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Trotskista



El trotskismo es una corriente del marxismo desarrollada en gran parte por León Trotski. En términos generales, representa una contraposición a la visión que aplicó Stalin del marxismo-leninismo y a las teorías del mismo sobre el «socialismo en un solo país».

Buscaba, en ese desarrollo, alcanzar el proceso revolucionario de la Unión Soviética. Uno de sus pilares fundamentales es la teoría de la «revolución permanente», descrita en su libro del mismo nombre. Otro de los documentos fundamentales es el Programa de Transición, escrito también por Trotski como base programática de la naciente IV Internacional, fundada en 1938. Uno de sus análisis para entender la evolución capitalista en los países coloniales y semicoloniales fue la teoría del desarrollo desigual y combinado.

Trotski defendió medidas como la rotación de cargos y una mayor concentración de las tesis leninistas del centralismo democrático aplicadas a la estructura y organización internas del partido, que buscaban acabar con el burocratismo llevado a cabo por la nomenklatura del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Hizo aportes teóricos sobre el feminismo y el arte,[1]​ y defendió la materialización económica en el socialismo a través de planes quinquenales, que posteriormente y a una versión cambiada por Stalin, serían aplicados en la Unión Soviética.[2]

Trotski organizó la Oposición de Izquierda Internacional, que hasta el ascenso de Adolf Hitler al poder de Alemania en 1933, se consideró una facción de la Internacional Comunista, pese a la persecución que sus militantes sufrían por parte del estalinismo.

A partir de la victoria del nacionalsocialismo en Alemania, y de la caracterización de la Tercera Internacional como «contrarrevolucionaria», Trotski llamó a construir la Cuarta Internacional y partidos revolucionarios independientes en cada país.

En la década de 1930 postuló el entrismo en las organizaciones de masas de orientación socialdemócrata, como forma de facilitar la inserción de los partidos adheridos a la IV Internacional en el movimiento obrero, atrayendo al sector más avanzado a su programa. Este trabajo debía hacerse siempre de manera abierta y por un espacio breve de tiempo, ya que luego los trotskistas debían fundar sus propios partidos y organizaciones. Con ese método se pudo construir el Partido Socialista Obrero, sección más grande de la nueva organización alternativa a la Komintern.

Actualmente existen por todo el mundo un número elevado de organizaciones trotskistas que provienen de las agrupadas en la IV Internacional. Por ejemplo, en países como Argelia, Argentina, Bolivia, Brasil, México, Reino Unido, España, Portugal, Francia, Uruguay, Venezuela, las organizaciones trotskistas han adquirido mayor influencia que en otros, pero sin lograr un peso decisivo.[3][4]



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