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Trabajos de Hércules



Para la historieta de Miguel Calatayud publicada en la revista Trinca, véase Los doce trabajos de Hércules (historieta)

Los doce trabajos de Heracles (en griego Οἱ δώδεκα ἄθλοι) (también, Hércules) son una serie de doce arcaicos episodios que fueron relacionados mediante una narración continua posterior. Las luchas del héroe contra animales y seres fantásticos de gran influencia oriental, le sitúan antes del nacimiento de la literatura griega. «Es una cuestión abierta si los antiguos griegos tuvieron alguna oportunidad de ver un león vivo, pero la migración de la imagen del león y de las escenas de lucha con éste, están bien documentadas arqueológicamente» (Burkert 1985, p. 209), relacionando la historia de la serpiente con siete cabezas de la mitología de Ugarit mencionada en el Antiguo Testamento, en el libro de Isaías 27:1 y en el Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis 13:1 (también denominado Revelación). El establecimiento de un ciclo fijo de doce trabajos era atribuido por los griegos a un poema épico (hoy perdido) escrito por Pisandro de Cámiros, quizás sobre el 600 a. C. (Burkert).

Tal como se conservan, los trabajos de Heracles no se narran en ningún lugar único, sino que deben ser recompuestos a partir de muchas fuentes. Ruck y Staples (pp. 169-170) aseguran que no hay una forma única de interpretar los trabajos, pero que seis estaban situados en el Peloponeso, culminando con la rededicación de Olimpia y los otros seis, parte de la misma secuencia, llevaron al héroe mucho más lejos. En cada caso, el patrón era el mismo: Heracles era enviado a matar o conquistar, o a buscar para el representante de Hera, Euristeo, un animal o planta mágicos. «Todos los lugares seleccionados eran baluartes de la diosa Hera y entradas al otro mundo» (Burkert, p. 169).

Una continuación de esta tradición de los trabajos fue la contribución helenística realizada con los protagonistas de los signos astrológicos del Zodiaco.

Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena, madre de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, provocó que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de retraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido, montó en cólera, pero, no obstante, su imprudente proclama siguió en pie.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a su mujer, a sus hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo y se fue a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermanastro Ificles y lo convenció de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de trabajos que debería imponerle Euristeo (el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba).

El orden tradicional de los trabajos es:

Tras concluir sus doce trabajos, Heracles se dirigió a Ecalia. Allí reinaba Éurito, quien le había enseñado a usar el arco y las flechas en su juventud. Éurito estaba convencido de que nadie le superaría ni a él ni a sus hijos y propuso entregar a su hija Yole en matrimonio a quien lo venciera en una competición de tiro con arco. Heracles llegó dispuesto a aceptar el desafío imponiéndose fácilmente sobre Éurito y sus hijos. Sin embargo, el rey se negó a otorgar la mano de su hija, pues Éurito sabía lo que hizo a su antigua esposa e hijos y desconfiaba de él. Heracles sufrió un ataque de ira, blandió su espada e impuso una gran batalla contra el rey. Dos de sus hijos pelearon con su padre, pero el más pequeño, Ífito peleó junto a Heracles, ya que él sabía que su causa era justa. Sin embargo en el fragor del combate, Heracles no distinguió entre enemigos y amigos, e Ífito fue lanzado violentamente por Herácles desde la torre en la que luchaban, muriendo.

Tras asesinar involuntariamente al inocente Ífito, nuevamente regresó arrepentido al Oráculo de Delfos para purificarse. El dictamen decidió que debería de servir a la reina Ónfale de Lidia, durante 3 años. La reina Ónfale, cuando estaba a solas con Heracles, lo humillaba, haciéndole vestirse con un largo manto de mujer y le hacía hilar el lino a los pies de su cama.

Al recobrar su libertad y tras muchas aventuras, llegó a Calidón, en Etolia, donde le dijo a Deyanira que su hermano Meleagro la echaba de menos. Deyanira era tan hermosa que Heracles se enamoró de ella y la desposó. Durante un viaje, la pareja tuvo que cruzar el río Eveno. El centauro Neso se ofreció transportar a Deyanira sobre su grupa mientras Heracles atravesaba la corriente a nado. Neso se había enamorado de Deyanira, y cuando se halló en tierra firme, galopó velozmente para raptarla. Al ver a su esposa en peligro, Heracles disparó una flecha contra Neso que impactó en el corazón. Mientras el centauro agonizaba le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre: Cuando sientas que empiezas a perder el cariño de Heracles, úsala sin dudarlo y recuperarás su amor al instante.

Heracles regresó a Ecalia y raptó a Yole. Para celebrar la victoria, sacrificó doce bueyes en honor a Zeus. Heracles encargó a Deyanira una túnica, pues la que llevaba estaba muy estropeada. Deyanira, muerta de celos, vertió la sangre de Neso sobre su túnica, resultando ser un veneno mortal de devastadores efectos. Heracles se cubrió con la túnica y su piel se quemaba; se tiró al río, pero fue peor. Heracles murió sin remedio y al saberlo Deyanira, tomó un puñal y se lo hundió en el pecho. La muerte del héroe fue una gran pérdida para los humanos y acabó siendo inhumado con la piel del león de Nemea, su maza, su arco y sus flechas con el veneno de la hidra de Lerna. Zeus al saberlo, lo inmortalizó, catasterizándolo y convirtiéndolo en la constelación de Hércules, la veraniega agrupación de estrellas.

La historia ha sido objeto de adaptaciones y paráfrasis literarias, fílmicas, pictóricas e historietísticas:




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