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Tratado Adams-Onís



El Tratado de Adams-Onís o Tratado de Transcontinentalidad de 1819-1821 (antiguamente titulado Tratado de amistad, arreglo de diferencias y límites entre su Majestad Católica el Rey de España y los Estados Unidos de América y algunas veces denominado Florida Purchase Treaty o Tratado de La Florida de 1819-1821) fue el resultado de la negociación entre España y Estados Unidos para fijar la frontera entre la nación norteamericana y el entonces virreinato de la Nueva España.

Luis de Onís acudió como representante del rey Fernando VII de España [1]​ y por los estadounidenses el secretario de Estado John Quincy Adams. La negociación se inició en 1819 y aunque se firmó en ese mismo año, no fue ratificado hasta el 22 de febrero de 1821 por ambas partes.

El 10 de julio José Coppinger, último gobernador español, entregaba San Agustín y el 17 el coronel José María Callava Pensacola a los norteamericanos.

La frontera se fijó más allá de los ríos Sabina y Arkansas hasta el paralelo 42° norte. En consecuencia, España renunció a sus posesiones allende esa latitud, entre ellas, el territorio de Oregón. También cedió definitivamente las Floridas, la Luisiana y la navegación por el río Misisipi. La Corona Española quedó como única soberana de Texas, territorio que los Estados Unidos reclamaba como parte de la Luisiana, que fue comprada a los franceses en 1803.

El tratado fue beneficioso para las dos partes. En el caso de España, recibía la soberanía de Texas a cambio de una soberanía, que de facto no tenía, en Florida. Además, los territorios del Oregón eran muy remotos y sin ningún valor comercial. Estados Unidos ganó su transcontinentalidad, Florida y el territorio sin fronteras definidas del Oregón, que sería un asunto en disputa con los británicos instalados en el Canadá.

El tratado fue ratificado en 1832 por México, que consiguió su independencia meses después, y los Estados Unidos. Así la frontera quedaría fijada de esta manera hasta 1848 cuando, tras la guerra mexicano-estadounidense, México perdería definitivamente buena parte del territorio mexicano heredado de España al suroeste de la línea Onís-Adams. Por los tratados consiguientes resultó la nueva frontera mexicano-estadounidense fijada ahora en el curso del río Bravo, también llamado río Grande del Norte.



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