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Reino de México



El Reino de México (oficialmente Reyno de México Tenvxtitlan) o Temixtitan fue una entidad territorial administrativa integrante del Imperio español, políticamente gobernada por el Virreinato de Nueva España desde 1535. También fue uno de los reinos junto al Reino de Nueva Galicia, el Reino de Nueva Vizcaya, el Nuevo Reino de León, el Reino de Guatemala y el Reino de Filipinas que conformaron el virreinato indiano.

Se subdividió en las provincias de México, Puebla, Antequera (Oaxaca), Veracruz, Valladolid (Michoacán) y Guerrero. Durante la vigencia de la Constitución de 1812, México, como los demás reinos de Indias, fue incorporado al Reino de las Españas, con su respectiva representación otorgada por la constitución, estableciendo la Provincia de Nueva España en su lugar.

Una vez realizada la ocupación de México Tenochtitlan, los españoles impusieron una sociedad de conquista, derivada de su lucha militar, en la que se pretendió establecer una organización jerárquica fundada en la participación y en los logros militares de esa gran empresa que se llamó nuevo mundo.

El primer reino español en el territorio fue establecido en el año 1521, con el nombre de Reino de Nueva España, como un reino dependiente de la Corona de Castilla,[1]​ ya que los fondos iniciales para la exploración provinieron de la reina Isabel I de Castilla.[2]​ El Reino de México y la Audiencia de México[3]​ fueron establecidos el 13 de diciembre de 1527, después del juicio de residencia a Hernán Cortés, teniendo el carácter de virreinal. Desde entonces, el Reino de Nueva España ya no conformaba el territorio del nuevo reino. Ya en el año 1535, se estableció el Virreinato de Nueva España, disolviéndose el reino homónimo y convirtiendo el Reino de México en un territorio integrante del nuevo virreinato.

El 4 de diciembre de 1786 se firmó Real Ordenanza de Intendentes[4]​ que creó otras 11 intendencias en el virreinato, reemplazando a los reinos (icluyendo al Reino de México), comandancias, corregimientos y alcaldías mayores. Las intendecias de ejército y provincias que se crearon por la Real Ordenanza de Intendentes fueron: la Intendencia de México que estaba unida al cargo de superintendente y el resto de provincias: Puebla de los Ángeles, Arizpe (o Sonora y Sinaloa), Durango, la Intendencia de San Luis Potosí, la Intendencia de Zacatecas, Guadalajara (unida a la presidencia), la Intendencia de Michoacán, la Intendencia de Veracruz, la Intendencia de Puebla, la Intendencia de Oaxaca, la Intendencia de Mérida, la Intendencia de Guanajuato.

El Reino de México llegó a comprender más o menos los actuales estados de México, Guerrero, Puebla, Michoacán, Hidalgo, Oaxaca, Tlaxcala, Querétaro, parte de Jalisco y la Ciudad de México.

Para principios del siglo XVII se establecieron 23 provincias principales, la cual ciertos grupos de provincias mayores formarían un reino, como lo fue en el caso del Reino de México, en la que 5 provincias mayores formarían ese reino, las cuales serían: México, Tlaxcala, Puebla, Oaxaca y Valladolid. Todas formaron el Virreinato de Nueva España.[5]

Aunque el Reino de México, siendo territorio integrante de Nueva España, era una dependencia de Castilla, también era un reino en sí mismo, no una colonia, por lo que solamente estaba sometido al monarca de Castilla.[6]​ Asimismo, como reino de Indias, México contaba con un derecho propio especial, el indiano, y con su respectivo organismo administrativo, el Consejo de Indias.

El rey poseía no sólo el derecho soberano sino también los derechos de propiedad; era el propietario absoluto, el único jefe político de sus dominios americanos. Cada privilegio y posición, económica, política o religiosa, procedía de él. Sobre esta base se logró la conquista, ocupación y gobierno del Nuevo Mundo [Español].[7]

México, como los demás reinos castellanos de Indias, era un reino propio de la corona de Castilla, pero no del Reino de Castilla. Por lo tanto, Castilla se convirtió en una jerarquía administrativa superior, pero sin dominio sobre los reinos indianos, los cuales eran entonces reinos distintos de Castilla, así como lo eran también otros reinos vinculados a la corona, y se hallaban en una situación intermedia entre una absoluta igualdad con Castilla y una total subordinación.

Los primeros años de la intendencia fueron de gran incertidumbre, varias voces pidieron con urgencia su abolición; no obstante, la Corona se mantuvo en su postura gracias a la recomendación de personajes como el virrey castellano Manuel Antonio Flores Maldonado y, sobre todo, por la opinión del virrey novohispano Juan Vicente de Güemes, II conde de Revilla Gigedo.

El establecimiento del sistema de intendencias se propuso uniformar las unidades territoriales y terminar con la multiplicidad de regímenes y prerrogativas de los reinos y provincias que formaban España y procurar un régimen similar para el conjunto del territorio. En la península, las intendencias se establecieron por primera vez en 1718. Esa versión inicial tuvo cambios y fue revocada en 1721. Se puso nuevamente en vigor a partir de 1749. En Nueva España, en cambio, su implantación dilató varias décadas, ya que no se hizo sino hasta a 1787, después de la expedición de la Ordenanza en el año anterior.

El 24 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Independencia de la América Septentrional, que contenía una extensión de diecisiete artículos conocidos como Tratados de Córdoba para independizar la parte continental del Virreinato de Nueva España.[8]​ El gobierno que adoptaría el nuevo país sería una monarquía, con el nombre de Imperio mexicano, cuya corona sería otorgada a Fernando VII o a algún otro Infante de España, continuando así el gobierno el monarca sobre el territorio mexicano y devolviendo en el ahora México independiente, el poder que la Constitución española de 1812 le había quitado en España. Se suprimieron también las distinciones étnicas entre los habitantes de la hasta entonces Nueva España; declaraba la igualdad de todos los individuos y, por lo tanto, en adelante todos tendrían los mismos derechos.[9]

El 24 de agosto del mismo año, Iturbide firmó los Tratados de Córdoba con Juan O'Donojú, teniente general de los Ejércitos de España, que había sucedido Apodaca con el título de jefe supremo de la Nueva España, y con el que se reconocía la independencia de México. El 27 de septiembre, el Ejército Trigarante entró en la Ciudad de México. Al día siguiente se reunió una junta de 38 miembros, presidida por Iturbide, proclamó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, y se constituyó una Junta Provisional de Gobierno encabezada por Iturbide que recibía el título de Generalísimo y Alteza Serenísima.

Como Fernando VII no reconoció la independencia de México, el parlamento del nuevo Imperio mexicano decidió que se escogería un nuevo monarca mediante elecciones. La noche antes de las elecciones, mucha gente manifestó en las calles su apoyo a Iturbide para que fuera elegido emperador. Iturbide fue finalmente elegido emperador por voto unánime de parlamento, y fue coronado con el nombre de Agustín I de México.[10]



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