x
1

Terremoto de Trujillo de 1619



El terremoto de Trujillo de 1619 fue un seísmo registrado el 14 de febrero de 1619, que causó la destrucción total de la ciudad de Trujillo (Perú) y se sintió en más de 300 leguas (2000 km) de costa de norte a sur, y en más de 60 leguas (330 km) de este a oeste.[1]​Otras poblaciones afectadas gravemente fueron Piura, Saña y Santa. Gobernaba entonces en el Perú el Virrey Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache.

El terremoto sacudió buena parte de la costa del Perú. En Lima se sintió con bastante intensidad, obligando a sus habitantes a salir a las calles. Pero donde causó un verdadero desastre fue en Trujillo. Fray Diego de Córdoba Salinas, en la Vida de San Francisco Solano (Libro 1, Cap. XXIX) refiere así el hecho:

Aunque el relato del cronista franciscano parezca algo exagerado, no hay duda que el azote fue de consideración y todos los anales del tiempo lo dicen así. Dice Fernando de Montesinos que el terremoto vino a ser al mediodía, circunstancia fortuita que posibilitó que las personas se pusieran a resguardo, evitando una espantosa mortandad. Feijoo de Sosa lo confirma y añade que los sacudimientos de la tierra se sucedieron intermitentemente los quince días siguientes. Los muertos, según este mismo autor, fueron 350 (de las cuales 130 quedaron sepultadas en las ruinas), número de todos modos crecido si se tiene en cuenta la población de entonces.[2]​Se dice también que el seísmo agrietó la tierra en varias partes de las cuales surgió un lodo negruzco que inundó la zona, y que sobrevino una plaga de grillos y de ratas.

Prácticamente la totalidad de la ciudad de Trujillo, y las poblaciones ubicadas entre los valles de Saña y Santa quedaron en ruinas. En la amurallada ciudad Trujillo se contabilizaron más de 350 muertos y cientos de heridos, funestos también fueron los efectos en la ciudad de Piura, donde más de 200 personas perdieron la vida. La destrucción en otras poblaciones costeras como Lambayeque y andinas como Cajamarca también fueron graves y las víctimas entre decenas y cientos en numerosos pueblos entre un área medida en la actualidad entre Tumbes y el actual puerto de Chimbote, y por el este hasta la ciudad de Jaén (en el actual departamento de Cajamarca). Las réplicas, plagas y epidemias posteriores cobraron más número de víctimas en el transcurso de los días. La intensidad en Lima fue de V en la escala de Mercalli, reportándose daños ligeros, pánico y algunos heridos, mas no destrucciones grandes.

Tan demolida quedó Trujillo que sus vecinos la abandonaron para hacer vida en el campo y hasta se pensó seriamente en reedificarla en otro lugar más alejado, en la llamada pampa de Santa Catalina. Al Virrey Príncipe de Esquilache le dieron aviso de lo ocurrido cuatro días después, y el 23 de febrero libró una provisión en la cual disponía que el Obispo, D. Fray Francisco de Cabrera, junto con el Corregidor, D. Luis de Esquivel y el Lic. D. Francisco Merino Ferrer y D. Juan de Avendaño, vecinos encomenderos de dicho valle, «visto el estado de las cosas, como quien las tiene presentes, acuerdan resuelvan y determinen lo que más convenga a la restauración de dicha república y si les pareciese que se mude a otro sitio, tomarán acuerdo en razón de ello...»[3]

Tratóse en efecto de su traslado y el Virrey, a fin de ayudar a los vecinos ordenó que mil indios se empleasen en la reconstrucción, por espacio de diez años, bajando en invierno los de Huamachuco, Cajamarca, Huambos y Conchucos y acudiendo en invierno los yungas, desde Motupe hasta Guañape. Fuera de esta providencia, se exoneró de impuestos al vecindario por determinado tiempo y se adoptaron otras medidas, a fin de acelerar el reparo de la ciudad y evitar la emigración de los habitantes, como había ocurrido en Arequipa tras el terremoto de 1600. Las comunidades religiosas fueron las primeras en oponerse al traslado, y finalmente se decidió levantar la ciudad en su sitio original, por decisión del Cabildo en pleno.

La tradición cuenta que desde el antiguo púlpito del templo de San Francisco de Trujillo, San Francisco Solano predijo el terremoto, el 12 de noviembre de 1603. Dicho santo nació en España y estuvo en Trujillo entre 1602 a 1604, pasando luego sus últimos años en Lima.

La diócesis u Obispado de Trujillo se había establecido en 1614, siendo su primer Obispo el ya mencionado Francisco de Cabrera, quien inició la construcción de la Catedral. Pero sobrevino el terremoto, y el Obispo se trasladó con su Cabildo a Lambayeque, haciendo de Catedral la matriz de esta ciudad.

Poco después, el día 25 de abril de 1619, el Obispo falleció, muy afectado por el trágico suceso, y el Cabildo, a instancias del Virrey, tornó a Trujillo, donde por la ruina de la Iglesia Mayor se fabricó una de cañas, donde se pudieran celebrar los oficios.[4]

La catástrofe dio lugar a una singular devoción por San Valentín, en cuyo día santoral (14 de febrero) ocurrió el seísmo. Desde entonces la ciudad se puso bajo la advocación de dicho santo en su condición de protector y abogado. Por algún tiempo y de manera anual, el Cabildo ofreció misa y sermón en el cual se hacía recuerdo de la catástrofe. Salía el Santo Patrono en procesión y daba vuelta a todo el perímetro de la Plaza Mayor y se elevaban rogativas y plegarias para que la ciudad no sufriera otra vez de tan letal calamidad.



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Terremoto de Trujillo de 1619 (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!