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Saco de Amberes



El saqueo de Amberes, conocido como la Furia Española en los Países Bajos, Bélgica y el Reino Unido, fue una sublevación por parte de los soldados de los tercios españoles fieles a la Corona que se produjo entre el 4 de noviembre y el 7 de noviembre de 1576. En él murieron diez mil ciudadanos y fue el detonante para la sublevación de las provincias de Flandes que aún permanecían leales a la corona española en la guerra de los Ochenta Años.

El 1 de septiembre de 1575 se produjo la segunda quiebra de la Hacienda Real de Felipe II, lo cual hacía imposible el abono de las pagas que se debían a los soldados del ejército de Flandes, algunas de cuyas unidades llevaban más de dos años y medio sin cobrar, por lo que tenían que vivir de la población, a la que usualmente robaban. En julio de 1576 el tercio de Valdés se amotinó por el mismo motivo y ocupó la ciudad de Aalst para saquearla. El Consejo de Estado, con los miembros leales a la corona arrestados por orden de los nobles flamencos Heese y Climes y apoyándose en la indignación por los desórdenes y el cansancio de la guerra, autorizó a la población de los Países Bajos a que se armase para expulsar a todos los españoles, soldados o no, y puso bajo su mando a unidades valonas y alemanas para luchar junto a los rebeldes holandeses contra las tropas españolas. Aprovechando la situación, las tropas rebeldes intentaron apoderarse del castillo de Amberes.

El 3 de octubre las tropas rebeldes (formadas por casi 20 000 hombres) entraron en la ciudad, cuyos gobernadores les habían abierto las puertas, y tomaron posiciones para asaltar el castillo defendido por tropas españolas al mando de Sancho Dávila. Los amotinados de Aalst (unos 1600 hombres), que habían rehusado anteriormente obedecer cualquier orden sin haber cobrado antes las deudas, al tener noticia del ataque, marcharon sin descanso en dirección a Amberes para ayudar a los sitiados, llegando a la ciudad el día cuatro. En lugar de las banderas del rey, para evitar profanarlas con su delito de rebelión, ondeaban imágenes de la Virgen María. Al pedirles el resto de los miembros de la fuerza de auxilio que recuperasen fuerzas con algo de comida, replicaron orgullosos que: "Venimos con propósito cierto de victoria, y así hemos de cenar en Amberes, o desayunar en los infiernos". Consiguieron entrar en el castillo y reunirse con otras unidades (600 hombres al mando de Julián Romero y Alonso de Vargas) que acudían desde diferentes lugares a socorrer a Dávila. A pesar de que las tropas rebeldes eran mucho más numerosas, los amotinados y la guarnición del castillo se lanzaron al ataque por las calles de la ciudad, haciendo huir a los holandeses. Algunos de ellos se refugiaron en el ayuntamiento, escopeteando con mosquetes a los españoles. Estos lo incendiaron, propagándose las llamas por la ciudad. Acto seguido, y debido al gran desorden, procedieron a saquear la ciudad durante tres días, contándose los muertos por centenares.

La indignación de las provincias y el Consejo de Estado por el saqueo no tuvo límites. El 8 de noviembre firmaron la pacificación de Gante que exigía la salida de los soldados españoles de los Países Bajos, acuerdo que Don Juan de Austria tuvo que aceptar para no perder totalmente el control de las provincias. Las tropas españolas saldrían de Amberes el 26 de marzo de 1577.

Con el saqueo de Amberes y la marcha de los tercios del ejército de Flandes, se perdió el fruto de diez años de esfuerzos por parte de la corona para recuperar el dominio de las provincias rebeldes.

Este incidente además sirvió para alimentar aún más la Leyenda Negra.



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