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Violencia de género



La violencia de género es un tipo de violencia física, psicológica, simbólica e institucional, ejercida contra cualquier persona o grupo de personas sobre la base de su orientación o identidad sexual, sexo o género[1][2][3][4][5]​ que impacta de manera negativa en su identidad y bienestar social, físico, psicológico o económico.[6][7]​ De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, el término se utiliza «para distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género»,[5]​ constituyéndose en una violación de los derechos humanos.[8][3][9]​ Incluye la violencia y discriminación contra la mujer[10]​ y las personas LGBT+,[11]​ así como el sexismo,[12]​ la misoginia[13]​ y la homo-trans-fobia.[14]

La violencia de género presenta distintas manifestaciones, como actos que causan sufrimiento o daño, amenazas, coerción u otra privación de libertades.[15][16][5]​ Estos actos se manifiestan en todos los ámbitos de la vida social y política, entre los que se encuentran la propia familia, el Estado, la educación, los medios de comunicación, las religiones, el mundo del trabajo, la sexualidad, las organizaciones sociales, la convivencia en espacios públicos, la cultura, etc.[17]

«Aunque hombres y niños son frecuentemente víctimas/sobrevivientes de violencia sexual, las estadísticas confirman que la mayoría de las víctimas/sobrevivientes son mujeres y niñas»;[18]​ Existe consenso respecto a que la mayoría de las víctimas de la violencia de género son mujeres y niñas,[5][19]​mientras que históricamente los varones estarían subrepresentados en las estadísticas;[20][21][22][23][1][24]​ otros estudios afirman que la población LGBT+ también estaría subrepresentada en las estadísticas e incluso, algunos grupos mostrarían mayor prevalencia a nivel comparado.[25][26]ONU Mujeres indica que ésta «se refiere a aquella dirigida contra una persona en razón del género que él o ella tiene así como de las expectativas sobre el rol que él o ella deba cumplir en una sociedad o cultura» advirtiendo sobre el error habitual de considerar la expresión «violencia de género» como sinónima de la expresión «violencia contra la mujer» ya que la primera es más amplia e incluye diversas manifestaciones de la violencia donde el género es el eje central.[27]

Dentro de la noción de violencia de género se incluyen actos como asaltos o violaciones sexuales, prostitución forzada, discriminación laboral, el aborto selectivo por sexo, violencia física y sexual contra personas que ejercen la prostitución, infanticidio en base al género, castración parcial o total, mutilación genital femenina, tráfico de personas, violaciones sexuales en guerras o situaciones de represión estatal, acoso y hostigamiento sexual —entre ellos el acoso callejero—, patrones de acoso u hostigamiento en organizaciones masculinas, ataques homofóbicos y transfóbicos hacia personas o grupos LGBT+, el encubrimiento y la impunidad de los delitos de género, la violencia simbólica difundida por los medios de comunicación de masas,[28]​ entre otros.[1][29][30][31][32]

La violencia de género presenta diversas características diferentes a otros tipos de violencia interpersonal,[33]​ y normalmente se la asocia a la violencia contra la mujer, aunque no son sinónimos[34][35]​ debido a la amplitud que abarcan las distintas formas de violencia y a que no todos los estudios se enfocan en las definiciones, identidades y relaciones de género; así, no toda la violencia contra la mujer puede identificarse como violencia de género,[36]​ ya que el término hace referencia a aquel tipo de violencia que tiene sus raíces en las relaciones de género dominantes existentes en una sociedad, por lo que es habitual que exista cierta confusión al respecto[37][38][39]​ y por ende, existe cierta falta de consenso.[40]

Por otra parte, algunos autores la equiparan con la violencia de pareja, término más acotado que la violencia de género: este último «es un problema muy amplio y que no solo abarca las relaciones de pareja»,[41]​ y tal equivalencia de estos conceptos traería consecuencias negativas para las mujeres que requieren recursos institucionales de apoyo.[42]​ En el caso de las relaciones entre personas del mismo sexo, la violencia de género —en el contexto de la violencia de pareja— podría ocultarse «bajo el manto de la heteronormatividad».[43]

Además, también tiende a confundirse con la violencia doméstica,[44][45][46][47]​ término más restringido que, aunque está íntimamente relacionado,[33]​ incluye la violencia «en el terreno de la convivencia familiar o asimilada, por parte de uno de los miembros contra otros, contra alguno de los demás o contra todos ellos»,[48]​ y donde se incluyen además de las mujeres, a niños, ancianos e inclusive varones.[16]​ Para algunos juristas ambos términos son «confusamente utilizados en gran parte de los estudios jurídicos e incluso de las leyes o normas que se han encargado de su regulación».[33]​ Algunas investigaciones utilizan «violencia de género en el espacio familiar» con el fin de diferenciarla.[49]

Resulta complejo determinar la evolución teórica del término «género» en las ciencias sociales, expresión derivada del anglicismo gender.[50]​ La categoría de género tendría sus raíces en los debates antropológicos y sociológicos de la primera mitad del siglo XX que indicaban que la conducta humana era aprendida y no se encontraba predefinida por los genes,[50]​ mientras que la inserción del concepto dentro del campo de las ciencias sociales sería posterior.[51]​ Tales debates precedieron a la «medicalización del sexo» ocurrido aproximadamente entre 1885-1910,[52]​ fase donde apareció «una nueva forma de entender y hablar sobre la sexualidad humana»,[53]​ perspectiva nueva que se alejaba de los juicios meramente prácticos de los actos sexuales —descendencia, placer, lo socialmente aceptable—, y que nacía conjuntamente con la psicología y psiquiatría, por lo que las voces autorizadas para hablar de sexualidad provenían del mundo médico.[54]​ Fue en esta época donde se comenzó a utilizar términos tales como «homosexual» y «heterosexual».[53]

La distinción entre el medicalizado «sexo» y la categoría psicológica «género» apareció a partir de la segunda mitad del siglo XX. Uno de los primeros autores que habría utilizado tal término en un sentido distinto al gramatical fue John Money en 1955 para referirse a los comportamientos asociados a la identidad masculina y femenina de las personas, donde intervendrían factores sociobiológicos;[55][56]​ años más tarde —en 1963— Robert Stoller sería quien introduciría la distinción sexo/género en el 23º Congreso Psicoanalítico Internacional de Estocolmo tras buscar «una palabra para poder diagnosticar aquellas personas que, aunque poseían un cuerpo de hombre, se sentían mujeres»,[57]​ constituyéndose en el primer autor que contrastó explícitamente ambos términos[58]​ con el fin de precisar el concepto de identidad de género con respecto al término identidad sexual, que en su opinión era más ambiguo.[59]​ Parte de la visión de Ralph Greenson habría influenciado la concepción Stolleriana.[51]

El auge de los estudios feministas en la década de 1970 se apropió de la visión que Stoller desarrolló,[58]​ y comenzó a impulsar en el mundo anglosajón[60]​ el término gender desde un punto de vista específico de las diferencias sociales y culturales, en oposición a las biológicas existentes entre hombres y mujeres; aquí se pueden encontrar los trabajos de Kate Millett, Germaine Greer, Ann Oakley y Nancy Chodorow, entre otras.[61]​ El uso del término «género» también se generalizó a mediados de dicha década en el mundo feminista español, especialmente con un sentido social y cultural.[62]

Luego, al hablar de género se está remitiendo a una categoría relacional[63]​ y no de una simple clasificación de los sujetos en grupos identitarios, por lo que este «guarda relación con las diferencias sociales entre hombres y mujeres en cualquier sociedad».[64]

En español, para algunos autores por una mera confusión idiomática de la traducción de gender —debido al doble significado en español: «género» y «sexo»—, el término «género» pasó a ser también una acepción distinta a las connotaciones gramaticales en la lengua española,[65]​ y que ha sido criticada por la Real Academia Española por hacer un mal uso de la palabra «género» como mero calco del inglés gender que no tiene traducción en español,[66]​ aunque en el Diccionario panhispánico de dudas indica que este término —en cuanto a «categoría sociocultural»— sería aceptable, siempre que se utilice con un sentido técnico.[67]

La violencia es un concepto de múltiples dimensiones y connotaciones, que de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud incluye «el uso intencional de fuerza, poder físico, o amenazas, en contra de uno mismo, otra persona, o en contra de un grupo o comunidad, cuyo resultado desemboca con alta probabilidad en lesiones, muerte, secuelas psicológicas, o mal comportamiento».[68]​ Los estudios que abordan este tema utilizan diversos términos para hacer alusión a ella, tales como agresión, conflicto, delincuencia, desórdenes de conducta, comportamiento criminal, comportamiento antisocial, violencia u otros;[69]​ además, remiten a variadas teorías multidisciplinares, que han intentado definir desde su óptica, si el comportamiento violento es constitutivo del ser humano o nace de la influencia de la cultura.[70][71][72][73]

La Asociación Estadounidense de Psicología señala que la diversa evidencia existente sugiere que la violencia es un comportamiento aprendido, lo que no significa que factores psicológicos o temperamentales no estén relacionados con la manifestación de un comportamiento agresivo o violento, sino que, para muchos individuos, la violencia está subordinada a un conjunto de normas socioculturales y expectativas de roles que debe tener una persona en la sociedad.[74]

Para el caso de los organismos oficiales, la violencia de género como concepto tendría su seno en las resoluciones 34/180 de 18 de diciembre de 1979 y 48/104 del 20 de diciembre de 1993 aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas;[75]​ particularmente esta última —bajo el título Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer— define lo que se entiende como violencia contra la mujer, que permitiría contextualizar a la violencia de género para este grupo de personas:

Tal declaración no definió específicamente el concepto «violencia de género», ni tampoco el documento emanado de la Cuarta Conferencia sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995 que utilizó a la violencia «desde la perspectiva de género» como elemento estratégico para promover la igualdad entre mujeres y hombres.[77][n 1]

La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en 1987, en el marco del seguimiento de la Tercera Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Nairobi, asumió el liderazgo de las labores de coordinación y promoción del trabajo del sistema de las Naciones Unidas en los asuntos económicos y sociales para el empoderamiento de la mujer. Sus esfuerzos consiguieron elevar las cuestiones de género a la categoría de temas transversales, dejando de ser asuntos independientes. En ese mismo periodo, la Comisión contribuyó a que, por primera vez, el problema de la violencia contra las mujeres figurara en primer plano de los debates internacionales. Esos esfuerzos cristalizaron en la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, aprobada por la Asamblea General el 20 de diciembre de 1993. En 1994, la Comisión de Derechos Humanos nombró una Relatora especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, con el mandato de investigar e informar sobre todos los aspectos de la violencia contra las mujeres.[79]

En el informe del Secretario General en adelanto del período de sesiones en aplicación de los resultados de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer y del vigésimo tercer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General, titulado La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI, se reconoce la importancia de la aclaración del concepto «violencia por motivos de género» hacia las mujeres, siguiendo la lógica de la recomendación general No. 19 (1992) del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer:

A principios de la década de 2000, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados señaló que la violencia de género podía catalogarse como una violación de los derechos humanos, e indicó que este flagelo afectaba a mujeres, hombres, niños y niñas, aunque son ellas las que predominantemente son víctimas.[5]​ Este organismo indica que es un tipo de violencia «que se dirige en contra de una persona sobre la base de su género o sexo»,[5]​ definición que es compartida por diversas organizaciones internacionales, entre ellas la UNICEF,[81]​ la agencia europea EIGE —que asesora a la Comunidad Europea y sus estados miembros en materias de igualdad de género—,[82]The Women’s Health Council y el Departamento de Justicia e Igualdad de Irlanda,[83][84]​ la Corte Penal Internacional,[85]​ el Consejo Internacional de Organizaciones Voluntarias o Human Rights Watch.[8][3][9]

Respecto al Estatuto de Roma, cuando hace referencia a la violencia de género en los artículos 42(9), 54(1a) y 68(1), el término «género» debe entenderse exclusivamente como un término que «se refiere a los dos sexos, masculino y femenino, en el contexto de la sociedad» según lo que señala el artículo 7(3);[86][87]​ así, la violencia de género:

Es dable destacar la creación en la República Argentina, del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, creado el 10 de diciembre de 2019, a través del Decreto 7/2019 que modificó la Ley de Ministerios, transfiriéndose las competencias del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM).

Conforme al artículo 23 ter de la Ley 22.520, las competencias del Ministerio son asistir al Presidente de la Nación, y al Jefe de Gabinete de Ministros en orden a sus competencias, en todo lo inherente a las relaciones humanas respecto del diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas nacionales en materia de políticas de género, igualdad y diversidad. Los dos ejes principales incluyen la prevención y erradicación de las violencias de género, con enfoque en la asistencia a las víctimas. El segundo se enfoca en las políticas públicas nacionales destinadas a impulsar la autonomía de las mujeres y las personas.

La línea de comunicación directa con el objeto de poner en funcionamiento el protocolo establecido para casos de violencia de género es a través del 144.

A los fines estadísticos es relevante poner de relieve, que en el año 2020 el Ministerio recibió 29.706 comunicaciones que fueron derivadas a distintos canales de asistencia para su seguimiento (intervenciones).

En marzo 2020 se recibieron 1.152 comunicaciones menos por violencias de género que durante el mismo mes de 2019 (-20%). A partir de los efectos del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, los totales de comunicaciones mensuales de 2020 siempre superaron a los de 2019.

En abril de 2020, ya durante el aislamiento, se recibieron un total de 1.739 comunicaciones más (+23%) que en abril de 2019.

En mayo el aumento fue de 2.039 comunicaciones (+27%), en junio de 1.217 (+18%); en julio de 1.859 (+25%); en agosto de 1.856 (+25%); en septiembre de 1.048 (+16%) y en octubre de 843 (+16%).

Es por ello, que desde la vigencia del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, la Línea 144 sede Nación incorporó nuevos canales de atención (mail y WhatsApp).


Asimismo, la Fiscalía de la Ciudad de Buenos Aires lleva registros oficiales de violencia de género desde 2010. Desde ese año, el aumento de las denuncias ha sido exponencial, pasando de 2018 casos en 2010, a 16.883 en 2016. Los datos parciales de 2017 mostraban un nuevo aumento, con 8982 denuncias de violencia de género, solamente en los primeros cinco meses. Las mujeres fueron la gran mayoría de las víctimas de dicha violencia, alcanzando el 88% en 2016 y el 89% en 2017.[88]




De acuerdo a una muestra tomada del año 2007 al año 2012, el «Programa de prevención y atención de la violencia de género» (SEPAVIGES) de la Secretaría de Salud del Distrito Federal, México registró 6174 casos de violencia familiar. De los casos reportados, el 69 % de las víctimas de violencia fueron mujeres y el 31 % hombres.[89]

De los casos reportados en mujeres, el 54 % se encontraban entre los 16 y 28 años de edad, 15 % fueron niñas menores de 5 años, un 8 % tuvo de 6 a 9 años y un 22 % reportaron tener entre 10 a 15 años.[89]

En el caso de los hombres esta relación fue inversa. La mayor proporción de casos atendidos correspondió a menores de 5 años, representando el 37 %, seguidos por quienes tuvieron entre 10 y 15 años, 28 %; de 6 a 9 años, 19 %; y de 16 a 28 años, 17 %.[89]

El sitio donde ocurrió el evento de violencia con mayor frecuencia fue la vivienda tanto para mujeres como hombres, 87 % y 89 % respectivamente.[89]

Las áreas anatómicas lesionadas con mayor frecuencia para todos los grupos de edad y ambos sexos fueron: extremidades inferiores, 18 % mujeres y 18 % hombres; las extremidades superiores, 16 % en mujeres y 17 % en hombres; y la cara, 15 % mujeres y 14 % en hombres.[89]

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, en Ecuador 6 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia de género. Las mujeres que más sufren de esta violencia de género son las divorciadas, siendo un 85,4% las mujeres divorciadas que han sufrido de violencia de género a manos de sus exparejas que han tenido hijos en sus anteriores relaciones. Sin embargo, no se debe descartar a las mujeres solteras, ya que un 47,1% de ellas sufren de violencia de género ya sea por parte de su familia o de su pareja.[90]

En Ecuador, la forma más recurrente de violencia es la psicológica con el 53,9% dentro de las estadísticas, pero muchas de las mujeres no piensan o no quieren separarse de su pareja ya sea porque los quieren o necesitan a pesar de estos maltratos.[90]

Por otro lado, las investigaciones de violencia intrafamiliar hacia los hombres es muy escasa, al menos un 50% son víctimas reales de violencia.[91]​ No obstante, esta cifra no puede ser confirmada en su totalidad por la vergüenza, posible humillación o burla que los hombres pueden llegar a tener al momento de hacer la denuncia contra este problema. Generalmente, las repercusiones en los hombres tienden a ser baja autoestima, culpa por lo sucedido, se empiezan a desvalorizar a sí mismos, aparece la ansiedad y estrés.[91]

De acuerdo con los datos del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades de España (actualizados al 22 de octubre, 2019), las víctimas mortales por violencia de género (según características relacionadas con la tutela institucional) están clasificadas de acuerdo al número de casos en total (49); de los cuales, hay algunos que ya cuentan con denuncias previas (22,4%), ya sean impuestas por la víctima (81,8% de las denuncias) o por terceros (18,2%), arrojando como resultados finales que el 77,6% de los casos presentados no cuentan con denuncias previas.[92]​ Las relaciones de parentesco víctima-agresor fueron principalmente de pareja (71,4%), o ex pareja/en proceso de ruptura (28,6%).[93]

Las comunidades autónomas que presentan mayor número de casos de víctimas mortales son (en orden): Andalucía (11), Cataluña, la Comunidad Valenciana, y las Islas Canarias (7 en cada una), y Madrid (6), mientras que las que menos casos presentaron (ninguno) fueron las Asturias, Castilla - La Mancha, Extremadura, Navarra, País Vasco, La Rioja, Ceuta y Melilla.[94]

El grupo de edad tanto de agresores como de víctimas que más agresiones presentó fue el de 41 a 50 años (20/49 y 24/49, respectivamente).[95]​ Incluso se llegaron a suscitar suicidios por una parte de los agresores, que en porcentajes queda expresado como: suicidio consumado (28,6%), tentativa no consumada (6,1%) y sin tentativa (65,8%).[96]

De acuerdo con la macroencuesta hecha por la misma institución en 2015, entre el 85,1% y 95% de las encuestadas (según grupos de edad; 16-75 o más años) aseguraron no haber sufrido física por parte de cualquier pareja tenida a lo largo de su vida, mientras que el porcentaje de encuestadas que alegaron haber sufrido violencia de moderada a severa oscila entre 1,6%-5,4% y 2,6%-9,1%, correspondientemente.[97]

A este respecto, el Manual de legislación sobre la violencia contra la mujer (ONU 2010) advierte:

En España está vigente desde 2004 la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que incluyó varias medidas de diversa clase.

Sin embargo, su principal aportación ha sido habilitar el teléfono de ayuda a la mujer agredida, que es el 016, el cual está activo permanentemente (las 24 horas, los 7 días de la semana, y todos los días del año), y es gratuito. Puede atender en 51 idiomas. Este número no aparece en la factura del teléfono para evitar que el maltratador descubra que su pareja ha llamado allí, pero, dependiendo del caso, puede aparecer en otros registros, por lo que se recomienda hacer este tipo de llamadas desde un teléfono público o pedirle su teléfono a alguien para realizarlas.

También es posible avisar de casos de violencia de género en la Web de Colaboración Ciudadana por cualquier persona, y aportando sólo los datos que uno desee ya que no tienen carácter de denuncias.[99]



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