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Yáfar al-Mushafi



Abu-l-Hasan Yaáfar ben Uthmán al-Mushafi o simplemente Yaáfar al-Mushafi era un estadista andalusí, chambelán de los califas omeyas de Córdoba Alhakén II y Hisham II.[1]

Provenía de una humilde familia de origen bereber[2]​ asentada en Valencia.[1]​ Su padre fue preceptor de Alhakén II, que le tomó bajo su protección y le nombró secretario[2]​ personal mucho antes del ascender al trono.[1]​ Gozó toda su vida de la confianza de Alhakén,[2]​ que valoraba en especial su integridad.[1]

Excelente poeta[2]​ y muy cultivado, el califa le convirtió en el personaje más importante de la Administración, lo que le atrajo envidias.[3]

Durante el reinado de Abderramán III, ejerció como gobernador de Mallorca.[4]​ Ya bajo su hijo, tuvo el control y supervisión de diferentes provincias.[4]

Gracias al favor[5]​ de Alhakén y recién nombrado este califa, ascendió a visir y después a jefe de la policía capitalina.[1][2][4]​ Importantes familias árabes de la capital, no obstante, veían con malos ojos su poder.[6][5]​ Estas estaban acostumbradas a copar los cargos más altos de la Administración y consideraban a Al-Mushafi un advenedizo culpable de nepotismo una vez confirmado como chambelán por Hisham.[7]

Enfermo Alhakén, asumió la dirección del Gobierno.[1][8]​ El califa le puso al frente de la guardia bereber que debía servir para custodiar al heredero.[8]​ Durante los últimos meses de vida de Alhakén, se encargó de deshacerse de cualquier posible amenaza para su hijo,[9]​ lo que conllevó el traslado de algunos destacados bereberes al Magreb —con la excusa de su nombramiento para gestionar los asuntos de la región— o la expulsión de los idrisíes cautivos en Córdoba a Oriente.[10]

Principal partidario de Hisham frente a los pretendientes mayores de edad de la familia omeya, permaneció como chambelán[11]​ —acompañado de Almanzor ya como visir—, una vez que este logró el trono califal a la muerte de su padre en octubre del 976.[12]​ Se enfrentó con éxito a la poderosa camarilla de eslavones gracias al apoyo militar de la guardia bereber creada por Alhakén para su hijo.[13][14]​ Ochocientos de ellos fueron expulsados de palacio durante la crisis sucesoria, durante la que dos de sus más importantes representantes habían apoyado en vano a un tío de Hisham,[15]​ al-Mughira,[14]​ como pretendiente al trono.[13]​ Al-Mushafi fingió aceptar el designio de los confabulados para, a continuación, reunir a los partidarios de Hisham.[16]​ Conscientes de que el apartamiento de este en favor de su tío acabaría con su poder, los reunidos aprobaron el asesinato del pretendiente, aunque ninguno se atrevía a llevar a cabo la muerte hasta que Almanzor se presentó voluntario.[17]​ Acompañado de unos soldados de confianza, este acudió a la residencia de al-Mughira y le comunicó la muerte de su hermano.[17]​ Amedrentado al-Mughira, Almanzor consultó con al-Mushafi la posibilidad de respetarle la vida, pero el chambelán se negó.[17]​ Por insistencia suya,[18]​ Almanzor ordenó asesinar al pretendiente.[19][17]​ De esta manera, al-Mushafi cumplía el encargo del difunto califa de asegurar el trono para su hijo Hisham.[17]

Confirmado como chambelán por Hisham,[20]​ colocó a tres de sus hijos y a otros parientes cercanos en importantes puestos de la Administración,[7]​ para disgusto de las principales familiar árabes que habían copado estos puestos anteriormente.[5]​ El nombramiento le elevó a la posición de mayor poder de la Administración omeya.[20]​ Al mismo tiempo, Almanzor fue nombrado visir y logró el puesto clave de intermediario entre al-Mushafi y la Administración y el califa y su madre —que había depositado en él gran confianza—.[20]

Pronto, sin embargo, cometió un grave error político: no supo responder con energía a las correrías de los Estados cristianos y propuso medidas defensivas que no satisficieron a Subh.[21][22]​ Almanzor, por el contrario, abogó por una respuesta militar[22]​ y logró el mando de las tropas de la capital para realizar una campaña punitiva, que comenzó en febrero de 977.[23][24][25]​ El éxito de esta empresa supuso el comienzo de la decadencia del poder de al-Mushafi.[23][25]​ A pesar de su anterior enemistad, este trató de ganarse las simpatías del poderoso alcaide fronterizo Gálib colmándole de honores y otorgándole un nuevo título, el de doble visir[5]​ y manteniéndole al frente de los ejércitos fronterizos.[23]​ Inicialmente, Gálib se alió con Almanzor contra el chambelán durante la segunda campaña del 977 y este logró la prefectura de la capital, que hasta ese momento había ostentado uno de los hijos de al-Mushafi.[6][26]​ Para reforzar su posición, solicitó la mano de una hija de Gálib, Asma, para uno de sus hijos, tratando así de forjar una alianza entre ambos contra Almanzor.[6][26]​ Aceptada la propuesta al comienzo, las presiones de la corte azuzadas por Almanzor llevaron a que se rompiese el compromiso y fuese el propio Almanzor el que tomase por esposa a la hija de Gálib.[27][26]

Este revés y los nuevos éxitos militares de Gálib y Almanzor llevaron a que aquel fuese nombrado segundo chambelán,[28]​ situación inaudita, a instancias de Subh.[27]​ Este nombramiento supuso su apartamiento del poder, a pesar de seguir ostentando el título de chambelán, cuyas funciones desempeñaban en realidad sus dos adversarios.[27]​ A finales de año, cayó en desgracia definitivamente y Almanzor le sustituyó en el puesto de chambelán.[19][26]

Apartado del poder junto con sus familiares, pasó intermitentemente por la cárcel y tuvo que sufrir continuas humillaciones a manos de Almanzor y Gálib, que le obligaron a vivir en condiciones miserables y a acompañarlos en algunas expediciones militares.[19]​ Tras suplicar en vano el perdón en varias ocasiones, acabó muriendo en el 983, quizá envenenado por orden del Almanzor.[19][28]



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