Los términos empresa emergente, startup, compañía emergente, compañía de arranque y compañía incipiente se utilizan en el mundo empresarial aplicados a empresas de reciente creación, normalmente fundadas por un emprendedor o varios, sobre una base tecnológica, innovadoras y supuestamente con una elevada capacidad de crecimiento.
Una empresa emergente
o startup es una estructura empresarial orientada a conseguir un negocio escalable y repetible con capacidad para crecer muy rápido y, normalmente, esto se consigue apoyándose en la tecnología y en la innovación .Steve Blank, emprendedor en serie y profesor de Silicon Valley e impulsor de la metodología Lean Startup, pone el foco en la escalabilidad definiendo a una 'start up' de la siguiente forma: "Una start-up es una organización temporal diseñada para buscar un modelo de negocio que sea repetible y escalable. Una empresa es una organización permanente diseñada para ejecutar un modelo de negocio que sea repetible y escalable"
Paul Graham condiciona la naturaleza de startup a su posible crecimiento rápido, y formula la siguiente condición: "Una startup es una compañía diseñada para crecer rápido". Según este autor, la capacidad de rápido crecimiento exige normalmente apoyarse en la escalabilidad que ofrece el software, pero no lo considera imprescindible.
Este crecimiento no se mide
únicamente por el nivel de ingresos, y pueden utilizarse otras medidas, como el número de altas, el número de usuarios activos mensualmente o el ingreso por usuario. El criterio de alto crecimiento varía de una fuente a otra (véase la referencia). Las empresas emergentes desarrollan sus productos con menores inversiones y costes y a mayor rapidez que otras empresas, en ciclos de innovación más cortos (lean startup). Su carácter innovador implica también una mayor incertidumbre y un índice más bajo de éxito que las empresas tradicionales.
Diversos autores
describen las fases por las que pasan las startups, y pueden sintetizarse en las siguientes:En su fase más temprana, la de su inicio, una startup consiste en poco más que una idea innovadora de negocio que tienen una o varias personas (fundador o co-fundadores) junto con la decisión de desarrollarla. Es esta decisión, mientras genere una motivación, la que produce la existencia de una startup.
Esta innovación se materializa de diversas maneras. Según Helen Walters, Larry Keeley, Brian Quinn y Ryan Pikkel hay 10 tipos de innovación
que una empresa puede aplicar. En esta fase, los fundadores analizan la viabilidad de la idea, contrastándola con usuarios potenciales, expertos, posibles financiadores, tecnólogos, etcétera.La decisión de su puesta en marcha se traduce en una dedicación, generalmente gratuita, incluso a menudo mientras desarrollan otra actividad profesional. La dedicación de los fundadores se traduce en un producto viable mínimo susceptible de ser puesto en el mercado y comprobar su aceptación, aunque sea con un número muy limitado de usuarios. Este evento delimita esta fase, pasando la startup a la siguiente. Constituirse como sociedad mercantil es una condición casi indispensable para pasar a la siguiente fase.
La mayoría de las startups que tienen un producto mínimo viable ponen el producto o servicio en el mercado de una manera gratuita para reducir la barrera de adopción y así lograr los primeros usuarios. En esta fase los comentarios de los usuarios permiten a los fundadores orientar y modificar el servicio para maximizar la propuesta de valor y optimizar la experiencia de usuario.
Cuando los emprendedores se sienten satisfechos con la respuesta frente al producto, lanzan al mercado una versión comercial, hecho que determina su paso a la siguiente fase.
En algunos casos, la versión comercial es también gratuita.
Una vez lanzada la versión comercial los usuarios del servicio lo perciben como un producto finalizado, incluso asumiendo que se podrá mejorar y que así hará la startup.
Durante esta fase, generalmente se validan los modelos de monetización, de ingresos, de costes y de gastos, para comprobar su escalabilidad. Esta fase se caracteriza por relevantes incrementos relativos en los números de usuarios o clientes. El crecimiento absoluto debe alcanzar niveles importantes en relación al tamaño del mercado potencial para pasar a la siguiente fase, es decir, debe ser relevante absolutamente y no solo como porcentaje sobre los periodos anteriores.
Un significativo crecimiento absoluto normalmente exige una superior capacidad de tesorería, para acomodar tanto sus inversiones, como gastos y costes anticipados, y la financiación de las actividades de marketing y ventas, junto a los costes laborales de los cada vez más numerosos empleados.
En esta fase, comienzan a ganar relevancia los aspectos financieros (ingresos por usuario o unitarios, el margen bruto de las operaciones, el circulante, y el Ebitda), junto con la optimización de los procesos y de la estructura organizativa, además de los comerciales.
Cuando la compañía alcanza una facturación de unidades o decenas de millones de euros, un Ebitda de varios millones de Euros (en 2019), o tiene más de 100 empleados, o se ha valorado en centenares de millones de euros, se considera que ya no es una startup.
Una compañía puede dejar de ser una emergente por varias situaciones además de su crecimiento, tales como comenzar a cotizar en una bolsa de valores, el dejar de existir como entidad independiente como consecuencia de una fusión o una adquisición, o por haberse producido su disolución.
En 2019 se prevé que el 80 por ciento de las startups sobrevivan a su primer año;
sin embargo, el 90 por ciento no llegarán a buen fin. La financiación es uno de los factores principales de éxito y uno de los principales riesgos a los que se enfrenta una startup: entrar en una situación de quiebra o insolvencia antes de comprobar si su idea de negocio funciona y es válida. Es el motivo por el que la mayoría llega a su fin, porque no son rentables y no pueden hacer frente a todos los gastos corrientes generados.
Las principales fuentes de financiación de una startup evolucionan en paralelo a su desarrollo, y se podrían clasificar de la siguiente manera:
La fuente inicial de financiación es el tiempo que dedican sus fundadores y quizá pequeñas cantidades de dinero aportadas por ellos mismos o por sus familiares más cercanos.
En esta fase, las startups continúan su evolución sufragando los gastos con capital aportado por socios no fundadores, normalmente de familiares, amigos o conocidos. Estas aportaciones obligan normalmente a constituirse en sociedad mercantil.
En algunos casos, las incubadoras de empresas hacen aportaciones en forma de capital, infraestructura y asesoramiento o incluso una ubicación para desarrollar la actividad.
Estas startups comienzan a perseguir financiación vía subvenciones y préstamos blandos gubernamentales.
En esta fase, muchos fundadores comienzan a cobrar pequeñas cantidades.
Cuando la startup recibe capital externo se podría considerar en la fase siguiente.
La financiación obtenida de agentes claramente externos y relativamente desconocidos para el emprendedor es la fuente principal en esta fase. Estos agentes externos puedes ser de las siguientes categorías:
Un caso especial son las compañías generadoras de nuevos negocios (company builders): negocios concebidos dentro de una compañía generadora de nuevos negocios.
Los fondos de capital riesgo (venture capital) se dedican a financiar startups que consideran potencialmente exitosas. Suelen invertir en un elevado número de ellas aún convencidos de que un alto porcentaje no alcanzarán el éxito. Su ecuación financiera se basa en lograr que alguna despunte, unas cuantas se mantengan con beneficios, aunque no sean grandes, o en equilibrio, y asumen que la mayoría desaparecerán. Cada fondo de Capital Riesgo tiene un política de inversión, que generalmente hace pública, en relación a sus preferencias: las industrias y la fase de las startups en las que invertir, las cantidades máxima y mínima de dinero que dedicaría a cada una, y los criterios subjetivos que emplea en su selección.
El término "ronda de financiación" se utiliza para denominar las sucesivas ampliaciones de capital. Suelen utilizarse letras sucesivas del abecedario para diferenciarlas, a partir del momento en que superan un cierto importe: Serie A, Serie B, etcétera.
La fase final de la financiación de una startup es llamada exit o salida, en la que los accionistas que financiaron el proyecto, incluyendo a los emprendedores, obtienen liquidez para su inversión. Suele producirse de dos maneras: salida a bolsa o adquisición.
Son los emprendedores que tuvieron la idea original y la decisión de hacerla realidad. Los fundadores son visionarios y se caracterizan por su capacidad de movilizar, motivar y transmitir su visión.
Los empleados de las startups reciben en muchos casos acciones u opciones sobre acciones (stock options) como parte de su retribución, para generar en ellos una mayor motivación, al hacerles partícipes del posible éxito.
Todos aquellos accionistas que participaron en la capitalización de la compañía.
El órgano de administración de la startup en sus diferentes fases: administrador único o solidarios en su fase de ideas y de descubrimiento, y en las fases subsiguientes, probablemente con la entrada de capital externo, un consejo de administración, que habitualmente incluye a los socios principales y a los emprendedores, y poco frecuentemente, a consejeros independientes.
Desde sus fases iniciales, las startups suelen tener un conjunto de asesores externos, sin una relación laboral y con limitada responsabilidad legal, que muchas veces son los propios accionistas, aunque no necesariamente, para apoyar a la startup ofreciendo criterio empresarial, conocimientos y contactos.
El impacto de las startups en la creación de empleo en la Unión Europea varía entre el 2 por ciento y el 9 por ciento, dependiendo del estado miembro, y las "jóvenes" empresas medianas y pequeñas suponen el 40 por ciento de creación neta de empleo. En los Estados Unidos, el número de empleados en las startups creció el 20 por ciento entre los años 2006 y 2017, momento en que las empresas emergentes daban empleo a 1,5 millones de personas.
La presencia local de un ecosistema de startups tiene una influencia positiva en la creación de empleo
e incrementa la proporción de finalización de estudios superiores. Un ecosistema emprendedor consiste, según Daniel Isenberg, en «un conjunto de elementos individuales, como liderazgo, cultura, mercados de capitales y clientes con mentalidad abierta, que se combinan de maneras complejas» para facilitar la innovación. Un modelo de referencia para estos ecosistemas contemplaría la tecnología, el capital humano, el marco regulatorio, el acceso al capital, las condiciones del mercado y la cultura.
Siendo empresas con equipos pequeños que trabajan en remoto en muchos casos , y no necesitar ofrecer atención física a los clientes, las emergentes tienen menores restricciones de ubicación que otras empresas.
Los diferentes tipos de lugar de trabajo de las startups son:
Estos espacios pueden ser tanto de iniciativa privada como pública.
En Europa, predomina un modelo público-privado en donde el Estado interviene y genera condiciones más adecuadas para el desarrollo y competencia de las empresas emergentes, entendiendo que solo requieren condiciones especiales al principio de su emprendimiento, pues más adelante son autosustentables, creadoras de riqueza en los países en que se fundaron, y capaces de competir en el mundo global.
En el modelo norteamericano gozan de varias opciones para financiar sus emprendimientos. Dicho modelo es muy seguido en distintos lugares del mundo; incluso en los dos modelos anteriores rescatan algunas de sus tendencias. Se asocia fuertemente al mundo privado a través de las firmas del capital de riesgo y los inversionistas ángeles, que pueden ayudar a las compañías de lanzamiento a comenzar sus operaciones, involucrando capital en dinero y capital inteligente en etapas muy tempranas del emprendimiento, intercambiando el efectivo por una parte de la compañía. Entonces, esos recursos necesarios son alineados con los financiados inicialmente por los fundadores con mucho esfuerzo de los mismos, ya que por lo general los emprendedores tienen más capital inteligente que monetario.
Un estudio realizado a los servicios de apoyo empresarial en países de ingresos bajos y medios (Latinoamérica, Asia y África), concluyó que esto mejoran el desempeño de nuevas empresas, su capacidad de crear empleos y para invertir. Sin embargo, estos efectos no son muy grandes y no están claro los efectos sobre la innovación, y tampoco se conoce la eficacia en función de costos de las intervenciones.
A finales de septiembre de 2018, Spain Startup-South Summit dio a conocer un mapa de emprendimiento que reveló que apenas una cuarta parte de las empresas emergentes de España se encuentran lideradas por mujeres. En concreto, representan el 22 por ciento. El perfil de emprendedor español continúa siendo el de un varón de 35 años con formación universitaria. Aun así, los datos suponen un incremento del 4 por ciento respecto del año anterior. Los resultados fueron obtenidos a través de una encuesta que cuenta con una muestra de 1.252 compañías.[cita requerida]
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