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Salón de belleza



Un salón de belleza o estética[cita requerida] es un establecimiento comercial que ofrece a sus clientes tratamientos para el embellecimiento, conservación e higiene de la piel, con el fin primordial de promocionar la imagen saludable de sus clientes.[1]​ Los salones de belleza deben estar atendidos y dirigidos por expertos a los que se denomina esteticistas. En los salones se venden productos cosméticos de línea profesional.[2]

Primeramente en el antiguo Egipto se cuidaba mucho la apariencia física pero no se tenía un lugar específico para practicar sus actividades tales como: los baños de leche, exfoliaciones de la piel, maquillaje en el rostro, manicura,los cortes de cabello, entre otras cosas más simbólicas de la época.

Fue hasta en la Antigua Grecia cuando los salones de belleza comenzaron a tener un lugar en la sociedad, donde solo se peinaban las cabezas más selectas. Esto comenzó a partir del nacimiento de las expresiones artísticas y la vanidad adquirida gracias a las que se empezó a utilizar grasa animal y mezclas de hierbas que recolectaban para crear cremas y maquillajes que eran exclusivos de la clase alta para embellecerse un poco más, dando pauta a todo tipo de soluciones, peinados, joyas, vestimenta, etc. El moderno concepto de salón de belleza femenina fue desarrollado por una canadiense, Martha Matilde Harper (1857-1950), quien de alguna manera inventó también el concepto actual de franquicias en los negocios.

El cuidado personal fue algo muy simbólico que se retomó en el Renacimiento, donde los peinados de los griegos, por ejemplo, se volvieron a imitar usando trenzas y moños perfectos al igual que coronas y joyas; la diferencia era que estos elementos podían ser usados por toda la sociedad y no solo por quienes tenían un alto rango, como el uso de lociones y perfumes que debido a la escasa limpieza que se tenía en esa época eran utilizados para ocultar la falta de higiene personal y malos olores.

En esta etapa La Corte le da suma importancia a las fiestas y a la belleza pero a su vez descuidaron mucho al Estado por permitirse estos lujos.Se usaban muchas joyas y accesorios que llegaban a lo extravagante. Tanto las mujeres como los hombres le daban mucho cuidado a su cabello y vestimenta, al grado de tener que soportar telas rígidas o peinados y zapatos que lastimaban y podrían perjudicar la salud de las personas solo por seguir el paso de la moda.

Con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial se instauró la sencillez como línea a seguir en todos los sentidos, dejando de usarse las pelucas y abalorios de fantasía. Aumentaron las medidas higiénicas y surgieron nuevas profesiones, entre ellas, la peluquería. Los peluqueros trabajaban sobre todo a domicilio en el caso de las mujeres de la burguesía; los hombres en cambio continuaban acudiendo al barbero a cortarse el cabello.



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