Ultramontanismo y ultramontano hacen referencia a un tipo de doctrina sobre el tipo de relación que debe mediar entre la Iglesia católica y los estados civiles con los que mantiene concordatos. Afirma la primacía espiritual y jurisdiccional del papa sobre el poder político y por consiguiente la subordinación de la autoridad civil a la autoridad eclesiástica. Es la tendencia opuesta al galicanismo, que propone el desarrollo de una iglesia nacional independiente de Roma. Se trata de una doctrina parecida a la del llamado cesaropapismo, pero decantada claramente a favor del sumo pontífice.
Son términos asimismo utilizados para referirse a la posición de sectores católicos referido a grupos o personas que sostienen posiciones integristas o tradicionalistas dentro del catolicismo, contrarias a la apertura del Concilio Vaticano II. En la tercera acepción que da del término «ultramontano» el diccionario de la Real Academia Española, lo define como “partidario o defensor del más alto poder y amplias facultades del papa”.
El sustantivo ultramontanismo parece tomar su origen de los términos «ultra» (más allá) y «mons» (montaña) y en concreto del adjetivo ultramontano, con el que los italianos, durante la Edad Media, solían referirse a aquellos que nacieron en Francia y Alemania. Ultramontano significa «más allá de las montañas», en referencia a los Alpes que separan a Italia y, estratégicatemente, al Vaticano de dichos países. Así, a los papas de regiones no italiana, llegó a llamárseles "papas ultramontanos".
En el contexto sociopolítico, el término comenzó a utilizarse para referirse a personas o regiones «muy católicas» o «fielmente católicas». Tras la ruptura protestante del Dieciséis, algunos círculos lo aplicaron, en tono peyorativo, para referirse a los cristianos no separados de autoridad del papa, y ya durante la Ilustración del Dieciocho a quienes eran partidarios de la autonomía de la Santa Sede en contra de las políticas anticlericales que llevaban adelante los gobiernos surgidos de los golpes de Estado revolucionarios de Francia, Alemania y otros países europeos que evolucionaban hacia el liberalismo político. En la Revolución francesa (1789), el término fue utilizado para referirse al tipo de Estado católico anterior a la revolución, frontalmente opuesto a los golpes de Estado liberales laicistas, producto de dicha Revolución. Desde un principio, la Santa Sede rechazó y condenó el triunfo del liberalismo, que conllevaba el avance del laicismo, y la progresiva secularización de la sociedad, considerando esa imposición liberal culpable del cada vez más extendido anticlericalismo.
Desde su base histórica, el ultramontanismo era la punta de lanza del catolicismo para combatir, rebatir, rechazar o condenar aquellas filosofías o posturas sociales que proponían el absolutismo monárquico frente a la autonomía de la Iglesia, como el galicanismo francés o el regalismo español, aunque ambos sometidos a la estricta lectura de la fe católica, y defendiendo que la Corona podía intervenir en los asuntos terrenales de sus respectivas iglesias. En el caso concreto de España dicha posición se «traducía en el derecho al patronato regio». Ya en el siglo xix, el ultramontanismo se fomentó con el papa Pío IX, que más tarde sería beatificado por Juan Pablo II, y considerado defensor supremo de la definición de la infalibilidad papal.
Entre los partidarios de los diversos sectores del ultramontanismo decimonónico puede citarse a Jean Lacordaire (1806-1861), el cardenal Henry Manning (1808-1892), Louis Veuillot (1813-1883) y William George Ward (1812-1882), Albert Marie de Mun (1841-1914) que luego se acercó al socialismo independiente de Aristide Briand; y en España, Alejandro Pidal y Mon (1846-1913), fundador de la Unión Católica, en 1881.
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