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Sarah Bianchi



Sarah Bianchi, cuyo nombre completo era Sarah Haydee Bianchi fue una docente, directora de teatro, actriz de teatro, titiritera y autora de diversos espectáculos de títeres para niños y adultos que nació en Buenos Aires, Argentina, el 2 de mayo de 1922 y falleció en la misma ciudad el 6 de julio de 2010 luego de una trayectoria artística de más de 55 años.[1][2]

Era hija de un director de orquesta de Bérgamo, Italia, obtuvo en 1939 el título de Maestra Normal Nacional en la Escuela Normal N.º 1 y en 1942 el de Profesora en Letras en la Escuela Roque Sáenz Peña. Su carrera artística la inició como pintora, y desde 1940 expuso en Salones Nacionales, Municipales y Provinciales así como en exposiciones individuales, obteniendo diversos galardones de instituciones oficiales y particulares.[3]

Actuó en teatro interpretando obras del repertorio universal, entre las que se cuentan El barrendero de Jacques Prévert, Un episodio más de Maruja Gil Quesada y El poder y la gloria de Graham Greene.[4]

En 1944 se encontró en una exposición de arte en la que presentaban sus trabajos con Mané Bernardo (1913-1991), que tenía un teatro independiente que se llamaba La Cortina, ya había hecho títeres y la habían nombrado directora del Teatro Nacional de Títeres del Instituto Nacional de Estudios de Teatro, que había sido creado en 1936 juntamente con la Comedia Nacional y el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Estaba armando un equipo de trabajo y la invitó. Sarah comenzó pintando telones y modelando títeres, participando de esa rareza de ser una adelantada en la disciplina. Fueron desalojadas del Cervantes en 1946 luego que el gobierno cerrara dicho teatro, y perdieron gran parte de sus materiales debido a un incendio que no se consideró casual. Con Mané Bernardo fundó en 1947 el Teatro Libre Argentino de Títeres pero debieron cambiarle el nombre al grupo porque «la palabra “libre” estaba prohibida» por lo que le pusieron «Títeres Mané Bernardo-Sara Bianchi». No fue el único tropiezo que tendrían, como lo comprobaron años después cuando presentaron una versión de El rey desnudo, que trajo complicaciones. Pero hubo otros títulos más inocentes, como El encanto del bosque, Los traviesos diablillos y Una peluca para la luna.[5]

Desarrolló su actividad como titiritera en espectáculos para niños y adultos, tanto como directora, intérprete y autora. Junto a Mané Bernardo realizaron largas temporadas de labor teatral y artística tanto dentro del país como fuera de él en extensas giras por casi toda América y Europa y por el norte de África que incluyeron presentaciones en Puppetteres of America (Estados Unidos), Opera dei Burattini (Italia) y una gira por 14 países patrocinada por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Parte de las nuevas técnicas para retablo fueron la utilización de la mano desnuda y la incorporación de títeres no antropomórficos, anticipándose al después denominado Teatro de Objetos. Bianchi rememoraba que en el siglo XVI el Concilio de Trento consideró perjudicial las marionetas, y obligó a la trashumancia y el armado de retablos callejeros que, finalmente, fortaleció una de las peculiaridades del títere: la de ser figura característica de un lugar y hasta de un pueblo y agregaba «cualquier objeto se convierte en personaje de teatro y cobra vida por la manipulación del titiritero». Cuando el público infantil mermaba, realizaban espectáculos para adultos con obras clásicas del teatro español y francés, y en los últimos años, programando obras con diferentes grupos, algunos surgidos de su taller. Entre sus títeres, Lucecita fue «el amor nunca olvidado», el muñeco que la acompañó siempre, y cuyo nombre utilizó para su libro Autobiografía y memorias de un títere genial.[6]

Además de su labor en el I.N.E.T. tuvo a su cargo la Cátedra de Títeres en la Facultad de Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, fue profesora de Teatro, Mimo y Títeres en el Instituto Vocacional de Arte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1961-1977), vicedirectora del mismo (1969-1985) y profesora de Mimo y Pantomima en la Escuela Municipal de Arte Dramático, entre otros.

También hizo presentaciones en emisoras de radios y canales de televisión, donde condujo algo semejante a «un circo en la pantalla», donde el guía era el payaso Picaporte, escribió para revistas Sur, Lyra y Saber Vivir, e hizo traducciones de textos de ficción, técnicos y de teatro con prólogos, notas y comentarios de su autoría. En 2007 el Instituto Nacional del Teatro publicó sus obras completas Teatro, títeres y pantomimas. Entre los galardones que recibió se destacan una mención especial en los Premios Podestá en 2002, el premio Trinidad Guevara a la trayectoria en 2004 y el premio en la Fiesta Nacional del Teatro en 2006. También obtuvo el Premio Konex a las 100 mejores figuras del espectáculo y la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1995 recibió el Premio Pregonero en la Feria del Libro Infantil y en 1997 fue declarada «Amiga Permanente de los Niños» de la Ciudad de Necochea y desde entonces se instituyó, en esa ciudad, el premio «Mané-Sarah» al Mejor Titiritero. Fue declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

También recibió el Premio Argentores por sus 50 Años de Teatro, el Premio María Guerrero a la Trayectoria; el Premio a la Trayectoria, otorgado por el Instituto Nacional del Teatro y el Premio Pablo Podestá a la Trayectoria Honorable, otorgado por la Asociación Argentina de Actores.

El 5 de noviembre de 1983 Bianchi y Bernardo fundaron en Buenos Aires en la casona de Piedras 905 –donde había nacido Mané– el Museo del Títere, la Biblioteca, con más de mil títulos dedicados a la historia y técnicas titiriteras, y el Archivo del Títere, dependientes de la Fundación Mané Bernardo - Sarah Bianchi, que lleva realizadas más de 50 exposiciones gratuitas en todo el territorio del país, entidad de bien público que Bianchi presidió hasta su muerte.[7]

En el Museo Argentino del Títere se hallan expuestos más de cuatrocientos títeres (y otros resguardados), creados con diferentes técnicas: de varilla, guante (su técnica preferida), dedal y sombra. También hay otras marionetas, algunas muy antiguas, de Indonesia, China, África y piezas europeas del siglo VIII, adquiridas, donadas u obtenidas por trueque con otros artistas. Bianchi admiraba el arte oriental y la técnica del pulcinella y el puppi italianos, Mané se resistía a la brujas «feas y malas», porque, «¿cómo transmitir una personalidad que no me interesa?». En el Museo hay títeres tan preciados, como los del legendario Teatro Sicilia, de La Boca, que funcionó hasta 1925, época en la que todavía no se había producido el empujón de popularidad de las marionetas que significó la visita de Federico García Lorca en 1934, año de despegue para las creaciones de Javier Villafañe y su célebre Juancito (títere de guante), al que siguieron, entre otros maestros, Mane Bernardo y Ariel Bufano.[8]



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