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Rinitis



La rinitis es una inflamación del revestimiento mucoso de la nariz, caracterizada clínicamente por uno o más síntomas: rinorrea, estornudo, prurito (picor) nasal, congestión nasal y drenaje (secreción) postnasal.

Según su causa hay tres grandes tipos:[1]

Los síntomas usuales son picor nasal, producción de moco acuoso y líquido además de estornudos frecuentes. Si el médico explora el interior de las fosas nasales podrá observar que la mucosa de los cornetes está enrojecida, inflamada o con una coloración violácea muy característica. La inflamación produce enrojecimiento en la garganta.[2]

El paciente suele presentar, además, los ojos congestionados, que escuecen y lagrimean con profusión. Puesto que toda la mucosa de la nariz está congestionada, el paciente no puede respirar libremente y con facilidad, por lo que no es de extrañar que la mucosa de los senos maxilares y frontales esté también congestionada. Ello podrá favorecer las sinusitis, afecciones muy habituales en estos pacientes, que les provocan frecuentes dolores de cabeza, malestar general y, dependiendo de la persona, cambios de carácter e irritabilidad.

La rinitis alérgica se manifiesta también con estornudos frecuentes, flujo nasal transparente acuoso y lagrimeo constante. Todos estos síntomas aparecen sobre todo en las mañanas, lo que hace que disminuyan las actividades diarias de las personas, provocando malestares, comúnmente confundidos con un resfriado simple, aunque se diferencia de un resfriado porque este viene acompañado de fiebre y temperaturas y no va más allá de una o dos semanas.

El tratamiento de elección se establece en función de la etiología de la enfermedad:

En todos los casos de rinitis las guías clínicas recomiendan el empleo de lavados nasales, tanto en población pediátrica como adulta, para un mejor control de síntomas y como terapia adyuvante a otros medicamentos, posicionándose en las rinitis crónicas como tratamiento de primera elección.[5]

Por otro lado, la inmunoterapia sublingual ha demostrado ser un tratamiento efectivo en niños con rinitis y asma causadas por sensibilización a alérgenos estacionales (como la alergia al polen) y actualmente su uso en varios países europeos supera al de la inmunoterapia subcutánea clásica. En el caso de las sensibilizaciones provocadas por alérgenos perennes (que se manifiestan durante todo el año, tales como la alergia a los ácaros del polvo, pelo de animales, etcétera), las pruebas científicas no son concluyentes, y se precisan más estudios para demostrar la eficacia de la inmunoterapia sublingual.[6]

La inmunoterapia con alérgenos, administrada tanto por vía subcutánea como por vía sublingual, está absolutamente contraindicada en niños menores de dos años, personas con asma incontrolada o mal controlada, pacientes con enfermedades autoinmunes activas y enfermos de SIDA.[7]​ Asimismo, está absolutamente contraindicado su inicio durante el embarazo, pero podría continuarse un tratamiento preexistente bien tolerado, con precaución y bajo supervisión médica.[7]​ En niños con edades comprendidas entre los dos y los cinco años, la inmunoterapia con alérgenos solo está indicada en casos concretos.[7]



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