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Sigla



¿Dónde nació Sigla?

Sigla nació en letra.


Una sigla es el resultado de un proceso de creación de una palabra a partir de cada grafema (letra) inicial de los términos principales de una expresión compleja.

Ejemplo de una sigla legítima es ONU (Organización de las Naciones Unidas) porque se ha tomado la inicial de los tres términos principales (organización, naciones y unidas) y no de los secundarios (de y las); términos principales son sustantivos, adjetivos y verbos, mientras que secundarios son los morfemas independientes: determinantes, preposiciones y conjunciones.

Un ejemplo de sigloide que incorpora varios grafemas de un término es RENFE (o ReNFE), Red Nacional de Ferrocarriles Españoles. Un ejemplo de la incorporación de términos secundarios es pyme (o PyME), pequeña y mediana empresa.

A veces, ciertas siglas llegan a convertirse en vocablos comunes, llamados acrónimos. Así, OVNI dejó de ser solo una sigla de ‘objeto volador no identificado’ para transformarse en una palabra común con una grafía distinta: ovni. Del mismo modo, la siglas PYME y SIDA se han convertido en acrónimos y, por consiguiente, se escriben siguiendo las normas comunes: pyme y sida, respectivamente. Algunos ejemplos:

Cuando se compone la sigla, aunque las iniciales de los términos originales lleven acento la sigla nunca la lleva, al contrario que las abreviaturas, puesto que su pronunciación es nueva, y por ello también la sílaba tónica. Tampoco deben tildarse las siglas que, de ser vocablos ordinarios, deberían acentuarse gráficamente según las normas y convenciones vigentes, como CIA, cuya I intermedia debería tildarse de no tratarse de una sigla.

En general una sigla se escribe con mayúsculas, mientras que siglas muy usadas se han incluido como nombre común en los diccionarios (uci, ‘unidad de cuidados intensivos’).

Las siglas que se pronuncian como se escriben, esto es, los acrónimos, se escriben solo con la inicial mayúscula si se trata de nombres propios y tienen más de cuatro letras (Unicef, Unesco).

Al contrario que las abreviaturas, las siglas normalmente no llevan puntos abreviativos, pues como suelen deletrearse, su evolución ha tendido a la simplificación extrema y, por consiguiente, a la supresión de elementos superfluos, en este caso el espacio y el punto. Sin embargo, en un texto escrito en mayúsculas, pueden escribirse puntos después de cada letra para así facilitar la comprensión: Ejemplo, BOLETÍN DE LA O.E.A. (Organización de los Estados Americanos). Sin embargo, dado el nivel de evolución actual de las siglas, puede prescindirse de los puntos abreviativos incluso en estos casos, como se explica en la Ortografía de la lengua española de 2010.

Las siglas y sigloides trascienden el lenguaje escrito, es decir, siempre se pueden pronunciar siguiendo su escritura. Por ejemplo, podemos leer ovni pronunciando la sigla, [ov-ni], o desarrollándola (objeto-volador-no-identificado).

Sin contar la pronunciación de la expresión desarrollada, que no es sigla, las siglas tienen dos modos de pronunciación: deletreo y silábica. El deletreo es sencillamente pronunciar el nombre de cada letra (o grafema): ONG (o-ene-ge). La pronunciación silábica es la que lee la sigla como una palabra: JASP (jasp). Esta última surge automáticamente siempre que el hablante sea capaz de pronunciarla según la fonética de su lengua, lo que produce una «sensación de familiaridad». Por ello, procurando que el hablante se sienta cómodo, se crean los sigloides, que integran grafemas con el objetivo de facilitar la pronunciación y evitar el deletreo, deformando el concepto de sigla.

Esta distinción entre pronunciaciones ha llevado a algunos lingüistas a hablar de siglas silábicas (JASP, jasp) y siglas consonánticas (ONG, oenegé),[1]​ aunque sigue habiendo otros que prefieren recurrir a la palabra «acrónimo» considerando:

La palabra «acrónimo» es de significado sorprendentemente equívoco por la importación solapada de conceptos extranjeros (véase acrónimo).

La pronunciación de la sigla indica su mayor lexicalización, su mayor incorporación al léxico habitual, mayor en las siglas pronunciadas (que la lingüista tradicional llamaba «acrónimos»), después en las deletreadas. Por ello, en bastantes casos la extrañeza del significado de una sigla hace que convenga desarrollarla para que el receptor entienda el mensaje; por ejemplo, pocos comprenderían el significado de las siglas PUR, que significa ‘Partido Ucraniano Revolucionario’.

La lexicalización es la meta del proceso de incorporación al vocabulario de una sigla. Se da cuando la sigla es considerada como una palabra más por los hablantes, como ovni, radar o láser o CD y por ello sigue las normas gramáticas generales de una lengua. En español, por ejemplo, se tienen en cuenta varios factores para diferenciar las siglas y palabras:

La escritura de la pronunciación de una sigla contribuye a su lexicalización.

En general, los grafemas que componen las siglas suelen ser letras, aunque eso no impide que se formen siglas alfanuméricas, a menudo para fechas como 11-M (‘[atentados] del 11 de marzo’), instituciones como G8 (‘grupo de los ocho [países más influyentes]’) o modelos de una serie, como R5 (‘Renault 5’).

En la actualidad, el proceso de creación de palabras mediante siglas es el más fecundo de la lengua en la comunicación general y en los medios de comunicación en particular.

[1]



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