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Tecnología de baja detectabilidad



La muy baja detectabilidad conocida informalmente como tecnologías furtivas (stealth del inglés) o también de invisibilidad, cubren varias técnicas de ocultación, la mayoría usadas en aviones y barcos, para hacerles menos visibles al radar. Esta tecnología se hizo notoria en guerras como la del Golfo en 1991, aunque dados los recientes avances en los algoritmos de filtros bayesianos, usados para procesar los datos recibidos por los radares, así como las mejoras en los propios radares y sensores, ha perdido efectividad. No obstante, tanto Estados Unidos como Rusia y otros países continúan desarrollando e investigando tecnologías furtivas. La tendencia actual es integrar tecnologías furtivas sobre equipo más convencional.

Las tecnologías de invisibilidad no son nuevas. Los comandos de infantería de operaciones especiales siempre la han usado, incluso los aviones haciendo uso de su maniobrabilidad, siguiendo el perfil del terreno o usando contramedidas electrónicas. Pero las tecnologías de invisibilidad se refieren más al diseño y composición del vehículo para reducir drásticamente el eco radar que reflejan.

Una misión llevada a cabo por un vehículo que usa tecnologías de invisibilidad les será descubierta (por ejemplo) cuando el objetivo sea destruido. Atacar utilizando el factor sorpresa, hacerlo a gran velocidad y maximizar el uso de tecnologías de invisibilidad maximiza la efectividad del ataque, lo que hace que el enemigo tenga menos probabilidades de defenderse en ese y futuros ataques. Por el contrario, las concesiones de diseño que implica hacer un arma totalmente furtiva hacen que, en caso de ser detectada, no tenga apenas probabilidad de escapatoria.

Las tecnologías furtivas son una combinación de varias técnicas, especialmente:

Aviones furtivos como el F-117 son generalmente usados contra objetivos terrestres altamente fortificados y defendidos como centros de mando y control o baterías de misiles antiaéreos. Los radares cubren todo el espacio aéreo que rodea estas zonas, incluso solapándose, haciendo imposible la entrada de un avión no furtivo en esa área. Los aviones furtivos pueden ser detectados, pero solo si pasan muy cerca de los radares, de modo que hasta para estos aviones existen riesgos. No obstante, un avión furtivo volando a una altitud adecuada y según un plan de vuelo preparado puede atacar con seguridad las estaciones radar. Una vez que estas estaciones han sido destruidas, aviones convencionales pueden empezar a operar sobre la zona.

En la actualidad, sin embargo, el concepto de «furtividad estricta» que llevó a la construcción del F-117 y el B-2 se considera ya obsoleto debido a los avances en sistemas de teledetección y análisis digital de señales.

El primer caza con un elevado nivel de furtividad es el F-22 Raptor cuyo complemento es el F-35 JSF. Asumiendo una carga de combate adecuada, no hay nada que impida que estos dos aviones lleven a cabo acciones de combate similares a las del F-117 (ataque al suelo). No obstante el combate aéreo implica ciertas diferencias. Un avión furtivo puede aproximarse a un objetivo aéreo con mayor probabilidad de no ser detectado, permitiéndole obtener una mejor posición para sus armas guiadas. Ciertos tipos de armas son susceptibles de ser evitadas por este tipo de aviones. Con alta tecnología (común en los cazas modernos) complementada con escáneres electrónicos activos (AESA) los aviones furtivos pueden actuar como centros de control AWACS para otros aviones. Los aviones furtivos son también una buena escolta para aviones de ataque al suelo.



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