Robert Fischer cumple los años el 9 de marzo.
Robert Fischer nació el día 9 de marzo de 1943.
La edad actual es 81 años. Robert Fischer cumplió 81 años el 9 de marzo de este año.
Robert Fischer es del signo de Piscis.
Robert Fischer nació en Chicago.
Robert James Fischer, más conocido como Bobby Fischer (Chicago, Illinois; 9 de marzo de 1943 - Reikiavik, Islandia; 17 de enero de 2008), fue un gran maestro de ajedrez, campeón mundial entre 1972 y 1975. Obtuvo el título máximo del ajedrez mundial al vencer al soviético Borís Spasski en el llamado «Encuentro del Siglo». Sin embargo, después de lograr el título, no volvió a jugar nunca más en torneos internacionales. Su país dictó orden de búsqueda y captura contra él en 1992 por haber jugado otro encuentro contra Borís Spasski en Sveti Stefan (Yugoslavia, país contra el cual Estados Unidos había decretado un bloqueo) y más tarde revocó su pasaporte. En julio de 2004, Fischer fue detenido en el aeropuerto Narita ―en Tokio (Japón)―, por intentar salir del país utilizando un pasaporte no válido; fue liberado ocho meses después y autorizado a viajar a Islandia, país que acababa de concederle la nacionalidad a pesar del malestar que ello generó en las autoridades de Estados Unidos. Falleció en Islandia tres años después.
Estrictamente hablando, Bobby Fischer no fue un niño prodigio como lo fueron José Raúl Capablanca, Samuel Reshevsky o Arturo Pomar. Su desarrollo al principio fue más bien lento. Hasta los trece años no comenzó a despuntar como un jugador de capacidad superior; antes de esa edad no se apreciaban en sus resultados y su calidad de juego signos de extraordinario talento ajedrecístico. Es exacta la aseveración del árbitro internacional español Pablo Morán en el sentido de que «Como niño prodigio no fue muy brillante; en cambio, como adolescente prodigio no ha tenido parangón en la historia del ajedrez».
Fue hijo de la enfermera suiza Regina Wender, inteligente y políglota, y del físico de origen alemán Hans-Gerhardt Fischer, aunque existe controversia respecto de si este último fue el padre biológico de Bobby, pues Regina y Hans-Gerhardt no vivían juntos desde 1939. Se considera casi seguro que su padre biológico fue el físico húngaro Paul Nemenyi, dotado de asombrosa inteligencia de tipo matemático. En cualquier caso, Regina y Hans-Gerhardt no obtuvieron el divorcio hasta 1945; Bobby, que entonces tenía dos años, quedó, junto con su hermana mayor Joan, bajo el cuidado de su madre. En 1949 Regina se trasladó con sus dos hijos a Nueva York, a un pequeño apartamento en Brooklyn. Fischer aprendió a jugar ajedrez por sí mismo a la edad de 6 años, a partir de las instrucciones que venían en un estuche con diversos juegos que le regaló su hermana. Su afición por el ajedrez fue aumentando hasta llegar a la obsesión; su madre, preocupada, le llevó a la consulta de un psiquiatra pero la actitud del chico no varió. En enero de 1951, gracias a un anuncio en el periódico, Bobby participó en una sesión de simultáneas contra el maestro Max Pavey; esa fue su primera aparición pública como ajedrecista, y aunque perdió le sirvió, según confesión propia, para seguir esmerándose en ajedrez. El presidente del Brooklyn Chess Club, Carmine Nigro, fue su mentor de ajedrez, le enseñó los fundamentos de la estrategia y le introdujo en el mundo del ajedrez de competición.
En 1955 ingresó en el Manhattan Chess Club y participó por primera vez en el Campeonato Junior de Estados Unidos, finalizando en décimo lugar. Un año después, en Filadelfia, conquistaría el título juvenil, ganando ocho partidas, empatando una y perdiendo otra. Poco después de esta victoria, Fischer abandonó la Erasmus Hall High School a los 16 años para dedicarse por completo al ajedrez; aducía que estudiar era una pérdida de tiempo. Sus profesores le recordaban como un muchacho difícil. Probablemente tenía un coeficiente intelectual alto (tal vez de 187), aunque era asocial. En 1956, John Collins, que había sido tutor de otros jugadores sobresalientes como Robert Byrne y William Lombardy, le aceptó como alumno. En algunas ocasiones se ha descrito a Collins como una figura paterna para Fischer.
Sobre su partida con Donald Byrne, conocida por algunos como la «partida del siglo» en 1956, el doctor Max Euwe, campeón del mundo entre 1935 y 1937, comentó: «Que un renombrado maestro se confíe demasiado ante un jugador joven en pleno progreso, y sufra por ello una seria derrota, no tiene en sí nada de particular, y en la historia del ajedrez se registran bastantes ejemplos. Mas lo que no sucede todos los días es que un escolar de trece años supere francamente en la combinación a uno de los mejores jugadores de Estados Unidos. Las combinaciones de Fischer no son particularmente profundas, aunque tampoco evidentes».
Cuando Bobby tenía 17 años su madre le abandonó, dejando solo a su hijo en el apartamento de Brooklyn, entregado totalmente al ajedrez.
Su carrera coincide con el encumbramiento de la escuela soviética de ajedrez que, subvencionada por el Estado, dominó la disciplina desde 1948 hasta la desintegración de la Unión Soviética en 1991, con el paréntesis de Fischer; y aun después de dicha desintegración, los jugadores formados en dicha escuela soviética estuvieron en la cima durante años. El campeonato de Estados Unidos de 1957 tuvo para la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) en el sistema de Candidatos al título mundial, categoría Zonal. Bobby, ya campeón juvenil de Estados Unidos y que había terminado noveno en la edición anterior del campeonato absoluto, se alzó con el primer lugar, y se clasificó para el Torneo Interzonal de Portoroz (hoy Eslovenia) del año siguiente, en el que obtuvo el sexto puesto. Un resultado magnífico que le permitió acceder al torneo de Candidatos y obtener de forma automática el título de gran maestro. Muchos jugadores han superado desde entonces el récord de precocidad de Fischer en obtener el título de gran maestro (lo hizo con quince años y medio); cabe señalar, sin embargo, que el estadounidense lo alcanzó con recursos muy limitados, en una época en la que la información ajedrecística, particularmente la que llegaba a Estados Unidos, era mínima; en solitario y sin entrenadores (mientras que los jugadores soviéticos recibían apoyo oficial), y sin el auxilio de potentes programas de juego y bases de datos disponibles para los jugadores actuales. Debieron pasar treinta y tres años para que la húngara Judit Polgár estableciera una nueva marca.
Disputó nueve veces el Torneo Rosenwald de Nueva York, en el que se dirimía el campeonato de Estados Unidos. En su primera participación solo pudo ganar un par de partidas, aunque una de ellas, su victoria ante Donald Byrne ya referida anteriormente, lo proyectó a la fama internacional pues se publicó en revistas especializadas prácticamente de todo el mundo. En dicho juego Fischer venció mediante un brillantísimo juego combinativo, aún más sorprendente si se toma en cuenta que apenas contaba con trece años de edad. En sus restantes ocho apariciones obtuvo en todas el título nacional con al menos un punto de ventaja sobre el segundo clasificado. En la edición de 1963 logró además la proeza de coronarse campeón venciendo en todas las partidas; una hazaña sin precedentes pues participaban en el certamen figuras de la talla de Samuel Reshevsky, Larry Evans, Pal Benko y Robert Byrne.
Bobby Fischer acudió a cuatro Olimpiadas de ajedrez con el equipo de Estados Unidos. En todas ellas consiguió resultados sobresalientes, incluyendo dos medallas de plata y una de bronce defendiendo el primer tablero de su país. Sus enfrentamientos contra el equipo de la Unión Soviética, cuyo primer tablero generalmente ocupaba el campeón del mundo, produjeron partidas extraordinarias que recogen las antologías. En Leipzig (Alemania), en 1960, empató espectacularmente con el soviético entonces campeón del mundo Mijaíl Tal; al término del juego, Fischer le dijo con sorna al campeón: «No juega usted mal», a lo que Tal respondió: «Es la primera vez que usted lo reconoce, y si me hubiera ganado afirmaría que jugué como un genio».
En Varna (Bulgaria), dos años después, se encontraría con el legendario Mijaíl Botvínnik, al que dominó durante toda la partida aunque este salvaría el empate gracias a la ayuda en el análisis de la posición aplazada de sus compañeros de equipo, especialmente de Efim Geller, alcanzando un final de tablas teóricas en desventaja material. En la Olimpiada de La Habana (Cuba), el equipo de la Unión Soviética reservó al campeón mundial Petrosián, por lo que Fischer se enfrentó al entonces subcampeón Borís Spasski con quien firmaría las tablas después de cincuenta y siete movimientos en una partida que comenzó con la Apertura Española o Ruy López. En su última presentación «olímpica», en Siegen (Alemania), Spasski, ya como campeón mundial, derrotaría brillantemente al gran maestro de Brooklyn. Fischer en total ganó 40 partidas, empató 18 y perdió 7 en la máxima competición por equipos del ajedrez, con un porcentaje de efectividad de 75,4 por ciento.
Aún con su enorme talento y dedicación al juego, el campeonato del mundo tendría que esperar algunos años. En el patrimonio del torneo de Candidatos de 1959, en Yugoslavia (se jugó en tres ciudades: Bled, Zagreb y Belgrado), terminó en quinto lugar, empatado a puntos con Svetozar Gligorić, gran figura del ajedrez internacional; en esta ocasión Fischer perdió sus cuatro partidas con Tal. En 1962, triunfó en el Interzonal de Estocolmo (Suecia), con dos puntos de ventaja sobre Tigrán Petrosián (1929-1984), quien se coronaría campeón del mundo un año después, y Geller. En el torneo de Candidatos de Curaçao (Antillas Neerlandesas), sin embargo, Fischer terminaría sorprendentemente en un lejano cuarto lugar, detrás de Petrosián, Paul Keres y Geller, y denunciaría en un artículo de revista que los soviéticos jugaban en equipo, asistiéndose, y haciendo tablas fáciles entre ellos para repartirse los puntos y reservarse, con objeto de alejar de los puestos preferentes a otros jugadores. Desde luego, las acusaciones de Fischer no pudieron probarse, pero poco después la FIDE cambiaría las reglas del campeonato del mundo, sustituyendo el sistema del torneo de Candidatos por el de los enfrentamientos individuales.
Fischer se apartó temporalmente del ajedrez profesional durante algunos meses entre 1964 y 1965, se dedicó a dar exhibiciones y no participó en el ciclo de candidatos que culminó con el encuentro por el título mundial entre Petrosián y Borís Spasski en 1966, ni acudió a la Olimpiada de Tel Aviv (Israel). En 1967, no obstante, se presentaría al Interzonal de Sousse (Túnez) en una nueva acometida por el título mundial. Después de diez rondas, Fischer encabezaba la clasificación con un récord impresionante de siete victorias y tres empates, cuando decidió intempestivamente abandonar el torneo, alegando un calendario cargado. La crítica de Fischer parecía injusta pues el torneo se había estructurado, entre otras cosas, para respetar los días de descanso que sus creencias religiosas le imponían. De ese certamen es memorable su partida frente a Reshevsky, pues Fischer apareció en la sala de juego pocos minutos antes de perder por incomparecencia, y con la mitad del tiempo asignado en su reloj derrotó con relativa facilidad a su ilustre contrincante.
Bobby Fischer ganó todos los torneos en los que participó desde el mes de diciembre de 1962 hasta el Campeonato del Mundo de 1972, con solo dos excepciones: el Torneo Memorial Capablanca de 1965 (que se celebró en La Habana y Bobby jugó por teletipo desde Nueva York), en el que quedó empatado en segundo lugar con Borislav Ivkov y Geller, medio punto por detrás del ganador Smyslov; y la Copa Piatigorsky de 1966, en la que ocupó el segundo lugar, un punto y medio detrás de Spasski. En toda su carrera jamás perdió un enfrentamiento individual o partido, como se le conoce en la jerga ajedrecística. Derrotó al filipino Cardoso en 1957, y en 1961 dejó inconcluso un duelo con Reshevsky, que quedó en empate después de once partidas, a causa de desacuerdos con los organizadores; en su camino al campeonato del mundo se adjudicó tres victorias inapelables (ante el danés Bent Larsen y los soviéticos Mark Taimanov y Petrosián), y finalmente derrotó a Spasski en el ya mencionado y famoso Match del Siglo. Veinte años después, en 1992, disputó frente a su viejo rival Spasski un encuentro de exhibición, que se menciona más adelante.
Una de las características que distinguían a Fischer era la rapidez de su juego. En muy contadas ocasiones se veía en apuros de tiempo, pues casi siempre jugaba de manera ágil y muy correcta. No es de extrañar que con su excepcional talento se convirtiera en uno de los mejores jugadores de partidas rápidas (llamadas blitz, donde cada jugador dispone de cinco minutos para toda la partida). En 1970 se disputó en Herceg Novi (Montenegro, Yugoslavia) el torneo de partidas rápidas más importante celebrado hasta entonces. Fischer triunfó al lograr diecinueve de los veintidós puntos posibles contra rivales de primerísima fila, como los ex campeones mundiales Tal, Petrosián y Smyslov y los exaspirantes David Bronstein y Reshevsky. Solo Fischer y Tal fueron capaces de reproducir de memoria, una vez terminada la competencia, las partidas que habían jugado.
Ese mismo año se llevó a cabo en Belgrado (Serbia, Yugoslavia) el entonces anual encuentro entre la Unión Soviética y el resto del mundo. Bobby Fischer accedió a jugar en el segundo tablero, cediendo el primero a Larsen, que había obtenido mejores resultados en los meses anteriores, pues el estadounidense había permanecido inactivo. Fischer tuvo que enfrentarse a Petrosián, entonces subcampeón mundial, a quien venció convincentemente 3 a 1 (dos victorias y dos tablas), a pesar de haber permanecido alejado de los tableros. En la edición de 1971, el estadounidense ganaría por primera vez el Óscar del Ajedrez, distinción que repetiría los dos años siguientes.
En 1972, finalmente, alcanzó el derecho a disputar el Campeonato del Mundo. Obtuvo el primer lugar en el Torneo Interzonal de Palma de Mallorca (Islas Baleares, España) de 1970, en el que ganó quince de las veinticuatro partidas que disputó (las últimas siete del torneo de forma consecutiva), algo verdaderamente inusual tomando en consideración el nivel del torneo. Posteriormente, en el apogeo de su fuerza, arrolló en el ciclo de Candidatos disputado a lo largo de 1971 a los grandes maestros Mark Taimánov (soviético) y Bent Larsen (danés, el único que había logrado derrotarle en el Interzonal del año anterior), por idéntico resultado en sus respectivos enfrentamientos al mejor de 10 partidas: un sonrojante 6 a 0 que, en el caso de Taimánov, le supuso serios problemas con el aparato comunista soviético que lo acusó falta de carácter y de no haber sabido defender la honra patriótica. De hecho, ese resultado causó un enorme revuelo entre las autoridades ajedrecísticas de la Unión Soviética, que no solo acusaron a Taimánov, sino a todo el potente equipo de analistas que lo acompañó durante el encuentro.
Lo excepcional de estos resultados solamente se puede explicar diciendo que el gran talento de Fischer había llegado a su máximo esplendor. Para comprender la magnitud de la hazaña de Fischer, hay que tener en cuenta que, en el ajedrez de alto nivel, el empate es un resultado natural, pues lo normal es que a los contendientes les cueste trabajo romper el equilibrio. Hay que remontarse casi cien años atrás para hallar un resultado similar: en 1876, una época de ajedrez aún rudimentario, el primer campeón mundial Wilhelm Steinitz derrotó por 7 a 0 a Joseph Henry Blackburne, uno de los mejores jugadores de la época, aunque, en ese caso, Steinitz contaba con la gran ventaja de acabar de sentar las bases del ajedrez moderno que le proporcionaba una evidente superioridad sobre el resto de jugadores. En 1971 repetir ese resultado en la alta competición resultaba increíble, y más aún repetirlo dos veces consecutivas.
En la final de Candidatos, Fischer derrotó en Buenos Aires (Argentina) al ex campeón mundial, el soviético Tigrán Petrosián, por 6,5 a 2,5, ganando con ello el derecho a enfrentarse a Spasski con el título mundial en juego. Su cadena de 20 victorias consecutivas (las siete últimas del Interzonal, las de sus enfrentamientos con Taimánov y Larsen y la primera de su encuentro con Petrosian) constituye un auténtico hito en la historia del ajedrez de élite, como también lo es el haber cedido solo 2,5 puntos (una derrota y tres tablas) en las 21 partidas que disputó en las tres eliminatorias del ciclo de Candidatos. Algo que asombraba al mundo ajedrecístico y amedrentaba a sus rivales.
A partir de 1970, la Federación Internacional de Ajedrez adoptó la fórmula del científico húngaro Árpád Élő para estimar la fuerza de juego en el ajedrez. Bobby Fischer, a la luz de este sistema, vigente en nuestros días, alcanzó la marca de 2785 puntos, registro que durante mucho tiempo se consideró el mejor rendimiento conseguido por un ajedrecista. Con el tiempo, varios jugadores notables han ido superando la barrera de los 2800 puntos, entre ellos, cinco campeones del mundo, Garri Kaspárov, Veselin Topálov, Vladímir Krámnik, Viswanathan Anand y Magnus Carlsen, así como los grandes maestros Levon Aronian, Alexander Grischuk y Fabiano Caruana. Este hecho por sí solo, sin embargo, no significa que su desempeño haya sido superior al logrado por Fischer años atrás, al menos desde el punto de vista estadístico. Esto se debe al fenómeno conocido como «inflación del Elo». La clasificación de los jugadores han ido aumentando de manera imperceptible pero sostenida a través de los años, y aunque excede el propósito de este artículo referir las causas del fenómeno en cita, al que constantemente se le busca solución,
El encuentro por el campeonato del mundo de 1972 fue singular por diversas razones, aunque algunas de ellas nada tenían que ver con el ajedrez. Reikiavik, capital de Islandia, representó el enfrentamiento de dos mitos del tablero. El primero era el propio Fischer, que nunca había ocultado su fobia deportiva hacia los grandes maestros soviéticos. Sus excentricidades, exigencias y reacciones eventualmente infantiles, para bien o para mal lograron interesar al gran público, de ordinario ajeno a las incidencias del ajedrez profesional. Lo excepcional del estadounidense, sin embargo, eran sus resultados. Su puntuación Elo era 125 puntos superior a la de Spasski. Si no se hubiera tratado del número uno y dos del escalafón mundial, la estadística indicaría solamente el enfrentamiento de dos ajedrecistas de diferente categoría. Tal era la distancia que Fischer llegó a tener con relación a sus contemporáneos.
El retador, en efecto, parecía invencible. No obstante, se enfrentaba a un rival temible, otro auténtico mito de invulnerabilidad. Ese rival no era solamente Spasski, un jugador de talento excepcional al que Fischer no había podido vencer antes de este encuentro, sino la poderosa estructura de ajedrez de la Unión Soviética, dirigida por el Comité de Educación Física y Deportes, que había producido a todos los campeones y subcampeones mundiales desde 1948, y había ganado todas y cada una las Olimpiadas que se habían efectuado desde entonces. Ningún campeonato del mundo desde 1951 se había disputado fuera de Moscú.
El ajedrez, en definitiva, era una cosa muy seria en la Unión Soviética, con importantes implicaciones políticas, pues sus frecuentes triunfos eran considerados una prueba de la superioridad del régimen; no podían permitirse, en consecuencia, perder el título a manos de un aspirante de Estados Unidos. El ex campeón mundial Mijaíl Botvínnik puso a disposición del equipo de Spasski un análisis exhaustivo de las partidas de Fischer; Ígor Bondarevski abordaría la parte técnica; Efim Geller el repertorio de aperturas; Nicolay Krogius la asistencia psicológica; e Ivo Ney se encargaría de la puesta a punto física del campeón. El apoyo de Fischer lo componían Lombardy, el abogado Paul Marshall (que tuvo un papel destacado) y Fred Cramer, por parte de la Federación de Ajedrez de Estados Unidos. El partido no podía ser, por sus circunstancias particulares, un mero evento deportivo. Se enfrentaban dos maneras muy distintas de entender al mundo que aspiraban a la supremacía. Por unos meses la Guerra Fría se trasladó a un tablero de ajedrez.
Tras la jugada número 30 de la primera partida, los dos jugadores llegaron a una posición completamente simétrica (dos alfiles de casillas negras y seis peones repartidos de igual manera por ambos flancos). Fischer perdió cuando cometió un error amateur al comer un peón con su alfil que después del movimiento de un peón de Spasski queda sin escapatoria siendo una presa fácil para el rey que se encontraba cerca. No se presentó a la segunda partida alegando disconformidad con la organización. Parecía que Spasski retendría el título para el ajedrez soviético; pero Bobby Fischer venció en la tercera. La cuarta partida fue tablas y, desde la quinta, se impuso rotundamente el gran maestro estadounidense. Después de un tenso desarrollo, Fischer venció a su rival tras 21 partidas (Spasski abandonó por teléfono la última partida, que había quedado aplazada) y se coronó campeón mundial el 1 de septiembre de 1972 con un total de 7 partidas ganadas, 3 perdidas y 11 tablas. Ha sido el único estadounidense en conquistar el título.
Transcripción (en notación algebraica) de la partida 21 y última del partido:
Blancas: Spasski
Negras: Fischer
1.e4 c5 2.Cf3 e6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 a6 5.Cc3 Cc6 6.Ae3 Cf6 7.Ad3 d5 8.exd5 exd5 9.O-O Ad6 10.Cxc6 bxc6 11.Ad4 O-O 12.Df3 Ae6 13.Tfe1 c5 14.Axf6 Dxf6 15.Dxf6 gxf6 16.Tad1 Tfd8 17.Ae2 Tab8 18.b3 c4 19.Cxd5 Axd5 20.Txd5 Axh2+ 21.Rxh2 Txd5 22.Axc4 Td2 23.Axa6 Txc2 24.Te2 Txe2 25.Axe2 Td8 26.a4 Td2 27.Ac4 Ta2 28.Rg3 Rf8 29.Rf3 Re7 30.g4 f5 31.gxf5 f6 32.Ag8 h6 33.Rg3 Rd6 34.Rf3 Ta1 35.Rg2 Re5 36.Ae6 Rf4 37.Ad7 Tb1 38.Ae6 Tb2 39.Ac4 Ta2 40.Ae6 h5 41.Ad7. En esta posición la partida quedó aplazada, pero el blanco abandonó antes de la reanudación porque el rey negro podía ahora apoyar el avance de su peón de la columna h mediante 41.- Rg4, ganando. Spasski debió haber jugado 41.Rh3, con buenas posibilidades de tablas. Claro que la jugada anterior de Fischer también fue floja, pues en lugar de 40.- h5 debió haber jugado 40.- Rg4, con la misma idea de apoyo a su peón libre e impidiendo el paso al rey contrario.
Resultó incomprensible para todo el mundo que el momento culminante de la carrera de Bobby Fischer al conquistar el campeonato mundial significase también su abrupto y completo final, pues nunca más quiso volver a jugar una sola partida de competición oficial a pesar de tener solamente 29 años. La única explicación plausible para esta actitud es un temor insuperable a ser derrotado, lo cual se suma a los diversos indicios de obsesión y desequilibrio mental que hasta entonces había dado. Además de que al no volver a jugar frustró las expectativas de todos los aficionados y organizadores del mundo, hay que observar que la única fuente de futuros ingresos de Bobby sería el ajedrez o estaría en estrecha relación con este.
Cumplido el siguiente ciclo de clasificación tres años más tarde, en 1975, llegó una vez más la ocasión de que el campeón defendiera su título frente al nuevo aspirante, en este caso el joven soviético Anatoli Kárpov (n. 1951), de 24 años. Entonces Bobby planteó a la FIDE que no deseaba defender su título de la misma forma que lo había ganado, sino según otro esquema anterior a 1948, que consistía, entre otras cosas, en que la victoria sería para quien primero alcanzara 10 victorias (sin contar las tablas), reteniendo el título el campeón en caso de empate a 10. Hasta aquí puede decirse que es un planteamiento equitativo y razonable; de gustos personales, si se quiere, pero razonable. El gran inconveniente es que Fischer pretendía introducir además la condición de que él (Fischer) también retendría el título si se empataba a nueve.
Aunque la FIDE y la delegación soviética aceptaron las restantes exigencias de Fischer, la cuestión del empate a nueve no era razonable ni admisible. Para que se entienda mejor lo irracional de esta condición, se puede enunciarla así: «El campeón será Kárpov si gana diez partidas, y Fischer si gana nueve». Esta condición sería ridícula en otros deportes que se disputan a un tanteo prefijado, como el tenis, o cuando en fútbol hay que recurrir al lanzamiento de penaltis. Botvinnik calificó esta condición de «unfair» (injusta). La FIDE desautorizó esta pretensión, pero entonces Fischer se negó en redondo a jugar. No quedó otra opción que desposeer a Fisher de su título y proclamar campeón a Kárpov, quien, con sus resonantes triunfos en grandes torneos y matches por el campeonato mundial durante los diez años siguientes, se hizo merecedor indiscutible al título mundial y, con el paso del tiempo, ha demostrado ser uno de los jugadores más formidables de la historia del ajedrez, que ha ganado un casi increíble total de 160 torneos de ajedrez de élite.
Fischer, decepcionando profundamente a la afición mundial, continuó sin jugar e incluso desapareció de la vida pública. Kárpov, que dijo sentirse como un niño al que no le dan un juguete largo tiempo prometido, se entrevistó en 1976 con Bobby para concertar un encuentro, pero su intento no tuvo éxito. En 1981 Bobby, con aspecto de vagabundo, fue detenido en Pasadena (California) cuando la policía le confundió con el atracador de un banco.
Mucho después, en 1992, Fischer, a la sazón de 49 años, aceptó jugar un encuentro amistoso de exhibición contra su antiguo adversario Spasski, de entonces 55 años de edad. El partido comenzaría en Sveti Stefan, a orillas del mar Adriático, y acabaría en Belgrado, enclaves ambos de la República Federal de Yugoslavia, nación procedente del desmembramiento de la antigua Yugoslavia. Aunque tuvo notoriedad por ser la reaparición de Fischer después de veinte años, este encuentro estaba muy lejos de ser una repetición del famoso de 1972, pues la Unión Soviética se había disuelto y ya no había intereses ni tensiones internacionales; Spasski se había nacionalizado francés y ―esto es destacable― había retrocedido en la clasificación internacional Elo hasta el puesto 124; y, por último, no había en juego ningún título oficial ni extraoficial. Lo único realmente relevante era el apartado financiero, pues la exhibición estaba dotada con sustanciosos premios en metálico: 3,65 millones de dólares para el vencedor y 1,35 para el perdedor. El Gobierno de Estados Unidos prohibió a Fischer ―como a todos sus conciudadanos― involucrarse en el partido a causa de las restricciones en el comercio impuestas a la República Federal de Yugoslavia por su intervención en la reciente guerra de Bosnia. Ante las cámaras, Fischer (que jugaba con una bandera estadounidense en la mesa) escupió sobre la carta del gobierno de su país que le conminaba a desistir de jugar. El encuentro se celebró y acabó con la victoria del estadounidense, aunque la calidad de las partidas y el desarrollo general del acontecimiento despertaron escaso interés en el mundo del ajedrez. Las autoridades de Estados Unidos dictaron orden de búsqueda y captura contra Fischer, lo cual podía llegar a costarle hasta diez años de cárcel.
A lo largo de años, al mismo tiempo que su salud mental comenzaba a deteriorarse, Bobby Fischer se había caracterizado por lanzar furibundos pronunciamientos antisemitas y antiestadounidenses. A pesar de ser él mismo de ascendencia judía por el lado materno, admiraba a Adolf Hitler y era un negacionista del Holocausto. En al menos una oportunidad se había declarado a favor de un hipotético golpe militar derechista en su país, seguido de la destrucción de sinagogas y la ejecución de cientos de miles de cabecillas judíos.
En una entrevista a una radio filipina el 12 de septiembre de 2001, Fischer proclamó su satisfacción por los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono ocurridos el día anterior y se pronunció en durísimos términos contra Estados Unidos e Israel.
En julio de 2004 Fischer fue detenido en el aeropuerto de Narita, en Tokio (Japón), por utilizar un pasaporte no válido, pues Estados Unidos lo había anulado. Bobby permaneció ocho meses detenido hasta que en marzo de 2005, finalmente, Islandia le concedió la ciudadanía islandesa, con lo que las autoridades japonesas le autorizaron a que viajase a ese país. Islandia hizo este gesto por razones humanitarias, y sentimentales, pues el encuentro de 1972 hizo famosa su capital, Reikiavik, en todo el mundo. Las autoridades estadounidenses, sin embargo, expresaron su malestar por la concesión de dicha nacionalidad, pues reclamaban que el ajedrecista fuese extraditado a Estados Unidos para ser juzgado.
Tres años más tarde, el 17 de enero de 2008, Fischer falleció a los 64 años en Reikiavik (Islandia), a causa de una enfermedad renal y fue enterrado en una tumba sencilla en un cementerio cercano a Selfoss, pequeña localidad costera al sudoeste del país.
En junio de 2010 la Corte Suprema de Islandia determinó que el cuerpo de Fischer fuese exhumado para obtener una muestra de su ADN y poder así establecer si había sido el padre de Jinky Young, una niña filipina de nueve años cuya madre aseguraba haber tenido una relación con el excampeón. En julio de 2010 el cuerpo fue exhumado y, tras tomar muestra de su ADN, inhumado de nuevo. En agosto de 2010 se informó de que la prueba de ADN había revelado que Jinky Young no era hija de Fischer.
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