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Salto de esquí



El salto de esquí es un deporte de invierno que consiste en deslizarse con esquís por una trampolín y conseguir así un salto bien ejecutado a la mayor distancia posible. La longitud del salto y otros factores como la posición, control y aterrizaje influyen en la puntuación final. A fines del siglo xix se disputaron en Noruega los primeros eventos de salto de esquí, y durante el siglo xx el deporte se extendió por el resto de Europa y América del Norte. Junto con el esquí de fondo, constituye el grupo tradicional de las modalidades de esquí nórdico. La combinada nórdica, otro deporte olímpico, consiste en una combinación de esquí de fondo y saltos.

El trampolín de salto, una estructura especialmente diseñada para la práctica de este deporte, esta formado por un rampa en la que el competidor se desliza hacia abajo y en cuyo final se inicia el despegue, y una pendiente de aterrizaje. Cada salto se evalúa de acuerdo a un puntaje que se otorga por la distancia recorrida y otro por la ejecución. El puntaje otorgado a la distancia se relaciona con la proximidad al punto de construcción (también conocido como «punto K»), una línea trazada en el área de aterrizaje y que sirve como un «objetivo» que los competidores deben alcanzar. Cada juez valora la ejecución del salto con un máximo de 20 puntos, con descuentos de puntaje en caso de errores, imprecisiones o imperfecciones en el despegue, salto o aterrizaje. Las técnicas han evolucionado a lo largo de los años, desde saltos con los esquís paralelos y ambos brazos hacia adelante, al «estilo V» más ampliamente usado en la actualidad.

El salto de esquí está presente en los Juegos Olímpicos de Invierno desde su primera edición en Chamonix 1924, y en el Campeonato Mundial de Esquí Nórdico desde 1925. Durante décadas fue un deporte exclusivamente masculino, hasta que a principios de 1990 comenzaron a participar mujeres en eventos internacionales. Sin embargo, el primer evento olímpico femenino se incluyó recién en los Juegos Olímpicos de Sochi 2014. El austriaco Stefan Kraft ostenta desde 2017 el récord del salto de esquí más largo, de 253.5 metros, en el trampolín de Vikersund en Noruega. El salto de esquí también se puede practicar durante el verano, en una rampa con pistas hechas de porcelana y la zona de aterrizaje cubierta por plástico empapado en agua. La competencia de más alto nivel en temporada de verano es el Gran Premio de Salto de Esquí, que se realiza desde 1994. Todas las grandes competiciones de salto de esquí a nivel mundial son organizadas por la Federación Internacional de Esquí.

Los saltos de esquí se originaron como casi todos los deportes de invierno en los países nórdicos de Europa. En la actualidad países como Polonia, Noruega, Eslovenia, Austria o Alemania compiten por la hegemonía con los esquiadores procedentes de Japón, aunque también países como República Checa o Suiza disponen de un gran nivel. La tecnología desempeña un papel cada vez mayor, y en la actualidad los esquiadores se someten a numerosas pruebas en túneles de viento para hallar la posición ideal que les permita aterrizar más lejos. Asimismo el equipamiento está orientado a ofrecer la mínima resistencia al aire.

Como deporte olímpico hizo su aparición ya en la primera edición de los juegos invernales, los Juegos Olímpicos de Chamonix 1924, donde se competía sobre un trampolín de 80 metros. El 1972 la federación internacional estableció como oficiales las actuales pruebas de K-90 y de K-120. La prueba por equipos es más reciente y se remonta a los Juegos Olímpicos de Calgary 1988, donde ganó el oro el equipo de Finlandia.

Las mujeres empezaron a competir en esta disciplina en los años 1970, con pioneras como Anita Ward. La primera vez que compitió a nivel de Copa del Mundo fue la Copa del Mundo de Saltos de Esquí de 2011/12 y se alcanzó un escalón más cuando el salto de esquí femenino fue incluido como parte de los Juegos Olímpicos de Sochi 2014.

Para realizar el salto el esquiador se sitúa en la parte de arriba del todo en la rampa de despegue y se lanza rampa abajo en unos esquíes de unos 12 cm de ancho. Va adquiriendo velocidad hasta llegar a unos 90 km por hora,[1]​ momento en el cual se realiza el despegue, que es el momento más importante, ya que el esquiador debe realizar el impulso en el momento preciso. Un retraso o anticipo de unas centésimas de segundo pueden significar varios metros en la distancia del salto.

Durante el vuelo los esquiadores adoptan una forma de V, con los esquís abiertos, el cuerpo echado adelante y los brazos pegados al cuerpo.

Por último llega el momento más peligroso, que es el aterrizaje. Los esquiadores lo realizan en lo que se llama la posición telemark, es decir, con un rodilla por delante, que es la que se encarga de aguantar el impacto en el suelo. En este momento se utilizan también los brazos para equilibrar el cuerpo y no caerse.

En los Juegos Olímpicos de Invierno se disputan cuatro pruebas, tres masculinas y una femenina:[1]

En estas pruebas cada participante tiene que hacer dos saltos, sumándose la puntuación conseguida en ambos y ganando el que totalice más puntos.



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