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Tartrato de antimonio y potasio



El tartrato de antimonio y potasio, conocido antiguamente como tártaro emético, es una sustancia química de fórmula K2Sb2(C4H2O6)2.

Es una sal doble de potasio y antimonio de ácido tartárico, compuesto conocido desde la Edad Media y empleado en medicina antigua como un potente emético o vomitivo, pero muy rebajado por ser tóxico y con peligrosos y aun mortales efectos secundarios. También se empleó en el tratamiento de la esquistosomiasis y la leishmaniasis, pero sus muchos inconvenientes y toxicidad hicieron que se recurriera a él solo en casos extremos y se utilizasen medicinas alternativas, de forma que prácticamente no se usa desde 1970.

Se presenta en forma de cristales hemihidratados. Es altamente tóxico y se usa para corroer los tejidos y el cuero, en medicina como emético y sudorífico, en perfumería y como insecticida.[1]

Aunque se conocía con anterioridad, su descubrimiento se atribuye a Adrián van Mynche en 1631 y su composición fue determinada por primera vez en 1773 por el químico sueco Torbern Olof Bergman (1735-1784). Era considerado un medicamento heroico, esto es, que solo se usaba en casos extremos. Posee propiedades de expectorante, vomitivo, purgante, irritante y rubefaciente. Como emético se usó antiguamente en algunos casos de envenenamiento y como diaforético en casos de sífilis, escrófula etc. En farmacia se usaba sobre todo para promover vómitos, como expectorante y febrífugo, pero solo con individuos robustos por su acción depresiva del corazón y del sistema nervioso. Aunque se empleó en los EE. UU. para combatir la intoxicación por alcohol, fue declarado allí ineficaz en 1941.[2]​ Se ha empleado siempre con mucha precaución por el gran inconveniente que posee de generar necrosis en los tejidos.[3]​ Se recomendaba en bronquitis y en la difteria, en este caso para facilitar la expulsión de membranas, y en hemorragias para reducir su tensión. Félix Dujardin presentó estadísticas que señalaban que buena parte de los óbitos o muertes que se producían cuando se administraba en pulmonías se debían precisamente al propio tártaro emético y no a la enfermedad. Exteriormente se dejó de emplear por las cicatrices que dejaba, quedando reducido el uso a casos de hemorroides. Efectos secundarios reconocidos eran la producción de debilidad, caquexia y enfermedades del aparato digestivo.[4]



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