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Trastorno de conversión



Los trastornos de conversión, llamados también trastornos disociativos, son un grupo de trastornos mentales que tienen en común la presencia de síntomas y signos, principalmente neurológicos, sin que exista una enfermedad o causa física objetivable que pueda explicarlos.[1]​ Antiguamente se agrupaban bajo el diagnóstico de histeria.

En la actualidad, y de acuerdo con el sistema clasificatorio DSM-IV el aspecto básico de este trastorno es la presencia de síntomas o déficit no deliberados que afectan al funcionamiento motor voluntario o sensorial, lo que hace pensar en la existencia de un estado patológico general. En su inicio o exacerbación están implicados factores psicológicos.

Es una conversión porque el paciente convierte el conflicto psicológico en un trastorno físico (incapacidad para mover ciertas partes del cuerpo o usar los sentidos de manera normal).

Hacia el final del siglo XIX, varios psicólogos y neurólogos empezaron a estudiar estos trastornos: Pierre Janet, Jean-Martin Charcot, Josef Breuer y Sigmund Freud. Antes, la gran mayoría de personas diagnosticadas eran mujeres, por estar más oprimidas y reprimidas que los hombres. Esta histórica disparidad sexual suele explicarse en términos sociológicos, al igual que la drástica caída del índice del síndrome.[cita requerida] Todavía, de vez en cuando se emplea el término histeria, pero generalmente sin referencia a ningún mecanismo subyacente específico. En un principio se pensó que la histeria era una patología únicamente femenina, de allí su denominación: la palabra proviene del griego antiguo ὑστέρα (hystéra) que significa útero.

Freud teorizó inicialmente que el trastorno de conversión proviene de una emoción de cólera, repugnancia o conflicto sin resolver. Utilizaba la hipnosis para tratar este trastorno. Luego fue reemplazado por el método catártico de la abreacción y, durante un breve período, por el denominado «método de apremio», en el que Freud colocaba su mano en la frente de sus pacientes y los «apremiaba» a recordar. Con estos tres métodos no se lograba la curación del paciente, sino solo una descarga de los conflictos acumulados. Más tarde, Freud comenzó a aplicar el método de asociación libre que supera las dificultades procedentes al permitir la identificación de las razones clave del conflicto emocional en la persona.

Actualmente el eje del concepto trastorno disociativo se basa en la pérdida de control de la integración normal entre ciertos recuerdos del pasado, la conciencia, ciertas sensaciones inmediatas, la propia identidad y el control de movimientos corporales.

En este tipo de neurosis se identifican claramente dos clases:

En algunos casos se tiene la impresión de que el paciente obtiene beneficios a partir de su estado de incapacidad lo cual lo lleva a confundir la enfermedad con la simulación. Los síntomas principales de las neurosis histéricas no están bajo el control consciente del paciente, así la verdadera simulación puede llegar a ser una manifestación de un trastorno de personalidad. Se ha comprobado que en algunos casos, los pacientes presentan alucinaciones visuales, aisladas no acompañadas de pensamientos falsos.

El tipo de histeria de conversión presenta una enorme variedad de síntomas difusos, como parálisis motora o ceguera, trastornos del sistema nervioso, incluyendo temblores y parálisis localizadas, parestesias y estados variables de crisis de tipo epiléptico.

Los estados disociativos surgen por la repentina emergencia del estado consciente de impulsos destructivos primarios; esos estados se presentan con cierta frecuencia después de que los pacientes han cometido un acto violento y llegan a constituir problemas en el juicio.

Según la clasificación de CIE-10 se divide en:

Según el DSM-IV-TR (A.P.A. 2002) los criterios diagnósticos del trastorno de conversión son:

Explicar tipo de síntoma o déficit:



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