Supay es un demonio de la mitología Inca. Supay era a la vez el dios de la muerte y el señor del inframundo, la personificación de toda la maldad. Sin embargo, podía ser considerado un ser tanto malo como bueno.
Tras la conquista de América, los sacerdotes católicos utilizaron su figura para denominar al diablo cristiano. Como consecuencia de ello, el Supay o diablo indígena se configuró como un sincretismo, con elementos tomados tanto de las religiones indoamericanas como del catolicismo.
El Supay es una figura ambivalente, definida por el sincretismo, que ha sido asimilada al Diablo de la cultura cristiana, pero que también es adorado como señor de las profundidades o Salamanca. A diferencia de lo que sucede con el Diablo cristiano, "el indígena no repudiaba al Supay sino que temiéndole, lo invocaba y rendía culto para evitar que le hiciera daño".
Durante la época colonial, el Supay se convirtió en uno de los personajes principales del culto a la Virgen de la Candelaria en el altiplano, de donde es exclusivamente y de la diablada. Se lo asocia con los indígenas que le rinden culto y le realizan ofrendas para ganar su simpatía y evitar que los dañe.
En la diablada, las personas bailan disfrazados de diablos para pedir a la Virgen de la Candelaria perdón y comprensión por convivir con Supay, Tiw o tío de la mina en lo hondo de las minas y por los ritos y ofrendas que le dedican para encontrar las vetas del mineral y evitar los accidentes.
La referencia más antigua al Supay de la que se tenga registro es del año 1560, y corresponde al Lexicón de Domingo de Santo Tomás, donde es definido como "ángel bueno o malo, demonio o trasgo de casa…"
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