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Vera Constantínovna de Rusia (1854-1912)



La gran princesa Vera Konstantínovna de Rusia (en ruso: великая княгиня Вера Константиновна; 16 de febrero de 1854, San Petersburgo - 11 de abril de 1912, Stuttgart) por nacimiento fue gran princesa de Rusia y por matrimonio, duquesa de Wurtemberg. Fue hija del Gran príncipe Constantino Nikoláyevich de Rusia y de su esposa, la princesa Alejandra de Sajonia-Altenburgo. Era, a su vez, nieta del emperador Nikolai I de Rusia y prima-hermana del emperador Aleksandr III de Rusia.

Criada desde su infancia en Wurtemberg debido a sus accesos de violencia y problemática actitud, sus padres adoptivos fueron los reyes de Wurtemberg: Carlos I de Wurtemberg y la reina Olga de Wurtemberg. Con el paso del tiempo, la actitud de la Gran princesa mejoró, casándose con el Duque Eugenio de Wurtemberg, con quien tendría tres hijos, quedando viuda a muy temprana edad. Nunca volvió a casarse.

Asentada toda su vida en Stuttgart, consideró a la patria desde la que se crio desde niña como su auténtico hogar. Conocida por su actitud excéntrica, renegó de la Iglesia ortodoxa, convirtiéndose al luteranismo antes de morir. Fue una figura popular dentro de la Familia Real y de los principales círculos de Wurtemberg.

Pasó sus primeros años en San Petersburgo, siendo la segunda hija de los seis hijos que tuvo el Gran Duque Constantino Nikoláyevich Románov y de la Gran Duquesa Alejandra de Sajonia-Altenburgo.

En 1861, su padre fue nombrado virrey de Polonia. La familia se instaló en Varsovia, donde su padre tuvo que padecer las tensiones derivadas del control ruso de un territorio de fuerte nacionalismo polaco. Desde su infancia mostró un fuerte carácter y una personalidad perturbada por accesos de violencia. Desesperados por su conducta, sus padres la confiaron a Olga Nikolaievna de Rusia y al rey Carlos I de Wurtemberg, enviándola a Stuttgart el 7 de diciembre de 1863, a los nueve años, lo que permitiría disimular el estado de Vera a la corte rusa. Olga y su esposo se mostraron encantados de cuidar a la pequeña Gran Duquesa, sin embargo, ella continuó teniendo episodios violentos, llegando incluso a ser agresiva para con ellos. Con el tiempo, Olga se convirtió en una figura materna para Vera, la cual mejoró su conducta gracias a los cuidados de su padres adoptivos.

Según fue creciendo se convirtió en una mujer inteligente, tímida e introspectiva, que no gustaba de las apariciones en público. Físicamente no era muy agraciada y, como describe el príncipe Guillermo II de Wurtemberg: «Si bien es muy fea, y siempre lo será, ha mejorado muchísimo en comparación a como era de pequeña. Lo considero fruto del esfuerzo y con mucho corazón».

Sus padres adoptivos arreglaron su matrimonio con un miembro de la rama silesiana de la familia, el duque Eugenio de Wurtemberg. Ambos se comprometieron en enero de 1874; su padre, el Gran Duque Constantino, estaba enormemente agradecido a los reyes de Wurtemberg por sus esfuerzos para con su hija, haciéndolo constar así en una carta. En el momento de su enlace, Vera contaba con 19 años de edad, mientras que su nuevo esposo tenía 28. La boda se celebró con gran pompa en Stuttgart en mayo de 1874, con la presencia del tío de Vera, el zar Alejandro II, el cual realizó un comentario poco galante al observar a la novia: «Confieso no envidiar al nuevo esposo»;[1]​ él, sin embargo, hizo los arreglos necesarios para que el padre de Vera diese un millón de rublos como dote.

La pareja se instaló en una casa grande, la Akademie en Stuttgart. El 8 de abril de 1875, Vera Constantínovna dio a luz un hijo, Carlos Eugenio, quien murió solo siete meses después. Más tarde, el 1 de marzo de 1876 nacieron sus hijas gemelas Elsa y Olga. Con todo, la vida matrimonial de Vera fue corta, pues su marido falleció de manera repentina en 1877. El duque era oficial del ejército y había acudido a Düsseldorf para hacerse cargo de un contingente. La causa de la muerte del duque fue atribuida a la caída de un caballo o, según otras versiones, a una parada cardiorrespitatoria, sin embargo, otras tesis lo atribuyen a que el duque, un conocido bon vivant, fue asesinado en un duelo. Vera no volvería a contraer matrimonio, si bien no pareció quedar muy afligida.

En lugar de regresar a su país natal, la joven viuda decidió quedarse en Wurtemberg, el país que sentía como propio, donde tuvo la protección del rey. Sin embargo, ella viajó con frecuencia a visitar a sus parientes en Rusia, así como su única hermana, la reina Olga Konstantínova Románova, en Grecia. Tras la muerte del rey Carlos en 1891, Vera heredó una fortuna considerable, y cuando la reina Olga murió un año después, ella recibió una villa en Stuttgart, donde mantuvo un ampuloso estilo de vida. Ella también escribió poesía, y su casa fue el escenario de muchas reuniones culturales y familiares.

Brillante y locuaz, la Gran Duquesa Vera era popular en Wurtemberg, donde se dedicó a obras de caridad. Refugios para mujeres solteras embarazadas, llamadas "Casas de Vera"; la Institución de Beneficencia; la Clínica de Olga en Stuttgart; la estación de enfermería Nicolás para los ciegos, el Instituto Mariaberg cerca de Reutlingen, el regimiento de dragones de su difunto marido, y un regimiento de Rusia, fueron algunos de los más de treinta instituciones y organizaciones bajo su patrocinio. Ella también participó en la construcción de la iglesia ortodoxa de San Nicolás en Stuttgart.

En mayo de 1896, Vera acudió con sus dos hijas a la coronación de su primo, el zar Nicolás II de Rusia. La mayor de las gemelas, Elsa, se comprometió en 1895 con Alfredo Alejandro de Sajonia-Coburgo-Gotha, nieto de la reina Victoria; este compromiso no duró, y Elsa se casaría entonces con un primo lejano suyo, el príncipe Alberto de Schaumburg-Lippe. Olga, la segunda gemela, se casó con el hermano menor de su cuñado; su destino fue similar al de su madre, con tres hijos y su marido fallecido a los pocos años de matrimonio, sin volver a casarse.

Ya envejecida, la Gran Duquesa Vera padecía de un mal estado de salud. Se especula que pudo sufrir de corea o Baile de San Vito, un trastorno del movimiento neurológico caracterizado por movimientos involuntarios bruscos. En Stuttgart le fue asignado un oficial para seguirla de manera continuada, para asegurarse de que si tuviera un ataque no se cayera y se lesionara.[2]

Con la llegada del nuevo siglo, Vera Constantínova tenía una apariencia achaparrada y regordeta, con una cara redonda.[3]​ Estos rasgos, junto al hecho de que llevaba el pelo muy corto le dio una apariencia masculina.[4]​ Extremadamente miope, llevaba unos quevedos. Fue considerada bastante excéntrica, pero con un buen sentido del humor y sus comentarios divertidos fueron recordados por sus familiares. Ella era muy querida por su familia.

Después de vivir en Wurtemberg durante tanto tiempo, ella estaba en desacuerdo políticamente y religiosamente con sus parientes rusos. Sus simpatías políticas estaban con Alemania y los alemanes, y no compartía el punto de vista cada vez más antialemán de los Románov. Vera Constantínovna era muy religiosa, pero nunca había entendido la fe ortodoxa y, finalmente, la abandonó al convertirse al luteranismo en 1909, para consternación de la familia Románov. A continuación, encargó la construcción de una iglesia protestante en los terrenos de Villa Berg.

Gran Duquesa Vera sufrió un derrame cerebral en octubre de 1911 y murió en Stuttgart el 11 de abril de 1912, a los cincuenta y ocho años de edad. Este acontecimiento dejó consternados a los miembros de la familia real, siendo la princesa más querida de la Casa de Wurtemberg.



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