Los verracos de piedra son esculturas zoomorfas de piedra que se encuentran en España, en las provincias de Cáceres, Salamanca, Zamora, Ávila, Toledo y Segovia, y en Portugal, en las regiones de Beira Interior Norte y Trás-os-Montes, de la época de los vetones (hacia el siglo V a. C), cuya finalidad no está muy clara.
Hay varias teorías al respecto de su significado: por un lado se cree que delimitaban terrenos dedicados al pastoreo; por otro, que pudieran tener un significado místico o religioso, concretamente el culto a los muertos o ritos funerarios (esto es debido a que algunos tienen grabadas inscripciones funerarias latinas de la época romana), o el culto a la fertilidad, (ver Atégina) o incluso ser un exvoto.
Tienen diversas formas, entre las que predominan son: la de toro, cerdo, jabalí y menos frecuente la forma de oso. Cuando están bastante deformes debido al paso del tiempo, no queda la figura perfectamente definida y puede fácilmente tomarse por diferentes animales.
Cuando tienen la forma y el tamaño de un toro, se les llama toros de piedra, aunque la palabra verraco significa «cerdo padre».
Unos de los más conocidos son los Toros de Guisando, en la provincia de Ávila, y el más grande hasta la fecha conocido ha sido recuperado recientemente y se encuentra en la plaza mayor de Villanueva del Campillo, en Ávila. También existe uno muy antiguo y en buen estado en la plaza de Torralba de Oropesa, Toledo.
Quizá el más famoso de todos es el que hay junto al puente romano de Salamanca que aparece en la novela picaresca el Lazarillo de Tormes.
Este tipo de verracos en el período más reciente de la historia ha definido a los pueblos principalmente ganaderos.
Se encuentran otros muy semejantes en lugares tan apartados como Polonia.
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