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Tontillo



Tontillo es uno de los nombres que se le dio a un armazón interior para ahuecar las faldas.[1]​ En el grupo de los verdugados, se le puede considerar hijo del guardainfante y su continuador, el guardapiés.[2][3]​ Estaba dotado como algunos de ellos de aros o ballenas para aumentar la apariencia del cuerpo femenino; se vistió en la indumentaria femenina durante los siglos XVII y XVIII.[4][a]

Este aparatoso complemento para la deformación de la apariencia femenina se popularizó en España durante el reinado de Carlos II, viniendo a sustituir al no menos aparatoso guardainfante habitual en el reinado anterior. Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

Sobre varias enaguas, bajo la basquiña y otros tipos de sayas, faldas o vestidos cuya amplitud o pliegues permitían la deformación a la altura de las caderas, a diferencia del miriñaque que daba al cuerpo forma de campana.

Cuando en el comienzo del siglo XVIII el tontillo conquistó la moda francesa, se rebautizó como panier (precedente del miriñaque y la crinolina), haciendo referencia a los paniers, cestas que cuelgan a ambos lados en los animales de carga. El tontillo francés fue aumentando gradualmente de amplitud a medida que transcurría el siglo de las luces, llegando a alcanzar casi un metro de largo por cada lado en la época de María Antonieta,[5]​ lo que obligó en muchos casos a modificar las puertas de los carruajes, hogares y establecimientos para que las damas pudieran acceder con facilidad (esta falta de funcionalidad sin embargo permitía a las damas un constante cimbreo o baile para caminar de costado, que debía resultar muy atractivo e incluso seductor, según describe Choderlos de Laclos).[6]



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