La campana de cristal (título original en inglés: The Bell Jar) es la única novela escrita por la poeta estadounidense Sylvia Plath. Fue publicada en 1963 en el Reino Unido bajo el seudónimo de «Victoria Lucas» y en 1967 bajo el nombre real de la autora. En Estados Unidos apareció por vez primera en 1971, siguiendo los deseos del marido de Plath, Ted Hughes, y de su madre. Se trata de una novela semi-autobiográfica, en la que los nombres de personas y lugares están cambiados. Se la suele considerar también como un roman à clef, en la que el descenso del protagonista en una enfermedad mental recuerda el de la propia autora en lo que pudo ser un trastorno bipolar o una depresión. Plath se suicidó un mes después de que la novela se publicase en el Reino Unido.
De las afueras de Boston a Nueva York – por llegar allí en el verano de 1953, todas las estudiantes de colegios estadounidenses le envidian a Esther Greenwood, quien es de 19 años. Figura entre doce ganadoras de una competencia literaria de una revista de moda, a la cual la dejan asistir como oyente en la redacción y la hartan de regalos publicitarios e invitaciones a eventos de la sociedad. Pues pronto la apariencia engañosa se esclarece a Esther: en un banquete, sufre una intoxicación alimentaria al servirse carne de cangrejo que está bien decorado, pero muy alterado.
En la ciudad de Nueva York, el estrellato escolar de la ambiciosa Esther va desapareciendo. Su jefa, Jay Cee, vuelve a reprenderla por su falta de esfuerzo en repetidas ocasiones. Esther se encuentra entre dos compañeras, la elegante Doreen y la virtuosa Betsy. Pero no consigue reanimar su ambición antigua ni saborear la estancia en Nueva York o abismarse a diversiones y aventuras como Doreen. Las relaciones amorosas de Esther la desencantan: O los hombres son demasiado pequeños como Frankie, están hartos de aventuras como el intérprete Constantin o son misóginos como el peruano Marco, quien casi termina violándola. Tampoco cuando su amigo de la infancia Buddy Willard, quien padece tuberculosis, la pide de su mano, Esther se consuela por eso. Además de haber descubierto sobre sus vastas experiencias sexuales, Esther suele tildarlo de ‘el santón’ por distracción. Y la aseveración de Buddy que poemas son nada más que polvo, le duele tanto a Esther que un año después sigue meditando sobre replicarle a propósito.
Esther compara su situación con una higuera bien ramificada, la que está muy amena por sus futuros posibles como frutas ricas. Pero no se arregla para decidirse por alguno de ellos, porque cualquier decisión que tome implicara excluir todas las demás. A una sesión final de fotos, cuando les toca a las chicas figurar con requisitos de su carrera futura, Esther es la única que no puede denominar su futuro. Al acabar por posar como poetisa con una rosa papelera, le saltan lagrimas acumuladas durante mucho tiempo. Durante su última noche, Esther se despide de Nueva York tirando sus ropas por la ventana y desparramándolas con el viento.
Ya de vuelta a su hogar junto a su madre, los proyectos de Esther para las vacaciones de verano se disuelven. No la aceptan en el seminario de escritores. Su madre insiste en enseñarle la taquigrafía, pero Esther no puede imaginarse ejerciendo tal labor de ninguna manera. El intento de escribir una novela no produce más que unas pocas letras. Y su obra final del colegio sobre Finnegans Wake fracasa por las creaciones sintácticas de Joyce. Sus capacidades menguan a leer sobre los suicidios, crímenes y enfermedades mentales en la prensa amarilla. Desde su vuelta de Nueva York, Esther casi nunca se ha adormecido. Va pensando que las actividades cotidianas, como asearse o vestirse, no más valen la pena, hasta que a final de cuentas haya que volver a hacerlo mañana.
Al consejo de una amiga, Esther termina en el consultorio del psiquiatra Dr. Gordon, cuyo interés pues más concierne sus propias aventuras antiguas en el colegio que a Esther. Por un tratamiento incorrecto de electrochoque, Esther se queda tan herida y traumatizada que prefiere suicidarse antes de que aguante semejante tortura otra vez. Sus pensamientos no paran de girar en torno a distintos métodos de suicidio. No obstante, por mucho que llegue al punto de hacerlo, no lo consigue. Esto se cambia cuando llega a visitar por primera vez la tumba de su padre y se da cuenta de que nunca ha vuelto a ser feliz desde su fallecimiento cuando ella tenía nueve años. Al llorar por el muerte de su padre por la primera vez, se le ocurre un método seguro de suicidarse. Haberse escondido en una caverna de su sótano, traga una sobredosis de somníferos.
Esther, al sobrevivir de su intento, la llevan a la unidad psiquiátrica de la clínica local. Mucho más, le parece a Esther como si la hubieran encerrado en una campana de cristal sin aire y espacio. Philomena Guinea, una escritora que conoce el caso de Esther, ocasiona que la internen en un lugar más capacitado. De igual, Esther lo tolera en un estado indolente. Ya en la clínica privada por primera vez la atiende una mujer, la doctora Nolan, quien llega a ganarse la confianza de su paciente. Esther se alegra de que la doctora prohíbe a su madre visitarla. También la doctora le permite a Esther mucho más libertades, como la contracepción. Por eso, la situación de Esther se va aliviando y le proporciona la sensión como si por la primera vez el aire fresco entrara por la campana de cristal.
Para sorpresa de Esther, a la clínica llega Joan Gilling, compañera y expareja de Buddy Willard, quien tras leer en los periódicos sobre los intentos de suicidio de Esther decidió intentar el suyo. Las relaciones de ambas personajes suelen alternarse de amistad a rivaldad. A Joan, quien se mejora, le permiten abandonar la clínica, mientras Esther vuelve a un estado poco prometedor. Pues al fin, es Joan quien muere de otro intento de suicidio. Es gracias a esto que Esther comienza a enterrar sus sombras propias junto al cadáver de su amiga. Cuando Esther misma está al punto de ser despedida de la clínica, lo siente como otro nacimiento. A pesar de las dudas de que la campana vuelva a encerrarla otra vez, anhela un rito que celebre su vuelto a la vida. La novela termina con una escena en que Esther está entrando por la puerta al cuarto en que los doctores han deliberado sobre su despido.
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