Alejandrino es el verso de catorce sílabas métricas compuesto de dos hemistiquios de siete sílabas con acento en la tercera y decimotercera sílaba. Entre ambos hemistiquios heptasílabos hay una cesura o pausa medial, que funciona como la pausa final de verso: no admite la sinalefa y hace equivalentes los finales agudos, llanos y esdrújulos según las reglas métricas del español.
Su nombre proviene de la ciudad de Alejandría, o bien de la versión francesa del poema narrativo Roman d'Alexandre escrita por Le Tors y Alexandre de Bernay en el siglo XII. Fue muy usado en la lírica del mester de clerecía y, tras algunas ocasionales apariciones en textos de Gil Polo, Sor Juana Inés de la Cruz, Moratín y otros, renace en el Romanticismo, por influencia francesa. Recibe un impulso definitivo con los movimientos posrománticos de finales del siglo XIX y principios del XX, en particular el modernismo y los poetas del 98.
El verso alejandrino puede tener varios patrones acentuales. El más común es el que tiene marca rítmica (sílaba tónica) en las sílabas segunda, sexta, novena y decimotercera:
Hay otras variantes de uso menos frecuente. Por ejemplo, en su conocida Sonatina Rubén Darío utiliza alejandrinos con marca en las sílabas tercera, sexta, décima y decimotercera:
En ambos tipos, el esquema rítmico es el mismo en ambos hemistiquios. En otras ocasiones, cada hemistiquio presenta un esquema distinto, como sucede en este verso de Pablo Neruda
donde el primer hemistiquio tiene marca rítmica en las sílabas primera, cuarta y sexta, mientras que el segundo la tiene en las sílabas segunda, cuarta y sexta (novena, undécima y decimotercera si contamos todo el verso como una unidad).
También se da el caso de versos heptasílabos en que el hemistiquio termina en palabra esdrújula:
En época medieval, el alejandrino se usa dentro del Mester de Clerecía en la estrofa llamada Cuaderna vía (tetrástrofo monorrimo), compuesta por cuatro alejandrinos:
En la poesía modernista se utiliza el alejandrino como sustituto frecuente del endecasílabo en la elaboración de sonetos, y también para formar pareados y otras estrofas. Así, este es un ejemplo de pareado:
Es un caso particular de alejandrino, cuyo primer hemistiquio termina en aguda, o bien termina en palabra llana con final en vocal, cuando el segundo hemistiquio comienza por vocal, por lo que en principio podría darse sinalefa (aunque la cesura, pausa al final del primer hemistiquio, la impide). Se discute su carácter, porque permite su lectura como verso simple de 13 sílabas o verso compuesto de 7 + 7 sílabas.
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