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Rodrigo García (dramaturgo)



¿Dónde nació Rodrigo García (dramaturgo)?

Rodrigo García (dramaturgo) nació en Buenos Aires.


Rodrigo García (Buenos Aires, Argentina, 1964) es un escritor, director de escena de teatro contemporáneo, dramaturgo y escenógrafo hispano-argentino. Vive desde 1986 en España, donde comenzó su carrera teatral. Fundó la compañía La Carnicería Teatro en 1989 en Madrid. Ha colaborado, entre otras instituciones y festivales, con el Centro Dramático Nacional (España), el Festival de Aviñón o la Bienal de Venecia. En 2009 recibió el Premio Europa Nueva Realidad Teatral. Entre 2014 y 2017 dirigió el Centre Dramatique National (CDN) de Montpellier (Francia), que rebautizó con el nombre de «Humain trop humain» (Humano demasiado humano).

Rodrigo García nació en Buenos Aires en 1964, hijo de un carnicero y una verdulera. Estudió Ciencias de la Información en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en la provincia de Buenos Aires. Durante el período entre 1980 y 1986, todavía en plena dictadura militar en Argentina, Rodrigo García cimenta su formación como espectador de una gran cantidad de obras teatrales (sobre todo de teatro del absurdo) y cinematográficas en las salas de Buenos Aires: frecuenta las del barrio San Telmo, la Cinemateca Hebraica, el cine Leopoldo Lugones, el Cosmos 70, etcétera. Este interés creciente por el arte seguremente le salvó de caer en la delincuencia, algo muy frecuente entre los jóvenes del barrio chabolista donde vivía, Yparraguirre de Grand Bourg.[1]

En esta época recibe gran influencia de la obra de artistas como Inda Ledesma, Eduardo Pavlovsky y del autor polaco Tadeusz Kantor, especialmente de su obra Wielopole-Wielopole.

En 1986 decide emigrar a España para intentar desarrollar su carrera como director y dramaturgo. En Madrid encontró un panorama conservador donde sus propuestas para llevar a cabo obras de Pavlovsky no son bien recibidas. En estos años, sin abandonar su producción teatral, comienza a trabajar como publicitario, trabajo al que se dedicará también durante 18 años. En esa época conoce a Espacio Cero, compañía de teatro madrileña creada 1978 y hoy desaparecida. Entre los espectáculos producidos por Espacio Cero destacaron en aquellos años Camaralenta de Eduardo Pavlovsky y Máquinahamlet de Heiner Müller. Más adelante, Rodrigo García conoce a quien será uno de sus más estrechos colaboradores durante su carrera, Carlos Marquerie, que a partir de 1990 abrió en el Teatro Pradillo de Madrid un espacio para la creación interdisciplinar, favoreciendo los cruces con las artes plásticas y la música, especialmente los encuentros entre el teatro y la danza, y con la intención de establecer relaciones de intercambio y diálogo con los teatros y artistas escénicos internacionales más avanzados.

Cuando Marquerie deja el Teatro Pradillo en 1996 para fundar la compañía Lucas Cranach, la sala madrileña Cuarta Pared acoge muchas de las nuevas propuestas de García.

Durante los años noventa su obra, diáloga de forma potente con el paisaje artístico contemporáneo: instalaciones, videocreación y performance.

Obras de esta época son Los tres cerditos (1993) o El dinero (1996). Rodrigo García toma distancia de las prácticas más comerciales utilizando como campo de batalla lo brutal, “en un intento de aproximarse a lo real por medio de la destrucción, la imaginación desenfrenada, el desprecio y la poesía de lo cotidiano”, según el profesor José Antonio Sánchez.[2]​ Ya desde estas obras se encuentran elementos característicos que van a continuar desarrollándose en toda su obra. porque más allá de las etapas que se pueden diferenciar, el mundo escénico de Rodrigo García conserva una fuerte personalidad.

Como dice el investigador del CSIC Óscar Cornago,[3]​ a medida que transcurren los años noventa su creación evoluciona hacia un tipo de comunicación escénica más directa, más explícita en sus referencias sociales y también más físico. El grado de implicación física de los actores se produjo en paralelo al grado de compromiso social que quiso hacer visible en su obra. El trabajo de los actores ocupa el centro del escenario y el modo de exposición se hace más abierto, en un cara a cara con el público y con la sociedad. La obra transmite una actitud de confrontación, descaro e insolencia. El escenario se llena de música, las acciones se hacen impúdicas y el ritmo se acelera. El escenario devuelve a la sociedad de consumo, moralista e hipócrita, su rostro degradado y cínico. A este período responden sus obras más conocidas, las que le abrieron las puertas del teatro público europeo y los festivales internacionales, como After sun (2000), que alcanzó 300 representaciones, o Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba (2003) y La historia de Ronald, el payaso de McDonald´s (2003), que se siguió programando durante más de seis años. En 2004 llegaron obras que ya no se estrenaron en España, como Jardinería humana o Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo,en las que se llevaba al extremo este lenguaje escénico.

Lo monstruoso aparece de forma espontánea allí donde lo orgánico se ve privado de límites. Al igual que David Lynch o Cindy Sherman, García recurre a "lo abyecto" con la intención de adentrarse en lo que él denominaba el "universo del mal". "Para ambos artistas el descontrol, el caos, el desorden, la sexualidad e, incluso el mismo cuerpo, infunden miedo e inculcan el temor en los espectadores.

Puede resultar difícil entender que una obra con una violencia crítica expresada de forma tan directa haya resultado aclamada en el corazón de la misma Europa a la que esta crítica apunta, pero el arte moderno llega a funcionar así. El artista se enfrenta a una maquinaria cultural con una impresionante capacidad de asimilar, envolver y convertir en producto de consumo la obra más radicalmente antimercado, lo que traducido en términos escénicos, daría un entretenido espectáculo, emociones fuertes y compromiso social pagados por la clase media intelectual europea, un sector social que en España ni siquiera ha adquirido la fuerza suficiente para llegar a programar este tipo de teatro. Para bien o para mal, en Madrid todavía es difícil llegar a consumir escénicamente transgresión. De nuevo según Cornago, tras este período de acelerada producción y enorme éxito, Rodrigo García anuncia un tiempo de reflexión, en el que siguen girando estos espectáculos, pero deja de crear. Durante 2004 recurre a unas sencillas propuestas para presentar dos textos, que ya estaban escritos antes, en forma de monólogos, Borges y Goya. El mundo anterior queda citado en un vídeo que abre y cierra la obra, donde una vez más pornografía y capitalismo se dan la mano; sin embargo, lo que vemos en escena ya no son cuerpos desnudos o acciones violentas, sino dos extraños personajes que con un ritmo tranquilo cuentan sendas historias, entreveradas de episodios autobiográficos, pasajes cómicos y reflexiones filosóficas. Un año después viene una pieza breve, Accidens. Matar para comer, que contrasta también con sus trabajos anteriores. En un escenario limpio, con una luz azulada y un mar proyectado de fondo, un Juan Loriente elegante y meditativo observa tranquilamente el enorme bogavante, suspendido en mitad del escenario, que va a preparar a la plancha para terminar comiéndoselo. La mesa de operaciones recuerda a la que tantas veces ha utilizado en sus obras, pero ahora todo tiene un aire distinto. Se crea un clima que persigue un sentido de unidad escénica que quizá, como señala el autor, no tuvieron sus anteriores trabajos, con un carácter más fragmentario. Un texto proyectado en letras grandes hace una reflexión silenciosa, en primera persona, sobre la muerte. De fondo, los latidos del corazón del animal dejan paso a la voz de Louis Armstrong, What a wonderful world!.

En la obra de García se dan una serie de tema recurrentes que constituyen los principios de un discurso moral que el autor no da elaborado:

-Una penetración de las representaciones en busca de lo real y un posicionamiento ético. -El desprecio del sistema educativo como mecanismo de alienación del individuo. -La burla de la ambición. -El rechazo del trabajo y la defensa de la ociosidad. -La denuncia del consumismo. -La obsesión por penetrar las vidas de los otros. -La defensa del exceso. -El caos y la contradicción como una forma de expresar la rebelión contra el conformismo y lo establecido.

José Antonio Sánchez nos señala, Rodrigo García ha creado siempre desde una compleja conciencia del entorno en el que se encuentra, de su entorno personal, social y profesional; es por esto que en un sentido antropológico amplio del término su trabajo puede ser considerado como muy político.

En 2009 la UNESCO le otorga el XI Premio Europa Nuevas Realidades Teatrales, junto a otros creadores: el belga Guy Cassiers, el italiano Pippo Delbono, el húngaro Schilling y el francés Françoise Tanguy y su Théâtre du Radeau. A pesar de la importancia este acontecimiento pasa prácticamente desapercibido para la opinión pública española.

Rodrigo García y La Carnicería Teatro han realizado también las siguientes instalaciones:

Videos relacionados con Rodrigo García en Youtube. Videos de Rodrigo García en Theatre Contemporain.



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