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Revuelta de Bar Kojba



• 5 legiones / 80.000 hombres (133-134)

La rebelión de Bar Kojba (132-136; en hebreo, מרד בר כוכבא‎, Mered Bar Kojvá) fue una rebelión de los judíos de la provincia romana de Judea, comandada por Simón bar Kojba, contra el Imperio romano. Ocurrida alrededor de los años 132-136,[2]​ fue la última de las tres grandes guerras judeo-romanas, de forma que también es conocida como la tercera guerra judeo-romana o la tercera rebelión judía. Algunos historiadores se refieren a ella también como la segunda rebelión de Judea, sin contar a la Guerra de Kitos o Rebelión del exilio (115-117), reprimidos por el general Lusio Quieto, quien gobernaba la provincia en aquellos tiempos, y en la que se luchó solo marginalmente en Judea. Otros historiadores prefieren el término de guerra por las características de la lucha desarrollada, su duración y sus similitudes a otros conflictos definidos en la historiografía como guerras, y también por considerar el término rebelión propio de un alzamiento contra una entidad legal, mientras que los judíos precedían a los romanos en la región que pasaría a llamarse Palestina tras la victoria romana.[3][4]​ En este aspecto, sería la última de tres guerras y la tercera de cinco conflictos judeo-romanos en su totalidad.

La rebelión estalló como resultado de tensiones religiosas y políticas en Judea que siguieron a la fallida primera guerra (llamada también la gran revuelta) entre los años 66 y 73. Estas tensiones estaban relacionadas con el establecimiento de una gran presencia militar romana en Judea, cambios en la vida administrativa y la economía, junto con el estallido y supresión de rebeliones judías desde Mesopotamia hasta Libia y Cirenaica.[5]​ Las razones más próximas parecen haber sido la construcción de una nueva ciudad, Aelia Capitolina, sobre las ruinas de Jerusalén y la construcción de un templo a Júpiter sobre el Monte del Templo. Los padres de la iglesia y la literatura rabínica enfatizan el papel de Rufo, gobernador de Judea, en provocar la rebelión.[6]

En 132, la rebelión liderada por Bar Kojba se esparció rápidamente desde Judea central a lo largo del país, cortando a la guarnición romana en Aelia Capitolina (Jerusalén).[7]​ A Quinto Tineyo Rufo, el gobernador provincial al momento del alzamiento, se le atribuyó el fracaso en derrotarla en esta fase temprana. El último registro de Rufo apareció en 132, el primer año de la rebelión, y no se sabe con certeza si murió o fue reemplazado. A pesar de la llegada de refuerzos romanos significativos desde Siria, Egipto y Arabia, las victorias rebeldes iniciales sobre los romanos establecieron un estado independiente sobre la mayoría de partes de la provincia de Judea por más de dos años, mientras Simón bar Kojba asumía el título de Nasi ("príncipe"). Además de liderar la rebelión, muchos judíos le consideraban el mesías, quien restauraría la independencia nacional. Sin embargo, estos reveses llevaron a que el emperador Adriano reuniera una fuerza romana a gran escala de todas las esquinas del imperio, que invadió Judea en 134 bajo el comando del general Sexto Julio Severo. El ejército romano estaba compuesto de seis legiones completas con auxiliares y elementos de hasta seis legiones adicionales, que finalmente lograron aplastar la rebelión.

La rebelión de Bar Kojba resultó en la extensa despoblación de las comunidades judías, mucho más que durante la primera guerra judeo-romana en el año 70. De acuerdo con Dion Casio, 580.000 judíos murieron en la guerra y muchos más murieron de hambre o enfermedad. Además, muchos prisioneros de guerra fueron vendidos como esclavos.[8]​ Las comunidades judías de Judea fueron devastadas a un grado tal que algunos académicos lo describen como un genocidio.[9]​ Sin embargo, la población judía se mantuvo fuerte en otras partes de Palestina, particularmente en Galilea, Golán, el valle de Bet Shean, y los bordes oriental, sur y occidentales de Judea.[10]​ También se considera que el número de bajas entre los romanos fue alto. La Legio XXII Deiotariana fue desintegrada después de varias pérdidas serias.[11]​ Además, algunos historiadores afirman que la desintegración de la Legio IX Hispana a mediados del siglo II podría haber sido resultado de esta guerra. En un intento por borrar cualquier memoria de Judea del Israel antiguo, el emperador Adriano borró el nombre del mapa y lo reemplazó por el de Siria Palestina.[12][13][14]​ Sin embargo, la evidencia vinculando a Adriano con el cambio de nombre es solo circunstancial y la fecha precisa se desconoce.[15]​ La idea común de que el cambio se hizo con la intención de "cortar la conexión de los judíos con su tierra natal" es motivo de debate.[16]

La rebelión de Bar Kojba influyó inmensamente en el curso de la historia judía y la filosofía de la religión judía. A pesar de que la persecución contra los judíos disminuyó tras la muerte de Adriano en 138, los romanos prohibieron a los judíos entrar a Jerusalén, excepto para celebrar el Tisha b'Av. El mesianismo judío se hizo abstracto y se espiritualizó, y el pensamiento político rabínico se volvió profundamente cauto y conservador. El Talmud, por ejemplo, se refiere a Bar Kojba como "Ben-Kusiba," un término derogatorio usado para indicar que era un falso mesías. La rebelión estuvo entre los eventos claves en diferenciar al cristianismo como una religión distinta del judaísmo.[17]​ Si bien los cristianos judíos consideraban a Jesús el mesías y no apoyaron a Bar Kojba, se les prohibió la entrada a Jerusalén junto con los otros judíos.[18]

Tras la primera guerra judeo-romana de los años 66-73 d. C., las autoridades romanas tomaron medidas para aplastar todo nuevo intento de rebelión en Judea. Se modificó su situación política y en lugar de un prefecto se nombró un gobernador de rango pretorio, y en las ruinas de Jerusalén se estableció la sede de una legión romana completa, la Legio X Fretensis.

La dirección política y religiosa del pueblo judío quedó en manos del Sanedrín, con sede inicial en Yavne, y fue cambiando de ciudad por razones de seguridad.

Las causas directas de la rebelión varían según la fuente. El historiador romano Dión Casio (155-229) atribuye la revuelta a la decisión de Adriano de fundar en el lugar de Jerusalén una ciudad romana llamada Aelia Capitolina (Aelia por su propio nombre y Capitolina en honor al dios romano Júpiter).[19]​ Por otro lado, las fuentes judías, si bien reconocen como cierta esta resolución, asignan mayor prioridad a los decretos dictados por Adriano que prohibían el Brit Milá (circuncisión), el respeto del sábado y las leyes de pureza en la familia.[20]

La intención de Adriano era civilizar e incorporar de una vez por todas a los judíos a la cultura grecorromana. Para la cultura griega y romana, la circuncisión era una mutilación intolerable.

La tradición judía relata en el Midrásh Tanjuma un encuentro entre Rabí Akiva y el gobernador Turno Rufo (Turnus Rufus), donde este le solicita la explicación sobre la circuncisión.[21]

Una legión adicional, la Legio VI Ferrata, se trasladó a la provincia para mantener el orden, y los trabajos comenzaron en el año 131 después de que el gobernador de Judea, Turno Rufo, realizara la ceremonia de fundación de Aelia Capitolina. Se acuñó una moneda romana con la inscripción Aelia Capitolina en el año 132 d. C.

El taná Rabí Akiva, que sin haber sido nombrado nasí dirigía el Sanedrín, convenció a los demás miembros de que apoyaran la inminente rebelión y declararan al comandante elegido, Simón bar Kojba, como el Mesías, de acuerdo con el versículo bíblico de Números 24:17: «Descenderá una estrella de Jacob» (Bar Kojba significa 'hijo de la estrella' en arameo).

Los líderes judíos planearon cuidadosamente la segunda rebelión para evitar los numerosos errores que se habían cometido en la primera. En el año 132 d. C. la rebelión dirigida por Bar Kojba rápidamente se expandió desde Modi'ín a través de todo el país, derrotando a la X legión romana con base en Jerusalén y destruyendo a la XXII legión romana que había acudido desde Egipto.

Un Estado soberano judío se restauró en los siguientes dos años y medio. La administración pública estaba encabezada por Simón bar Kojba, que tomó el título de Nasí ('Príncipe' de Israel). Se anunció la «Era de la redención de Israel», se realizaron contratos y se emitieron monedas de cobre y plata en gran cantidad con la correspondiente inscripción.

Rabi Akiva presidía el Sanedrín. Se celebraban los servicios religiosos y se reanudaron los korbanot (sacrificios rituales de animales u otras ofrendas). Se presume que se intentó restaurar el destruido Templo de Jerusalén, pero no hay pruebas fehacientes de ello.

La rebelión tomó a Roma por sorpresa. Adriano llamó a su general Sexto Julio Severo[22]​ de Britania y convocó múltiples legiones, hasta del Danubio. El tamaño del ejército romano era mucho mayor que el de Tito, sesenta años antes. Las pérdidas romanas fueron muy grandes, entre ellas una legión completa, la Legio XXII Deiotariana;[23]​ de hecho, fueron tan grandes que el informe de Adriano al Senado romano no incluía el habitual saludo «Yo y las legiones estamos bien».[24]

A los tres años y medio[25]​ de que se iniciara la rebelión, las luchas culminaron en el año 136 d. C. Después de perder Jerusalén, Bar Kojba y los restos de su ejército se retiraron a la fortaleza de Betar, que fue sitiada y tomada. El Talmud de Jerusalén relata que el número de muertos fue enorme; también relata que durante diecisiete años no se permitió enterrar a los cadáveres de Betar.

Según Dión Casio, murieron cerca de 580.000 judíos. Asimismo, 50 ciudades fortificadas y 985 aldeas fueron arrasadas.[26]​ Adriano intentó destruir de raíz la identidad judía, que había sido la causa de las continuas rebeliones. Prohibió la Torá, el calendario judío y mandó ejecutar a numerosos rabinos estudiosos y eruditos. Los rollos sagrados fueron quemados en una ceremonia en el Monte del Templo.

En la zona del antiguo templo instaló dos estatuas, una del dios romano Júpiter y otra de él mismo. Administrativamente eliminó la provincia romana de Judea fusionándola con otras regiones en la provincia de Syria Palæstina,[27]​ tomando el nombre de los filisteos, antiguos enemigos de los judíos, y fundó la ciudad de Aelia Capitolina en el sitio de Jerusalén, prohibiendo a los judíos que entraran en ella. Para humillarlos todavía más, sobre la puerta principal de la ciudad se colocó la estatua de un cerdo. Actualmente existen restos del cardo de la fase romana en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Los historiadores modernos atribuyen a la rebelión de Bar Kojba una importancia histórica decisiva. La destrucción masiva y las pérdidas de vidas ocasionadas por la rebelión hace que se considere el inicio de la definitiva diáspora judía en esta fecha. A diferencia de la primera guerra judeo-romana, la mayoría de la población judía fue asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida. Luego de la rebelión, el centro de la vida religiosa pasó a las sinagogas de Babilonia. Recién en el IV, Constantino I permitió a los judíos entrar en Jerusalén para lamentar su derrota una vez al año el 9 de Av en el muro occidental.

A mediados del siglo XX, la rebelión de Bar Kojba se convirtió en un símbolo de la resistencia nacional en Israel. El movimiento juvenil sionista Beitar toma su nombre de la fortaleza, y el fundador del Estado moderno judío, David Ben-Gurión, originalmente llamado David Grün, tomó su nombre hebreo de uno de los generales de Bar Kojba.[28]



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