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San Francisco de Borja y el moribundo impenitente



San Francisco de Borja y el moribundo impenitente es un cuadro de Francisco de Goya pintado en 1788 por encargo de los IX duques de Osuna para su capilla de la Catedral de Valencia junto con otro lienzo, San Francisco despidiéndose de su familia.

Aquí Francisco de Borja intenta convencer agitando el crucifijo a un moribundo de que confiese, mientras que unos seres grotescos, probablemente demonios, esperan hacerse con la posesión de su alma. El asunto está arraigado en la iconografía tradicional popular, que ya desde Gonzalo de Berceo y sus Milagros de Nuestra Señora está pronta a reflejar la lucha entre las fuerzas celestiales y las demoníacas por el alma de un agonizante.

La representación de esta estampa, arraigada en el folclore ancestral, por Goya aprovecha al máximo la utilización de la luz, muy contrastada. El rigor mortis del hombre, expresado con un rictus dramático, e iluminado por un no menos teatral tono amarillento y blanquísimo, junto con la luz que desprende el aura de San Francisco y la calidez de los matices de los verdes, hacen de esta una de las más originales pinturas religiosas de su tiempo.

Es este uno de los primeros cuadros en los que los que se aprecia la categoría estética (definida en las preceptivas dieciochescas) de Lo Terrible, descrito por Anton Raphael Mengs —aunque tachándolo de estilo viciado— en su «Carta a Ponz» como asociado al arte de Miguel Ángel. Pero en esta obra de Goya se va más allá llegando a lo que los contemporáneos definieron como «Lo Sublime Terrible», que el marqués de Ureña en 1785 relacionaba con la arquitectura gótica y la utilización del negro.

Pedro de Silva, otro contemporáneo de Goya, dice de este óleo que, con motivo de la representación de las proximidades de la muerte, el espectador que contempla el cuadro retiene «las señales terribles (...) de una alma violentamente agitada de los crueles remordimientos de sus crímenes, y de la desesperada persuasión de su próxima condenación eterna». Así, sigue diciendo que las caricaturas de los seres del fondo reproducen «el temor».[1]




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