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Zona monetaria óptima



En economía, una zona monetaria óptima (ZMO), también conocida como una región monetaria óptima (RMO), es una región geográfica en la que se maximizaría la eficiencia económica si la región entera compartiera una única divisa. Describe las características óptimas para la fusión de divisas o la creación de una divisa nueva. Esta teoría suele utilizarse para argumentar tanto a favor como en contra de la posibilidad de que una determinada región esté lista para convertirse en una unión monetaria, uno de los últimos pasos de la integración económica.

Un área monetaria óptima suele ser normalmente más grande que un solo país. Por ejemplo, parte de la argumentación detrás de la creación del euro es que los países europeos, individualmente considerados, no forman por sí solos un área monetaria óptima, pero que Europa en conjunto si forma un área monetaria óptima.[1]​ La creación del Euro suele citarse en este ámbito, porque provee del caso de estudio más reciente y de mayor envergadura de la creación de una zona monetaria óptima.

La teoría de la zona monetaria óptima fue originalmente desarrollada por el economista Robert Mundell.[2][3]​ Suele acreditarse a Mundell como el originador de la idea, pero también se señala como relevante en su concepción el trabajo académico previo desarrollado por Abba Lerner.[4]

Mundell desarrolló su teoría con dos modelos, uno con expectativas estacionarios y otro en el supuesto de situación de riesgo global.

Publicado por Mundell en 1961, es el modelo más citado por los economistas. En el modelo se considera que los choques asimétricos socavan la economía real, por lo que si son muy importantes y no pueden ser controlados, un régimen con cambio flotante se considera mejor, porque la política monetaria global (a través de tipos de interés) no estará suficientemente bien ajustada para situaciones particulares de cada una de las regiones que dan forma a la zona.

Los cuatro criterios citados para que una unión monetaria pueda ser un éxito son:[5]

En este caso, Mundell intenta modelar cómo la incertidumbre sobre el tipo de cambio podría interferir con la economía. Este modelo suele citarse menos que el anterior, y se basa en una publicación de 1973.

Suponiendo que la moneda es gestionada correctamente, cuanto mayor sea el área, mejor. En contraste con el modelo anterior, no se considera que los shocks asimétricos puedan socavar la moneda común precisamente por la existencia misma de la moneda común. Esta disemina los shocks a través del área, porque todas las regiones tienen derechos contra las demás en la misma divisa y pueden utilizarlos para rebajar la intensidad del shock, mientras que en un sistema de tipo de cambio flexible, el coste se concentraría en las regiones individualmente, desde el momento en que la devaluación reduciría su poder de compra. De modo que, a pesar de poseer una política monetaria ajustada con menor precisión, la economía real debería comportarse mejor.

La noción de una moneda que no está acorde con un estado o unión de estados sin una autoridad fiscal única ha sido duramente criticado por keynesianos y post-keynesianos. Estos enfatizan el papel del déficit presupuestario creado por un gobierno (formalmente, una autoridad fiscal) en el desarrollo de una economía, y consideran que el uso de una moneda internacional sin una autoridad fiscal supone una pérdida de "soberanía monetaria".

Específicamente, los keynesianos argumentan que el estímulo fiscal en la forma de déficit puede ser necesario para luchar contra el desempleo, que no es posible si los estados de una unión monetaria no pueden manejar la cantidad de déficit necesario. La teoría post-keynesiana de neo-chartalismo sostiene que los déficits de los gobiernos crean dinero, y esa capacidad para imprimir dinero es fundamental para que el estado pueda dirigir sus recursos, estando esa "política monetaria y ese dinero intrínsecamente conectados a la política soberana y la autoridad fiscal".[8]​ Estas críticas consideran que los beneficios en las transacciones internacionales de una moneda compartidas son menores que si los comparamos con las desventajas que supone no poder aplicar medidas estatales a la moneda.



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