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Santa María de Lebeña



¿Dónde nació Santa María de Lebeña?

Santa María de Lebeña nació en Cantabria.


La iglesia de Santa María se encuentra en la localidad de Lebeña, municipio de Cillorigo de Liébana, (Cantabria). Es uno de los mejores testimonios del arte prerrománico en España, encuadrado dentro del denominado «arte de repoblación» o mozárabe.[2]​ Fue declarada Monumento Nacional el 27 de marzo de 1893.[1]

Documentos datados en el año 924 vinculan los nombres de los condes de Liébana, Don Alfonso y Doña Justa, con la fundación del templo, aunque no hay nada seguro al respecto.[3]​ Tradicionalmente se les atribuye a estos nobles la erección de Santa María en la citada fecha.

Este texto, recogido en el Cartulario del Monasterio de Santo Toribio de Liébana y fechado en el año 925 (aunque parece ser una trascripción del s. XIII) nos relata el origen de este monumento, patrocinado por los condes de Liébana para depositar los restos de Santo Toribio, desde el monasterio cercano de San Martín de Turieno (hoy Santo Toribio de Liébana) donde se encontraban. Tras perder la vista -por no ser del agrado del santo- volvieron a recuperarla cuando desistieron de su empeño y dieron sus heredades al citado monasterio.

Dos siglos más tarde, en 1187, el rey castellano Alfonso VIII donó la iglesia de Lebeña al abad del monasterio benedictino de San Salvador de Oña, aunque el propio rey desconocía como había llegado a ser de su propiedad. Es posible que, al haber sido una fundación condal, en algún momento hubiese pasado a la corona.

Sin embargo, desde el siglo XI y hasta el siglo XVI, en que se convierte en parroquia, cae, junto con sus pertenencias, bajo la dependencia del abad de Santo Toribio. Los monjes cobraban las rentas de esta iglesia y poseían abundantes propiedades en el pueblo. Muchos vecinos de Lebeña donaban tierras al cenobio para la salvación de sus almas. Otros arrendaban o intercambiaban campos y sobre todo viñas, que constituían una de las principales riquezas agrícolas de la comarca.

En el siglo XVI (al menos desde 1510) comienzan a surgir pleitos porque los vecinos de Lebeña no reconocían el señorío del prior y se negaban a pagar los diezmos al monasterio. Con el tiempo, acaban desligándose de éste y crean su propia parroquia que ha perdurado hasta nuestros días.

La unidad estilística que presenta esta construcción mozárabe nos indica que debió levantarse en un periodo de tiempo relativamente corto, ya que no se observan cambios de planteamiento ni reformas del esquema original. Por ello, es posible pensar que fuera obra de un personaje principal de Liébana, quizás el conde Alfonso, y su finalidad podría ser para capilla funeraria de Santo Toribio. Este hecho explicaría la tendencia al tipo de planta centralizada, combinada con la de tipo basilical, de tres ábsides y tres naves, que se enfatiza con la ayuda que alcanzan los dos tramos centrales de la nave principal.

El tipo de piedra empleada en la construcción es la mampostería, utilizándose la sillería solo en los ángulos y en los cercos de los vanos.

Al exterior el templo presenta una forma casi cuadrangular coronada por el volumen que forman los dos primeros tramos de la nave central que se elevan por encima de los demás.

Su planta es rectangular. La cabecera recta, orientada hacia el Este, presenta tres ábsides paralelos, el mayor algo más profundo, y tres naves separadas por dos pilares exentos. En su estructura se mezclan elementos de tradición visigoda -la planta y el alzado-, asturiana -el aparejo y los ábsides-, y propiamente mozárabe: pilares, arcos, alfiz, técnica decorativa y concepto espacial.

La disposición en planta basilical de tres naves, la central algo más ancha que las otras, se asemeja a la de los templos prerrománicos asturianos. La cabecera es tripartita, estando formada por tres capillas absidiales escalonadas, de planta rectangular, comunicadas entre sí por arcos de medio punto que cargan directamente sobre las jambas. También son de medio punto peraltado el arco de triunfo y los que dan acceso a las capillas laterales desde sus respectivas naves. Esta es la primera iglesia de España en la que aparece el pilar compuesto cruciforme.[cita requerida]

El espacio interior es de gran belleza por su compartimentación horizontal y vertical, subrayada por el empleo de la bóveda de cañón longitudinal en la nave central, y transversal en los tramos de las naves laterales.

La cubrición de los diversos espacios en que se distribuye el templo se realiza en cualquier caso mediante bóvedas de cañón; pero, mientras que los ejes de las bóvedas de la nave central y de los ábsides son longitudinales, los de las naves laterales son transversales. Su sustentación se confía a arcos de herradura -tanto los transversales como los formeros- que descansan sobre columnas de fuste circular con interposición de capiteles corintios adornados por dos o tres órdenes de hojas de acanto y collarines típicamente asturianos. Estas columnas se adosan a los muros o a pilares de sección cuadrada para formar, en este caso, soportes compuestos de gran robustez.

Tanto los capiteles vegetales del interior como los modillones de lóbulos que sostienen el alero el tejado, muestran una excelente labra. Los capiteles son derivados del corintio, con hojas de acanto, símbolo de la eternidad, apareciendo a veces planetas (símbolo de la fertilidad y del triunfo) y rosetas, símbolo de Cristo.

La importancia excepcional de Lebeña con respecto al arte prerrománico radica en la utilización por primera vez de ese tipo de pilares compuestos, preparados con sus columnas adosadas para recibir los arcos fajones y formeros, solución que será sistemáticamente utilizada en el Románico.

El arco triunfal está enmarcado por un alfiz, elemento de tradición musulmana.

El pórtico fue construido ya en el siglo XVIII y la torre a finales del siglo XIX, tras ser declarada Monumento Nacional en 1893.

Externamente ofrece el edificio un insólito juego de volúmenes debido a las diferencias de altura de cada uno de los cuerpos y a la diversidad de orientación de sus cubiertas siempre a dos aguas. Estas cubiertas forman aleros muy pronunciados que apoyan en modillones de lóbulos decorados con esvásticas y rosetas inscritas en círculos. Por debajo corre una cenefa decorativa a base de tallos, zarcillos y otras figuras vegetales. Todos estos motivos ornamentales ya se han visto en el arte visigodo.

La torre que se yergue junto a la iglesia no forma parte de ella y es de hechura muy reciente (siglo XX). También es de época posterior a la iglesia el pórtico meridional por el que se tiene acceso a ella y la sacristía adosada al muro norte de la nave izquierda.

En la actualidad se encuentra adosado al basamento de piedra del retablo mayor. Se trata de un gran bloque de piedra arenisca, de forma prismática, de 173 cm de largo en la parte superior, 162,5 de largo en la parte inferior y 103 cm de altura, con un fondo de 20 cm. Su ubicación primitiva sería entre las dos primeras columnas de la nave central, como elemento de separación del espacio dedicado al coro -delante del presbiterio- y de la nave.

El frontal alberga siete círculos grabados, rehundidos o pintados en la piedra, (cuatro mayores en los ángulos, de 30 cm de diámetro y dos menores, intermedios, de unos 19 cm de diámetro) que se distribuyen simétricamente en toda la superficie a partir de un gran motivo central.

Analizando en una lectura global el contenido del frontal, parece obvio destacar su significado cristológico y escatológico, temáticas ambas muy utilizadas por los pueblos germánicos cristianizados y en el arte prerrománico.

Los dos círculos de los ángulos inferiores harían referencia a la vida terrenal, representada por la metáfora del árbol (los árboles cruzados) y la medida del tiempo (el horologio). Los triángulos o montañas (líneas quebradas inferiores) y la línea del cielo, que enlazan ambos círculos, subrayarían este concepto.

La zona intermedia con los dos círculos más pequeños, —cuyas dimensiones no son producto de su menor relevancia, sino que su tamaño está justificado por los imperativos del espacio en relación con el gran círculo central—, indicarían carácter espiritual del cielo cristiano a través de la resurrección (estrella de ocho puntas).

En la zona superior, los dos círculos están dedicados a la salvación de Cristo, (flores de cuatro pétalos circunscritas, sobre cruz patada o sobre cruzada con otra flor, acompañada de rombos o piedras preciosas), que se manifiestan de una forma más elocuente y cosmogológica en el gran círculo central, que indicarían las esferas o círculos celestes (círculos concéntricos) y el carácter espiritual del cielo cristiano a través de la resurrección (estrella de ocho puntas).

El retablo mayor, en madera policromada y dorada, es una obra del barroco decorativo, fechada en 1745. En su hornacina central se venera la imagen de la Virgen de Belén, obra hispano-flamenca del siglo XV. El resto de las imágenes son de la época del retablo. En las capillas posteriores se conservan dos pequeños retablos de estilo renacentista, fechados en 1584. Están dedicados a San Roque y Santa Cecilia.

Existe en la nave de la epístola otro retablo, dedicado a la Virgen del Rosario, con San Antón y el Niño Jesús, de finales del siglo XVIII.

En 1993 la talla de la Virgen de la Buena Leche fue robada. Posteriormente en 2001, la Guardia Civil recupera la talla de en un chalet de Alicante.[4]



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