ella le da una bofetada; Oliveira se retira humillado y llora.

Regresa al apartamento de la Maga, donde se topa con un pretendiente de ella, Gregorovius. Horacio cree que se acostaron mientras él no estaba, pero en realidad la Maga había rechazado los cortejos de este personaje. Horacio se sienta con los dos a tener una charla como las del Club de la Serpiente, pero constantemente son interrumpidos por un hombre de edad avanzada que vive un piso arriba y continuamente golpea el suelo. En el punto álgido de la discusión, Oliveira toca a Rocamadour y descubre que el bebé está muerto.

Luego de reflexionar en el sinsentido de la muerte y de considerar la confusión que provocará el hecho, Oliveira, con su actitud habitual, decide no comunicar la terrible noticia. Sin embargo, dada la insistencia del vecino del piso de arriba, le sugiere a la Maga que suba y confronte al señor. Mientras ella se retira a hacer esto, Oliveira le cuenta a Gregorovius lo sucedido con el infante. Los dos se sientan a considerar las implicaciones legales. Gregorovius tampoco menciona el asunto cuando la Maga regresa.

Entonces se aparecen varios amigos del Club de la Serpiente. Dos de ellos, Ronald y Babs, llegan a dar la noticia de que otro de los integrantes, Guy Monod, trató de suicidarse. Luego llega un tercer miembro del grupo, Etienne, para informar que Monod sobrevivirá, pese a que está muy enfermo. Entonces el grupo se embarca en otra serie de discusiones filosóficas y profundas durante las cuales, en voz baja, se cuentan entre ellos mismos el horrible suceso acaecido en esa vivienda. La Maga es excluida de la discusión, pero finalmente se da cuenta de que su hijo está muerto cuando trata de darle una dosis de su medicina. Se pone histérica, y el caos temido por Oliveira finalmente se desata. La Maga busca consuelo en Horacio, pero este no puede o no quiere brindar el apoyo requerido, de manera que se queda en silencio y opta por marcharse.

Se lleva a cabo el velatorio del bebé. Todos los miembros del club se encuentran presentes, excepto Horacio, que de nuevo se ha ido a vagar sin rumbo por las calles de París. Cuando por fin regresa al apartamento, ya han pasado varios días y la Maga ha desaparecido. Quien ahora vive allí es Gregorovius. Este insinúa que la Maga podría haber regresado a su natal Montevideo, pero Horacio duda que ella cuente con los medios para costear ese viaje. Finge desinterés, pero en su fuero interno sospecha que ella pudo haber cometido suicidio después del velatorio. Otra posibilidad es que haya ido a casa de Pola, a quien le han diagnosticado cáncer de seno.

Mientras camina a orillas del río Sena, Horacio se topa con una indigente conocida por él y la Maga, cuyo encuentro previo no recuerda muy bien. Como no tiene adonde ir, Horacio se sienta y habla con la pordiosera un rato. Su nombre, según recuerda, es Emmanuele. Accede a la petición de la mujer de comprar vino y beberlo juntos, y ambos terminan borrachos debajo de un puente. Emmanuele intenta hacerle sexo oral a Horacio, pero la policía cae de improviso y los arresta.

Son llevados a la estación junto con dos pederastas. En el viaje, Oliveira continúa reflexionando sobre su búsqueda de la unidad y sobre su relación con la Maga. Los pederastas, mientras tanto, discuten acerca de un caleidoscopio. Notan que, solo contra la luz correcta, los «bonitos patrones» dentro de este son perceptibles.

La primera parte del libro termina con la intuición de Oliveira de que el Cielo es algo que no está encima de la Tierra, sino en la superficie de esta, pero a alguna distancia, al cual uno se acerca de manera similar a como los niños juegan a la rayuela.

La acción se traslada ahora a Argentina, donde la historia comienza con una breve introducción en la que se habla de Manolo Traveler, un amigo de infancia de Horacio que vive en Buenos Aires con su esposa Talita. Se describe a Traveler como un tipo inquieto, cuyo matrimonio con Talita es estable. Pero Manolo tiene un mal presentimiento cuando Gekrepten, antigua novia de Horacio, le informa que este, a quien no ha visto en años, viene de regreso al país. Pese a la mala sensación, Talita y él acuden al muelle a darle la bienvenida a Horacio, donde este confunde momentáneamente a la esposa de su amigo con la Maga. Sin embargo, la mente se le aclara a Oliveira cuando se va a vivir con Gekrepten, con quien ocupa un cuarto de hotel al otro lado de la calle donde se ubica el apartamento de Traveler y Talita.

Oliveira se emplea como vendedor de telas, pero no le va muy bien. Traveler, que trabaja en un circo con Talita, le consigue trabajo en dicho lugar. No obstante, tiene sus dudas. La presencia de Oliveira lo perturba, pero no logra determinar por qué. Primero cree que a lo mejor son los coqueteos de su amigo con Talita, pero siente que hay algo más de fondo. Además, no duda de la fidelidad de su esposa. Incapaz de descifrar el misterio y de pedirle a Horacio que los deje en paz, Traveler se siente cada vez más ansioso e impotente e incluso no puede dormir.

A Horacio, mientras tanto, Talita le recuerda cada vez más a la Maga. Por ende, se ve a sí mismo en Traveler. Trata, pues, de inmiscuirse en la vida íntima de la pareja, pero no puede. Su frustración crece al punto de que empieza a dar muestras de un inminente colapso mental. Una tarde calurosa Oliveira pasa horas tratando de enderezar unos clavos, aunque aún no sabe para qué los va a usar. Muy pronto esta acción dispara un episodio de locura cuando Horacio convence a Traveler y Talita de ayudarlo a construir un puente entre las ventanas de los edificios para que ella pueda atravesarlo. Una vez concluido, Horacio le pide a Talita que cruce el puente y que le lleve clavos y yerba mate. Traveler se muestra dispuesto a acceder a las excentricidades de su amigo, pero Talita está asustada y pide no participar. Cree que es una especie de prueba; finalmente le arroja la yerba y los clavos, pero no cruza el puente.

Poco después, el dueño del circo lo vende a un empresario, un tal Suárez Melián y adquiere un hospital psiquiátrico. Traveler, Talita y Horacio aceptan trabajar en este nuevo lugar a pesar de lo irónica que resulta la situación (o a lo mejor por eso mismo). Horacio bromea diciendo que, de todos modos, los pacientes del hospital no pueden estar más locos que ellos tres.

Talita se convierte en la farmacéutica de planta, mientras Horacio y Traveler se desempeñan como auxiliares o guardias nocturnos. El lugar es escalofriante y oscuro, sobre todo en las largas horas antes del amanecer. A menudo los tres se refugian en el cálido ambiente de la farmacia, donde beben y conversan. Remorino, empleado de la clínica, les muestra a Traveler y Oliveira una morgue en el sótano, donde se almacenan los cuerpos de los pacientes fallecidos y donde la cerveza se puede mantener fría.

Una noche Horacio está fumando en su cuarto del segundo nivel, cuando ve a Talita atravesando el jardín del piso inferior iluminado por la luna, posiblemente yendo a su habitación a dormir. Después cree ver a la Maga en el mismo lugar jugando a la rayuela. Pero, cuando ella lo ve a él, este se da cuenta de que es Talita quien juega. Una especie de culpa se empieza a apoderar de Oliveira, quien pronto llega a concebir la idea de que alguien quiere matarlo mientras está de guardia. Probablemente Traveler.

Aquella misma noche, mientras Oliveira está en el segundo piso considerando las implicaciones simbólicas del elevador de aquel hospital, Talita se acerca a él y los dos comienzan a hablar de distintos temas, entre ellos la Maga, cuando el ascensor se acciona y sube desde el sótano con un paciente dentro. Luego de enviar al hombre de regreso a su cuarto, Horacio y Talita deciden bajar a ver si todo está en orden en la morgue.

Ya en el sótano, junto a los cadáveres, Horacio comienza a hablarle a Talita como si ella fuera la Maga. En un momento de desesperación, él intenta besarla, pero es rechazado. De regreso en su cuarto, Talita le cuenta a Traveler lo sucedido. Mientras tanto, Oliveira regresa a su propio cuarto y ahora está convencido de que Traveler quiere matarlo. A oscuras comienza a construir una suerte de barricada compuesta por palanganas llenas de agua en el suelo, así como por hilos atados a objetos pesados, a su vez atados a la perilla de la puerta.

Oliveira se sienta a oscuras al otro lado de la habitación, cerca de la ventana, y espera a Traveler. Las horas pasan lentamente. Traveler finalmente llega y trata de entrar. El caos y la bulla impulsan al doctor Ovejero y a los pacientes a salir al jardín, desde donde ven a Horacio en la ventana, quizás con intención de saltar. Traveler trata de convencer a Horacio de que no lo haga, pero acaba entendiéndose con su amigo e intercediendo ante el resto del personal para que lo dejen tranquilo, encerrado en su cuarto.

Al final del capítulo, Horacio saluda con un ademán a sus dos amigos que lo observan desde el patio, agradecido porque hayan hecho irse a los otros, y la narración da a entender que se arroja por la ventana.

Compuesta por los «capítulos prescindibles», esta parte está conformada por materiales adicionales, como recortes de periódico, citas de libros y otros, que ayudan a comprender distintos pasajes de la novela y donde se describen la personalidad y las motivaciones interiores de Oliveira de una manera más profunda. No es necesaria para entender el argumento, pero sí para solucionar ciertos enigmas que surgen a lo largo de las dos primeras partes.

Por ejemplo: leyendo esta sección el lector llega a saber que la historia continúa después de que Horacio se tira por la ventana, siendo ingresado en el hospital, sedado por Ovejero y cuidado por sus seres queridos. Parecería además que el jefe despide a los tres amigos de la clínica a raíz de todo el episodio.

En esta parte también se sabe cómo fue que la Maga y Emmanuele (la mendiga) se conocieron, y se conoce mucho más sobre el misterioso Morelli. Por medio de los escritos de este se aprecian algunos de los motivos detrás de la construcción de la novela por parte de Cortázar (como el deseo de escribir una obra en la cual el lector sea un cómplice que conspire junto a quien escribe).

Se revela a su vez que Morelli era el escritor atropellado en la primera parte de la novela; Horacio y Etienne lo visitan en el hospital, y este les pide que vayan a su apartamento y organicen sus notas. El Club la Serpiente se reúne esa noche en casa de Morelli, el escritor sobre el que tanto han discutido; es la última vez, tras la muerte del hijo de la Maga y el velatorio, que los distancia de Horacio, quien fue uno de los personajes más importantes de la historia.

Julio Cortázar, tenía originalmente pensado titular a la novela Mandala, nombre que alude a los símbolos circulares del hinduismo y del budismo que representan los universos internos (microcosmos) y externos (macrocosmos) y se utilizan en meditación para alcanzar la unidad con el ser —justamente la búsqueda de Horacio Oliveira, protagonista de la novela—. Sin embargo, al autor le sonaba pretencioso titularla así, por lo que decidió finalmente llamarla Rayuela, en referencia al juego infantil. El objetivo de dicho juego es alcanzar el cielo, es decir el noveno cuadro, por medio de saltos en un pie. De ese modo, el cielo de la rayuela se constituye en el símbolo de esa quimera autoimpuesta de Oliveira de buscar siempre algo que no sabe qué es.

En su fondo y en su forma, Rayuela reivindica la importancia del lector y, hasta cierto punto, lo empuja a una actividad y a un protagonismo antes negados por la novela clásica, en la cual lo importante era conducir a este por la linealidad de la historia hasta el final. En Rayuela, en cambio, el argumento se concibe no más que como un escenario en el cual los personajes se desenvuelven en una libre y profunda vitalidad que el autor les otorga y de la que él mismo dice no hacerse responsable.[6]

Rayuela plantea la negación de la cotidianidad y la apertura a nuevas realidades donde las situaciones más absurdas se toman hasta sus consecuencias más trágicas con total ligereza, incluso con sentido del humor. Estos caminos que se plantean constituyen una nueva forma de llegar al cielo de la rayuela.[6]

Muchos críticos se refieren a esta obra como una «antinovela» por su carácter innovador, ya que rompe con todos los cánones preestablecidos en la época de su primera publicación. Sin embargo, Cortázar no estaba totalmente de acuerdo con esta clasificación, pues dicho término le parecía una «tentativa un poco venenosa de destruir la novela como género», según afirmó en una entrevista. Por esta razón él prefería denominarla «contranovela», pues con Rayuela buscaba «ver de otra manera el contacto entre la novela y el lector»: incitar a este a que modificara su actitud pasiva frente a la novela, convertirlo en parte activa y crítica de esta y suscitar así «una especie de polémica entre un autor y un lector».[6]

Julio Cortázar plasmó en toda su obra sus intereses intelectuales y culturales y Rayuela no fue la excepción. A lo largo de la novela, menciona a los siguientes personajes de la cultura universal:

El complejo texto presenta grandes retos a los traductores. No obstante, se lograron versiones excelentes en otros idiomas, como la traducción inglesa, realizada por Gregory Rabassa, la cual fue felicitada por Cortázar.[11]



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