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Toros coleados



El coleo es una técnica y deporte ganadero que consiste en derribar un toro o res, a caballo o a pie, jalandolo de la cola. La faena surgió en la época colonial para derribar una res en dado caso que algún otro método, como lazar, fallara. Los orígenes del Coleo son inciertos pero, de acuerdo a las evidencias, todo indica que probablemente surgió en el México colonial, ya que la mayoría de las referencias y pruebas son de aquel país. De México pasó a los países de sudamericanos, como Venezuela, Colombia y Brasil, dónde aun los practican.[1]

Los orígenes del Coleo son inciertos, pero todo indica que surgió en México durante la época colonial. No existen evidencias, ni escritas ni gráficas, del Coleo en Venezuela y Colombia antes de 1830. La mayoría de las referencias del Coleo, tanto a caballo como a pie, durante el siglo 19 y 18 son de México. Esto nos hace suponer de que quizá el Coleo surgió en aquel país, y de allá pasó a los países sudamericanos. Hacia el siglo 18 el Coleo a caballo era tan popular en México que inclusive se llegó a practicar por sacerdotes católicos. La referencia escrita más antigua sobre el Coleo a caballo fue escrita por Pedro Tamarón Romeral, obispo de Durango, el cual criticó y prohibió la práctica del Coleo y toreo por los sacerdotes: “Las plazas o parajes donde se lidian toros a sortearlos con pública ignominia y ajamiento se sus personas y con esta perversa inclinación se ejercitan también en colear el ganado vacuno, cuyos entretenimientos son disonantes a los referidos eclesiásticos, de notorio riesgo y peligro de sus vidas, les mandamos a todos los ordenados, en sacris, que con ningún pretexto usen de dichos ejercicios de torear, colear y correr los referidos animales, so la pena de excomunión mayor.”[2]

La referencia más antigua del Coleo a pie, también es de México, escrita por el Padre fray Alonso Ponce en 1586 durante un viaje que hizo a la ciudad de Guadalajara: “Sábado seis de Diciembre (1586) salió el Padre Comisario General, antes del día, de Atotonilco; y pasadas muchas ciénegas secas, y tres o cuatro puentes de piedra, y, un río que llaman de los Cedros, por una puente de madera, y dos o tres arroyos., llegó, ya salido el sol, andadas dos leguas, a una estancia grande de ganado vacuno, en la 'cual junto al mesmo camino (yendo el Padre Comisario caminando) hizo un mozo de veinticinco años, gentilezas muy galanas y vistosas con dos toros, que por ser tales, pareció bien ponerlass aquí, para gloria y honra de Dios que tal ánimo, fuerza y destreza dá a sus criaturas.

Corrió, pues, el mozo tras un toro en una yegua por un prado muy llano, ancho y espacioso, y con una garrocha le dio un golpe con tanta fuerza, 'que le derribó en tierra, y con tanta presteza y ligereza  se apeó, 'que antes que el toro se levantase, ya estaba sobre él, y él sólo, sin ayuda de nadie , le tuvo de los pies y le hizo buey en un momento; luego le soltó y se puso a punto para aguardarle, y aunque arremetió a él muchas veces, él le aguardaba con tanto ánimo y destreza, con un paño blanco, en que le hacia descargar su furia y recibía sus golpes, haciendo burla de él, que viendo el toro que no hacía golpe ninguno, se fue como corrido, que no quizo más el pleito.

A cabo de un poco, prosiguiendo el Padre Comisario su camino por aquella dehesa tan larga y tan poblada de ganado, dio el mozo tras otro toro, aún más fuerte que el pasado, y aunque le derribó del primer golpe de la garrocha, por presto que se apeó ya el toro estaba en pié, el cual se vino para él y el mozo le aguardó con la garrocha muchos golpes, haciéndoselos dar todos en el aire; pero viendo que se le iba, lo asió el de la cola y le derribo en tierra, más el toro se tornó a levantar y comenzó a irse con sus compañeros; el mozo subió en su yegua y fue tras él y no pudiéndolo derribar con la garrocha, como la otra vez, al fin lo asió de la cola y lo derribó, y sin ayuda de nadie, le capó como al otro; después ayudándole un un indio le colgó los testículos en las orejas, y habiéndole cortado la cola le soltó, y luego el nuevo buey arremetió a él con una terrible furia por tres o cuatro veces, pero el mozo le aguardaba con la mesma cola, lo mismo hizo otras dos o tres veces que le aguardó con el pañizuelo, y viéndose el toro burlado se fue muy lejos a lugar apartado, sin querer juntarse con sus compañeros por entonces.”[3]


En lo que es hoy Venezuela, entre 1529 y 1530, los Welser trajeron numerosos caballos, mulas, burros, reses y ganado menor, que incluía cerdos y ovejas. Desde Pore, el ganado fue trasladado hacia el Tocuyo y Barquisimeto, donde las condiciones del clima, los pastos naturales y la existencia de agua favorecieron el desarrollo de su cría. En 1530, en avanzada desde El Tocuyo, el conquistador Cristóbal de Mendoza Rodríguez fundó el primer hato en los llanos centrales, específicamente en el Sitio de Uberito, en las cercanías de la actual Ciudad de Calabozo, hoy estado Guárico. De allí la ganadería se extendió hasta el Apure y las Pampas Araucanas, a través de los incesantes arreos de animales conducidos en largas y fatídicas jornadas que les llevasen por la vía del llano o de los andes hasta la meseta de Santa Fe.

Poco a poco el número de reses se fue acrecentando, a tal punto, que cuenta el historiador José de Oviedo y Baños que para 1547 existían en las afueras de El Tocuyo alrededor de 4000 vacas, 2000 caballos, y 12.000 ovejas. Con el correr del tiempo, la ganadería vacuna se convirtió en una creciente actividad económica debido no solo al incremento de los rebaños, sino a las múltiples labores que se desarrollaron a partir de la industria del cuero, que para 1620 exportaba más de 9300 piezas a España. Igualmente, se derivaron de la ganadería vacuna otros productos, como la leche, los quesos, la nata, y la carne salada, que contribuyeron a la alimentación de los primeros colonizadores. La ganadería porcina, caprina y la cría de aves de corral, sin embargo tuvieron un descenso en su desarrollo durante la Colonia, siglos XVII y XVIII, debido a su poco aprovechamiento, y a que sólo sirvieron de complemento alimenticio a las familias.

De este desarrollo nace la cultura de la Coleadera, o mejor dicho Los Toros Coleados, puesto que las faenas constantes en el campo requerían tener un control permanente sobre los rebaños de vacunos, por parte de los Cabresteros, Mayorales o Pastores; una nueva raza de hombres, principalmente mestizos, que empezaban a ser llamados, "Llaneros".

En un principio, durante la Conquista de los Territorios, en el Siglo XVI, la Corona Española, prohibía taxativamente que "Todo Indio, Negro, o Blanco Criollo, montase a caballo", puesto que este era un privilegio exclusivo para los "Blancos Españoles, con blasón y limpios de toda mala raza". La expansión de una economía basada netamente en la cría de rebaños y sus consecuentes necesidades agrícolas, promovieron reformas legales que permitieron a corto plazo, que las clases excluidas de labriegos tuvieran el "Privilegio" de montar a caballo, y así participar activamente en la producción, arreo, marcado, descornado y sacrificio de las reses en el campo. Para dicha labor, en muchas ocasiones, se necesitaba la rapidez del Caballo y la Agilidad del Jinete para ir a toda velocidad tras las res en huida, asirse de la "Cola" o "Rabo" de la bestia, acelerar la marcha del caballo, y así poder "Tumbar" o "Colear" al bovino. En ocasiones el Terrateniente propietario del Hato, ofrecía una buena suma de dinero en monedas, con tal de que se derribara a determinado animal, ocasionando una estampida de llaneros que le perseguían, para ver quien era el primero en llevarse el premio. Era esta una forma de apuesta y entretenimiento practicada por los habitantes de aquellas sabanas, que permaneció intacta durante los siglos XVII y XVIII, en las celebraciones y fiestas religiosas; que junto al Joropo, y la carne en vara, marcaron la idiosincrasia de la Venezuela rural en el periodo de la colonia.


Con el Período de Independencia y la formación de la Gran Colombia, y sus consecuentes Guerras Insurgentes, los Toros Coleados, no solo era empleado para la recreación de la soldadezca en ocio, sino también para su entrenamiento en la Lucha a Caballo, ya que las arremetidas y estrategias que se empleaban contra el Ejército Español, en el campo de batalla, resultaban ser bastante similares a las maniobras emprendidas para dominar las vastas manadas de ganado vacuno. Famosas fueron las acciones en contienda desarrolladas por José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, Juan Vicente de Campo Elías, José Tomas Boves, entre otros. México, adoptó un estilo de colear vacunos distinto y más llamativo, el cual revolucionó la forma de ver el coleo, se podría decir que lo mejoró, y es utilizado en la charrería como una llamada “suerte", y hace del coleo algo menos tedioso y soso, y lo transforma en algo entretenido y con mayor dificultad.

El Coleo, que es hoy día considerado más un Deporte que un Trabajo, no ha cambiado en prácticamente nada, porque aún hasta los más hermosos amoríos llaneros siguen naciendo en una Manga de Coleo, aspecto que ha sido reseñado en infinidad de Poemas, Canciones y Literatura Venezolana y Colombiana. Actualmente está reglamentado por diferentes federaciones, entre ellas, la Federación Venezolana de Coleo "FEVECO" y ésta, a su vez, está integrada por las asociaciones de cada entidad federal y las asociaciones por Clubes y los clubes por los coleadores. De igual forma, en Colombia existe una Federación de Coleo con ligas a nivel departamental[4]​ y se celebran importantes torneos como el encuentro mundial de coleo, en el segundo fin de semana de octubre y el confederado de coleo en la primera semana de diciembre.


En las competencias participan los siguientes:

El los toros coleados el juez central se ubica en la tribuna principal, vigila todo lo que sucede en la manga, impone el orden, hace cumplir el reglamento y además, mediante un altavoz, narra la competencia en el momento en que se está desarrollando. Las frases de giros y el léxico empleados en la descripción que hace el juez-narrador son propios de esta actividad; el ritmo de la acción y el estilo son propios de cada juez.

Momentos antes de empezar las acciones el juez hace un llamado de advertencia a los competidores para que se preparen. Al dar la orden ingresan a la manga los cuatro coleadores del turno correspondiente en la forma en que el juez los llame, luego autoriza al juez de coso para que deje salir al toro. Al grito de "cacho en la manga" indica que el toro está en la pista se inicia la competencia. Los coleadores se lanzan en persecución del animal; cuando uno de ellos toma el rabo del toro, el resto de los participantes deben retirarse tres metros para esperar que el coleador ejecute la coleada , cada turno dura 4 minutos en los cuales los coleadores deben tratar de tumbar al toro la mayor cantidad de veces posibles.

De acuerdo a la forma como caiga el toro, el coleador se hace merecedor a un puntaje que se va sumando a medida que el coleador va haciendo su participación; este puntaje está determinado de acuerdo al reglamento de la Federación de Coleo por la cual se rigen los clubes, y son las siguientes:

CAMPANILLA: El toro debe caer de costado (pegando la paleta en el suelo ) girar sobre su lomo y quedar sobre el otro costado, y volver a girar sobre su lomo para finalizar sobre el otro costado. Equivale a 25 puntos en la primera zona y 15 puntos en la segunda zona. Es equivalente a dos campanas.

CAMPANA: El toro debe caer de costado (pegando la paleta en el suelo) y girar sobre su lomo y quedar sobre el otro costado. Equivale a 20 puntos en la primera zona y 10 puntos en la segunda zona. COSTADO: El toro debe caer de costado. Equivale a 10 puntos en la primera zona y 5 puntos en la segunda zona.

CUARTOS TRASEROS: El toro cae pegando únicamente los cuartos traseros en el suelo. Equivale a 5 puntos en la primera zona y 3 puntos en la segunda zona.

REMOLINO: Es equivalente a tres campanas y es con la que se obtiene el mayor puntaje: 30 puntos en primera zona y 25 puntos en la segunda zona Las caídas que sufren los animales bovinos tienen sus respectivos nombres: una vuelta campana es cuando el toro se cae y levanta las patas y gira sobre el espinazo, campanillas son dos vueltas de campana, el remolino son tres vueltas de campana, costado es cuando el toro cae de uno de sus lados y cuartos o sentada que es cuando el toro cae pegando únicamente los cuartos traseros en el suelo.

Los Toros Coleados en definitiva tiene su nacimiento en la época de la Gran Colombia. Existe campeonatos en el que participan coleadores de Venezuela, Cuba, México, Colombia, Panamá, y Brasil.

El último fue en Venezuela y el anterior en Panamá.

Además de Venezuela, también se practica en México, Colombia, Panamá y Brasil.

Existen varias categorías y la variable principal para su clasificación es la edad del coleador. Entre las categorías (como se les denomina en Venezuela porque en países como Colombia y Brasil tienen diferentes denominaciones).




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